La escena, en blanco y negro, muestra a Jorge Cafrune nadando en una pileta hacia una cámara de televisión. El cantor se acomoda el pelo, sube la escalera, y segundos después toma un micrófono y dice con total naturalidad: "Bueno, volvemos siempre a Cosquín, primero porque es de público conocimiento que es uno de los escenarios más importantes del país y segundo porque me considero un hijo agradecido del mismo". No es una escena extravagante, pero sí poco habitual para la época. Al borde de la pileta de un hotel de Cosquín, a finales de los '60, sus palabras denotan la sencillez y claridad de un artista popular en un contexto en el que el televisor todavía era un objeto de culto. Las imágenes forman parte del documental Cafrune, del director Julián Giulianeli.

La película se repuso en el cine Gaumont este jueves 28 y se podrá ver todos los días a las 16 durante una semana. En tanto, el domingo 7 de agosto a las 18 se realizará una proyección especial en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151), con una mesa redonda en la que participarán Giulianeli, Yamila Cafrune (hija del cantor), Mario “Marito” Perrota, Gabriel Plaza y el productor periodístico del film, Facundo Arroyo, que será el moderador. En líneas generales, se trata de una película con enfoque periodístico y tono documental que dice lo que tiene que decir de manera concreta sobre el cantor y guitarrista nacido en Jujuy. “La película funciona como un ritual de iniciación y trata de abarcar un público ATP”, señalan sus realizadores.

Además, condensa en poco más de una hora los acontecimientos más importantes que definieron la vida y obra de Cafrune a través de material audiovisual de archivo –el poco existente-, fragmentos de recitales inéditos e imágenes tomadas en lugares significativos, como Cosquín y Jujuy. Pero la trama se va construyendo, sobre todo, a través de los testimonios de las entrevistas. En pantalla, narran y analizan los episodios de la vida artística de Cafrune los periodistas Gabriel Plaza y Santiago Giordano, el historiador Guillermo Byrne, la cantora Yamila Cafrune, la investigadora y escritora Jimena Néspolo, el historiador y ensayista Sergio Pujol, y el histórico sonidista de Cosquín Luis Nogués, entre otros.

"La industria de entonces respondía un poco a las expectativas del público. Al público no le interesaban las grandes grabaciones sino que querían canciones que después pudiesen bajar a la sobremesa, en la guitarreada o en la peña”, analiza Santiago Giordano sobre las claves de la popularidad del músico, que formó parte de la consolidación del llamado “boom del folklore”. “Entonces, no había por parte de las compañías grandes proyectos en torno a un cantor. Cafrune grababa canciones que su público esperaba para cantar de nuevo después de él", sostiene Giordano y resalta su “estilo inmediato y franco”. Una de ellas, tal vez la más emblemática de su repertorio, fue su versión de “Zamba de mi esperanza”, una canción de amor que adoptó en esos tiempos un fuerte tinte político.

Para Gabriel Plaza, "Cafrune había heredado mucho de esa cosa aparentemente solitaria del peregrino que va en busca del camino y se lanza con su caballo al encuentro con la gente, algo que había hecho en su momento Atahualpa pero de una manera más silenciosa y como descubrimiento personal. Cafrune lo hizo de una manera consciente y por la necesidad de representar algo colectivo". De Yupanqui no solo heredó el espíritu trashumante –el film pone especial acento en su pasión por el caballo y retrata su famosa gira federal "De a caballo por mi Patria"-, sino también su rebeldía y su sensibilidad por la canción social y política. Del autor de Pergamino interpretó varias canciones, como “El poeta”, que hizo sonar en el recordado concierto que brindó para las Naciones Unidas en New York, en 1974.

Cosquín también ocupa un lugar central en el documental. En épocas de festival, Cafrune se mezclaba entre la gente y lograba traducir con su música el ánimo popular. "El Cosquín de los '60 es producto del milagro de la poesía de esos años. En ese momento la Revolución Cubana era muy reciente y eso influyó muchísimo en la música, como en el Nuevo Cancionero, donde estaba Armando Tejada Gómez, Tito Francia y Mercedes Sosa", enmarca Luis Nogués. "Así como ahora se va al afecto para producir la ovación, en ese momento la ovación la generaba la poesía. La plaza estallaba en aplausos cuando tocaban 'Cuando tenga la tierra'."

Y Plaza recuerda el gesto de rebeldía y generosidad que tuvo Cafrune al hacer subir al escenario a Mercedes Sosa en enero de 1965, pese a la resistencia de la organización de Cosquín. "Me voy a atrever y voy a recibir un tirón de orejas por parte de la Comisión, pero les voy a ofrecer el canto de una mujer purísima que no ha tenido la oportunidad de darlo", se escucha el audio a Cafrune antes de que la cantora se largue con "Canción del derrumbe indio". Fue la primera presentación de la tucumana en el escenario mayor de Cosquín.

En enero de 1978, después de una presentación en Cosquín en la que interpretó "Zamba de mi esperanza", que estaba prohibida por la dictadura cívico-militar, Cafrune emprendió un viaje a caballo rumbo a Yapeyú para participar de un homenaje por el bicentenario del nacimiento del general San Martín. Pero en el trayecto fue embestido por una camioneta en Benavídez y murió al poco tiempo debido a las graves heridas. El accidente nunca se esclareció. "La muerte dijo algo más para todos sus seguidores", señala la escritora Jimena Néspolo en el documental. "Esa muerte fue funcional a un régimen político, a la dictadura militar, para aleccionar a la canción militante".

Según Pujol, a los intérpretes se los recuerda poco y sus figuras se tornan difusas con el tiempo. "Hay algo trágico en Cafrune. Quienes no son autores y compositores de algún modo solo sobreviven a través de los discos. No hay versiones de Cafrune, no se lo puede versionar. Yupanqui sigue estando en otras voces, pero Cafrune solo está en Cafrune". Por eso, este documental cobra más sentido.