Se cumple, exactamente, un año de la presentación para la prensa de la serie Balas perdidas, del realizador rosarino Hugo Grosso. Doce meses desde aquella vez donde se anunciara la concreción de este proyecto ambicioso, repartido en trece episodios, ganador del Concurso de Ficción para Productoras con Antecedentes 2014 (Incaa y MinPlan). La dilación se debe a los avatares políticos de turno, de los cuales la actividad audiovisual no está exenta. Como sea, a partir del martes comenzó la emisión por Televisión Pública, en el horario de las 23. Y ojalá suceda de manera similar con otros envíos igualmente demorados, como lo significan El censo, de Elena Guillén y Pablo Romano, y Pájaros negros, de Jesica Aran; ambos, ganadores en Series de Ficción Federal de TV Digital/TDA.

Basada en uno de los robos del siglo, con foco en Rosario, el primer episodio de Balas perdidas presenta sus personajes mientras delinea un entorno que repercute en la memoria colectiva. Son los años '90 y el Plan de Convertibilidad está por ocurrir. Desde la pantallita televisiva, el entonces Ministro de Economía, Domingo Cavallo, lo explica y, asegura, será algo que durará por décadas. Allí es donde Pipo (Luis Machín) finalmente entiende. Luego de trifulcas y manganetas con las que embromar bolsillos ajenos, encuentra la gran oportunidad.

El hecho histórico remite al robo al Tesoro Regional de Rosario, luego de recibir la orden del Banco Central de retirar los billetes de 500 mil australes. Entre el 22 y 23 de diciembre de 1992, inspectores se llevaron del aeropuerto de Fisherton 600 balas con dinero equivalente a 30 millones de dólares. Cómo fue ideado el asunto, cómo imaginar sus espacios en blanco, es tarea de la serie. Una de sus virtudes radica en alternar los tiempos narrativos, de manera tal que es el juicio mismo el marco contenedor. Juicio que supo culminar con pocas condenas, y que dibuja el perfil de un país siniestrado, con el robo perfecto como metáfora perfecta. Es irónico ver el capítulo ‑con trabajadores que claman consignas sindicales y reclaman por sus derechos durante la topadora privatista‑ a la luz de los tiempos políticos que corren.

De cara al nivel de profesionalismo que la tarea audiovisual de la región ha alcanzado y que Balas perdidas exhibe, fue a este mismo diario ‑hace un año‑ cuando Grosso refiriera que ?lo que se ve es que se ha ido construyendo un concepto diferente de federalismo, nos dimos cuenta de que no nos falta nada para estar a nivel nacional. Ese cambio de concepción se ha dado durante estos últimos años. Si todos estos materiales hechos durante este tiempo logran pantalla, tendremos un cambio de concepción de la imagen y de producción muy significativo".

Balas perdidas evidencia una mirada crítica y una construcción formal que administra suspenso. La articulación entre ficción y documental está presente, así como una pluralidad de líneas narrativas que en algún momento habrá de conjugarse para concretar el hecho mayor. Desde el reparto, el nombre de Machín acompaña el de otros notables, como lo significan Emilia Mazer, Miguel Franchi, Carlos Echevarría, Claudia Cantero, Juan Nemirovsky y Gerardo Dayub.