Paula Galansky (Concordia, Entre Ríos, 1991) se ganó un lugar de reconocimiento en la literatura regional cuando su libro de cuentos El lugar en el que estoy cayendo obtuvo un unánime primer premio en el Concurso Municipal de Narrativa Manuel Musto 2021. Francisco Bitar, quien integraba el jurado con Martín Capelli y Marina Closs, incluyó uno de los cuentos que lo integran en la consagratoria antología 9 nueves (Rosario: Serapis, 2022), cuyo título es un guiño en referencia a aquellos imbatibles Nueve cuentos de J. D. Salinger. La proeza de Paula Galansky en "Puntos cardinales" -el cuento incluido en la antología- es la de manejar la ironía dramática a través de una voz inocente que sabe menos que la autoral sobre las peripecias del relato. Se genera una complicidad autor-lector a espaldas del personaje, que por eso mismo se torna muy verosímil. William Faulkner, en el primer capítulo de su hoy clásica novela El sonido y la furia, empleaba esa estructura narrativa, pero en un lenguaje experimental cuya inaccesibilidad está ausente en la obra de la santafesina; la influencia modernista se hace presente, sin embargo, en la musicalidad hipnótica de una prosa con ritmo de excelente poesía. 

Textos legibles y geniales, económicos y elípticos, cuya engañosa sensación de facilidad ha requerido de un inmenso oficio, pueden literalmente contarse con los dedos de una mano estos cinco cuentos, de los cuales el que da título al libro está puesto al final. "El lugar en el que estoy cayendo" se aboca al desafío narrativo extremo de contar una catástrofe mundial -con gran suspenso y en primera persona- desde el punto de vista del cometa que está a punto de producirla. Rico en pinceladas sociológicas actuales, el relato ofrece una vista a lo Brueghel el Viejo, a vuelo de pájaro, de drone o de meteorito de aquello que casi nostálgicamente llamaríamos la humanidad. Y que aquí está a punto de extinguirse. La urgencia agónica de ese panorama se deja leer como una reversión apocalíptica y oscura de aquellas visiones utópicas -y a veces algo sádicamente irónicas- de los cuentos cortos de Ray Bradbury, viejo maestro de la ciencia ficción lírica. Pero hay en Galansky un guiño autorreferencial bien posmoderno: el final del cuento y el del libro coinciden con el fin del mundo. Si el modernismo tardío de Bradbury cantaba lo posible en tono afirmativo, Galansky expresa un sentimiento mixto de pérdida y de alivio ante la muerte masiva, lo cual da cuenta del callejón sin salida de esta época; pero lo hace con gran belleza, acaso bajo las sombras ominosas del cine de Tarkovsky y de Lars von Trier.

En "Imagine que esto es un corazón" y "El destino de los peces" se narran unos fugaces encuentros amorosos que son más bien desencuentros, en el contexto precario y duro de la noche en los no-lugares del interior del país: el auto como único refugio, la locura de los hombres, la huida hacia otras latitudes como el mejor destino de una mujer. Una cerveza deseada pero inasequible, unos peces que agonizan (cuyo destino, el del título, se narra en un final omnisciente corrido de lugar respecto del punto de vista humano) son la excusa para unos instantes de cercanía que constituyen -como en la tradición cuentística de Chéjov y de Carver- una rodaja de vida, el fragmento de un tedio mayor. 

La pérdida de un ser amado, que puede incluso no ser humano, articula el centro del mundo en "Neptuno" y en el magistralmente conmovedor "Diez inviernos", que culmina en una de aquellas epifanías chejovianas-carverianas donde parece que no pasa nada pero está pasando todo: un encuentro casual entre vecinos con una muerte joven en común se toma de la danza para reanudar la vida, luego del congelamiento de un duelo de años. La palabra "muerte" no es mencionada en ningún momento en este cuento, y esa sutil delicadeza es otra acrobacia de Galansky: incomodar con una ausencia que no tiene nombre, mientras el ausente no cesa de retornar en la evocación de sus detalles.    
"De cerca, de realmente cerca, todo era un rompecabezas de puros elementos", dice el
fatal meteorito que protagoniza el cuento que da título al libro, publicado en la Serie Cuento de la Editorial Municipal de Rosario. "Tierra, cemento, agua, madera y cal. Mi vida, fuera de toda ley, se abría un lugar entre las piezas. Vi el humo y las chispas. Vi el lugar que me iba a recibir. Por todas partes había multitudes de gente en movimiento, luz blanca, vapor de lluvia en el aire. Sí, los asusté un poco, me insultaron y me trataron como a un intruso. Pero, ¿cómo explicarles el azar? ¿Qué sabían ellos de la luz que viaja durante miles de años y un día desaparece para siempre? ¿del roce de la roca que me sacó de mi órbita original? Nada. Y si existían fuerzas en alguna parte con el poder para frenarme, no estaban ahí".