Una antena, un transmisor, un micrófono y alguien que locute, elementos básicos para hacer radio. Las radios comunitarias y populares para transmitir, además, cuentan con una estructura que las sostiene: un grupo de vecinas y vecinos de un barrio, un paraje rural, una asociación civil o un movimiento social; personas que se dedican a algo más que su propia subsistencia: priorizar y fortalecer la parte comunitaria de la vida social y con esto, su ejercicio ciudadano a través de la comunicación.

Estos medios tuvieron mayor reconocimiento a partir de la Ley Nacional 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, en 2009. Una ley que define a la comunicación como un derecho. Las radios comunitarias constituyen un eslabón fundamental del sistema democrático: suponen el ejercicio del derecho a la comunicación de sectores alejados del poder. Hablan de economía popular, soberanía alimentaria, atención en salud, acceso a derechos y programas sociales. También, de eso que habitamos pero que muy pocos pronuncian: la desigualdad. Durante los meses de aislamiento social en pandemia, las radios se sumaron a una red de contención que sólo las organizaciones barriales y los movimientos sociales aportaron entre tanta incertidumbre.

Según el Relevamiento de radios y televisoras comunitarias, populares, alternativas, cooperativas y de pueblos originarios de Argentina (2018-2019), en el país trasmiten unas 250 radios sin fines de lucro transmiten, con un alto reconocimiento de las comunidades. Sin embargo las energías de sus participantes están invertidas en los problemas cotidianos: interferencias de otras radios, interrupciones temporales, imposibilidad de pagar los servicios o el alquiler o de sostenerse con trabajo voluntario.

Que sean “radios sin fines de lucro” no quiere decir que puedan funcionar sin presupuesto. Estos medios afrontan una dificultad histórica: no acceden a la pauta oficial, injustamente distribuida. Los grandes medios argentinos y las plataformas internacionales se llevan casi toda la torta publicitaria, principalmente en Buenos Aires y CABA. Sólo el 2 por ciento del presupuesto asignado a la radiofonía FM llega a las radios comunitarias. Por eso, su principal fuente de financiamiento es la publicidad municipal, el canje y la creatividad (socios, mate bingos y ventas varias).

Desde el Área de Comunicación Comunitaria de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) hace 18 años compartimos espacios de trabajo con radios comunitarias. Actualmente desarrollamos un Proyecto de Desarrollo Tecnológico y Social (PDTS) “Radios comunitarias entrerrianas: estudio e intervención para la sustentabilidad” y dictamos una Diplomatura en Comunicación Comunitaria en Radios a participantes de todo el país. Apuntamos a fortalecer el sector a través de la formación técnica profesional, el acompañamiento en la organización, el aporte de contenidos y la socialización de saberes.

Consideramos que son necesarias más políticas que promuevan a estos medios. Es imperiosa la definición de procedimientos transparentes y sencillos para el acceso a la publicidad oficial y de un cupo para los medios sin fines de lucro, así como porcentajes por provincia, que garanticen la federalización. Cuando los laberintos sin salida de los medios hegemónicos no nos dan respiro, las radios comunitarias aportan oxígeno, son esa ventilación cruzada que renueva el aire y nos pone en otra sintonía. La responsabilidad es nuestra, de escuchar, participar y promover las voces que vienen de más cerquita y tienen tanto para contar sobre lo que somos y lo que nos pasa. 


*Licenciadas en Comunicación Social y docentes integrantes del Área de Comunicación Comunitaria de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER).