Convendría no despertar expectativas excesivas y decir las cosas tal como son. En verdad, nunca hubo grandes chances de que Luis Suárez, Edinson Cavani y Arturo Vidal vinieran a jugar a la Argentina. River y Boca oportunamente hicieron sus ofertas. Pero todas ellas estuvieron muy lejos de las pretensiones de estos tres fútbolistas de clase mundial quienes, aunque recorren el tramo final de sus notables campañas, todavía están en condiciones de firmar contratos muy superiores a los que les propusieron los dos gigantes del fútbol de nuestro país.

Desde luego que Suárez, Cavani y Vidal hubieran jerarquizado un torneo de Primera División desvalorizado por el éxodo forzoso de sus mejores jugadores al exterior. Pero por fuera del gusto de probarse a si mismos en un campeonato duro, parejo y competitivo pero de nivel discreto, no había nada que verdaderamente los atrajera. O que justificara la decisión de resignar ingresos en beneficio de un gran objetivo deportivo. A esta altura de sus carreras, no tienen nada que demostrar o demostrarse. Y aún pueden seguir cobrando muy buen dinero. Ya no están en la cresta de la ola. Pero tampoco pueden regalarse. La apuesta afectiva esta vez no funcionó.

A mediados de los años 90, River trajó desde Europa a Enzo Francéscoli y más acá en el tiempo, Boca hizo lo propio con Carlos Tevez y Eduardo Salvio. Pero era otra la economía del país y de los clubes y todavía quedaba resto para soñar a lo grande y concretar esos sueños. Ya no. La situación ha empeorado muchísimo y ni siquiera son sencillos de conseguir los millones de dólares que hubieran demandado esas operaciones. Se ha complicado tanto todo que incluso, hasta habría sido engorroso pagar esos contratos sin recurrir a complejos armados financieros. Suarez, Cavani y Vidal cobran en dólares billete contantes y sonantes. ¿De qué manera se los hubieran llevado del país?

Lamentablemente, todo esto no fue explicado en tiempo y forma y una vez más, desde los clubes y desde ciertos aparatos de prensa, se les vendió demasiado humo a los hinchas. Como si contratar un jugador de esa categoría fuera un acto de mera buena voluntad y no una dificultosa operación comercial. El fútbol argentino no está (y casi nunca estuvo) en condiciones de traer grandes figuras internacionales. Sin embargo, se siguió adelante como si nada con el culebrón diario, dando la impresión de que los tres jugadores se desvivían por llegar a River y Boca. 

Suárez, Cavani y Vidal han jugado y hasta salido campeones en muchos de los más importantes clubes de Europa. Desde ese punto, jugar en los dos clubes más importantes de la Argentina, no les aportaba nada. Sin una gran motivación futbolística y sin dinero grande puesto sobre la mesa, no había ninguna razón que justificara su llegada. Y efectivamente, no llegaron. Las decisiones no escaparon a la lógica más implacable. El cuento que por semanas les contaron a los hinchas, efectivamente tuvo el único final que podía tener. Lo que no podìa ser, no fue.