“El cielo se va mojando como un papel secante. Lo miro y no me canso porque ha de ser tan infinito como este lugar”, escribe el entonces joven poeta Arnaldo Calveyra desde París, en 1959. El muchacho que nació en Mansilla, un pueblo de Entre Ríos, y se licenció en Letras en la Universidad Nacional de La Plata, tiene 30 años y un poemario publicado, Cartas para que la alegría. Todavía no sabe que en poco tiempo –un año y medio– esa ciudad se convertirá en su lugar en el mundo, donde vivirá hasta su muerte, el 16 de enero de 2015. La capital francesa fue el punto de encuentro y amistad con Julio Cortázar, Alejandra Pizarnik y Laure Bataillon, la traductora al francés de varios de sus libros. “Allá, yo me dormí muchas noches en París, y no por evasión, no para salir de nuestras sucias políticas, no para olvidar a los milicos de sombrero hasta las orejas en los pasillos de la Facultad de Letras, no, sino porque el pasado me enseñaba eso: la fuente está en Europa. Yo sé, ya sé: toda cosa comienza de otra; no me interesa, además, hacer el proceso de mis mayores. Pero yo me dormía equivocadamente en París como ellos se dormían verdaderamente en París. De ahí que la lucha contra algo tan cargado como el peronismo me pareciera por momentos irreal”, se lee en una de las anotaciones de Diario francés. Vivir a través de cristal (Adriana Hidalgo), primer libro póstumo del extraordinario poeta entrerriano que presentarán Pablo Gianera, Daniel Samoilovich y Beltrán Calveyra hoy a las 19 en el Malba (Figueroa Alcorta 3415) en el marco de las Jornadas Calveyra, que se extenderán hasta mañana.

Diario francés, estructurado en siete partes, es un popurrí de experiencias, registros y “cuchicheos” donde se imbrican narración y ensayo, entrevistas con testimonios, poemas con cartas a amigos del poeta, a Victoria Ocampo y una carta al Presidente de la Nación argentina. “El peronismo fue una prehistoria de jóvenes animales que buscaban el aire, atrozmente desesperados –plantea en esa carta al Presidente, que entonces era Arturo Frondizi–. El momento que vivo es nuestra historia, y no me resigno a dejarla sin saberla un poco más limpia. Yo no tengo la culpa si entre un peronista no inocente y yo no hay diálogo posible. Usted, tampoco. El mal viene de más lejos y era hasta hace un tiempo el mal sin remedio del mundo: los ricos de dinero y los pobres de dinero”. El peronismo no podía ser una nota marginal. “Mi francés, casi bueno para discutir de poesía, se vuelve vacilante cuando alguien me pregunta por lo que fue el peronismo y qué causas lo motivaron”. El “aprendiz de la vida”, como se define el poeta en una de las “entradas”, propone una interpretación singular sobre el parricidio: “No refutamos a nuestra generación anterior, de acuerdo con el antiguo convenio. Ni a la anterior. No fue Borges el padre a matar sino Perón. El hueco que deja el mar antes de volver, lo que fue más inmediato a nuestra convexidad hambrienta. Acaso la parte de Borges que posibilitó a Perón, ese mínimo rincón casi invisible, jardín posterior húmedo que nadie pisa, su parte de padre pasible de asesinato”. 

Impresiona, como siempre, leer a Calveyra, autor de una obra exquisita que incluye poemas, cuentos, novelas y obras de teatro, entre las que se destacan El hombre de Luxemburgo, La cama de Aurelia, Si la Argentina fuera una novela, Cartas de Mozart, Diario del fumigador de guardia, El libro del espejo, El origen de la luz, Maizal del gregoriano, Diario de Eulesis y Novela, entre otros. Hay un “mundo” Calveyra de descubrimientos y hallazgos que nacen de ese primer viaje a París. “Aquí no soy socialmente poeta, creo que no sirve mucho discutir los poemas propios fuera de la temperatura de la lengua”, responde el poeta en un “Reportaje por la Radio-Televisión Francesa para oyentes de América Latina”, realizado por María del Huerto Barletta. “Hay una temperatura en cada palabra, en cada verso, que requiere vivir en esa lengua: la vida entera no alcanza para asumir una lengua porque entonces ya no hay palabra cortada de su medio; aquí me di cuenta, obligado a hablar francés, de que la lengua que uno lleva, la lengua que mamó es un sentido como el gusto, o la vista, o el oído”. Hay textos bellísimos, inclasificables –¿son poemas narrativos, narración poética o microrrelatos?–, que expanden el asombro o la perplejidad ante una sensibilidad y un modo de mirar y escuchar inauditos, fuera de serie. “La vela encendida de la voz, no sé de dónde llega. Llega, el tono es amistoso, se abre, confía casi. Abanico. Limpia esa voz en el silencio ceniza. ¿No tendremos sino en común este pasar del viento, país arrasado de donde venía, y el suyo? La voz insiste pero la infancia es otra. Por una hendija, una panza de viento ha apagado la vela”.

De la última “entrada” de la cuarta parte del Diario francés viene el subtítulo “Vivir a través de cristal”: “Todo es lectura en el viaje, todo es aprender a leer. Aprender que hay tantas lecturas como instantes. Un libro fácil: el tiempo, el agua (fácil, a veces, fácil alguna vez). Relumbraba, como arrebatada por un golpe de viento una rama de almendro con sus puntos cardinales sueltos, al aire. Ya no quedaba, sin embargo, en ninguna parte de las que el libro mencionaba, interesado sobre todo por el arrebato de las hojas, no ajeno al ímpetu del viento, tal vez yo mismo superficie que reclama sus derecho a la superficie; veía como a través de cristal la salmuera”. El poeta logra que “todo lo que toca” con su palabra parezca nuevo, familiar y diferente a la vez. “El poema grita bajo cuerda; una fuerza que corriera bajo tierra sin aprender a respirar. Aprender a respirar es florecer en la tierra”.

* Mañana, a las 19, conversarán sobre la vida y la obra de Calveyra, Fabián Lebenglik, Osvaldo Aguirre, Leonardo Sabbatella y Eduardo Stupía. A las 20 leerán poemas Arturo Carrera y Daniel Samoilovich (Sala Borges de la Biblioteca Nacional, Agüero 2502).