Pensar los discos como instantáneas de un momento de una banda o un músico perpetúa una noción estática sobre lo dinámico. El álbum es una secuencia de momentos maquillados y desordenados adrede, a los que se les montó todo tipo de artificios. Componer, grabar y producir uno implica movimientos, esfuerzos; aplicar vectores de verdad, de calidad, de cohesión, de sentimiento y de capricho que de postre transforman a las bandas. En los mejores casos, las devuelven en un estado superior, empoderado, orgiástico, como su matriarcal exilio devolvió a Heliogábalo a Roma. En ésa está Babasónicos hace 25 años. “Siempre fue clara la importancia de tener retos, porque venimos sacando discos y tocándole a Buenos Aires hace 25 años de forma muy constante, sin desaparecer. Ahora tenemos que buscar caminos que puedan combinar múltiplemente entre nosotros y que no hayamos andado. Yo avisoro que nos queda un margen de al menos tres discos distintos. No voy a decir diez, pero tres discos distintos más nos quedan”, asegura Adrián Dárgelos.

Cuando dice ahora es en un rato, cuando terminen la gira de teatros de Impuesto de fe, el disco con el que el año pasado se reorganizaron como banda luego de un show armado para televisión, tocado con rigor maquinal y registrado ipso facto; dinámico, tenso y con arco argumental pero en definitiva unívoco: fue una interpretación, una noche, un programa. Y fue apenas una porción del delivery de transmigraciones y reescrituras de estos meses en los que la banda rescató los lados B de Inflame, consolidó su logia techno en BBS Vol. 1, espetó la parábola de Shambala y acaba de publicar Repuesto de fe, un combo de CD y DVD sobre su concierto en el Teatro Colón.

“Impuesto de fe estuvo lejos de quedar como un DVD en vivo, tenía un formato donde Adrián era 360º pero el resto no y sólo lo mirábamos a él”, dice Diego Uma. “Esto del Colón es un show más normal, pero me sorprendió un montón el trabajo que hizo Diego Alvarez que tomó testimonios y los mezcló con la historia de la banda y las letras. También me gusta cómo se ve el teatro derretido, calidoscópico”, reseña Uma. “La banda entabló un esfuerzo de destreza coreográfico pero hubo canciones que me permitieron jugar a esa puesta en escena que nos gustaban a mí y a los chicos, de Tom Jones o Scott Walker, de la que Bowie y todos usufructuraron”, retoma Dárgelos.

“Hacer una gira de teatros fue otra señal de que nos convertimos en contracultura siendo aceptados por los de la política de la cultura, porque nadie puede decir que no seamos un hecho artístico”, dice Diego Tuñón. No tiene dudas de que esta gira fue la mejor de su carrera. “Fue la primera pautada entera y eso hizo que todo fuera más sincronizado, aunque a nosotros nos funcione la incomodidad. Y nos volvió a llevar a ciudades a las que hacía mucho no íbamos o a las que nunca habíamos ido. El desafío fue para la banda y para los que están detrás de escena, que trabajan con nosotros hace 16 años algunos o 20 años. Se necesitaba mucho ejercicio porque en un teatro no podés mentir. Cuando arrancamos, en la primera prueba en el Opera sufrí un montón. Había una gira de 50 shows armada y dependíamos de la caja de una guitarra acústica amplificada.”

Panza: –El despliegue fue justificable porque todos los instrumentos que llevamos contribuyeron a que el show fuera nuevo y eso hizo que no hayamos querido parar. Tocamos en teatros hermosos y también en el Vive Latino, ante 30 mil personas. El sonidista nos pedía que tocamos fuerte, pero estábamos acariciando un redoblante con escobilla y funcionaba. Llevamos el show a un festival mega y funcionó.

Roger: –Hacer teatros nos era pesadillesco porque los shows en teatros tienen algo restrictivo. Veníamos del under de los ‘80, de lugares inhabilitables como Stud Free Pub, Café Einstein o La Esquina del Sol, y agarramos los primeros ‘90, con Die Schule, que también era inhabilitable. Y en los ‘90, cuando tuvimos una convocatoria como para ir a un teatro, resultaba restrictivo y negativo.

Tuñon: –Durante muchos años nos costó mucho tocar en teatros por el tema de las butacas: nos cansamos de pagar butacas.

Dárgelos: –En general es difícil arrastrar el público de los primeros discos, nosotros lo hacemos, y en algunos lugares, como han crecido de edad, ahora les fue cómodo ir a un show sentados, pero en los primeros teatros en los que tocamos rompían todo. Los ‘90 encuentran un país desprovisto de lugares cuando el rock asciende un peldaño y sale de los bares. No había venues de mil a dos mil personas. Y había una estructura muy restrictiva para el rock nacional, mezquina, que lo empujaba a los extremos y favorecía al rock anglo. No quería competir con entradas entre anglo y nacional, y explotaba de forma agresiva a las bandas locales. La radio que producía los shows pasaba un 80 por ciento de música de afuera y un 20 de Argentina y tenía todos los lugares monopolizados, y cuando tocabas ahí te pedían que les entregues los derechos de autor. En negro, inclusive. Era muy difícil.

Roger: –A fines de los ‘90 empezó un mercado más lógico para las bandas, que se hizo más grande con los festivales. Ahora puede que haya involucionado, pero son ciclos de negocio. Igual ahora hay festivales gigantes del lado de la chetez o del otro, en Olavarría, donde tenés 200 mil personas en un lugar. Público existe.

Lo otro fue la entrada de ese público a un show fuera de norma: “La histeria de un show diferente al habitual causó un efecto diferente”, marca Uma. “En México no les importó nada y se pararon antes de que empezáramos a tocar. Pero acá, en el Opera, cambió mucho: el público de viernes es ansioso y desesperado, sacó las entradas hace meses, el de sábado es más tranquilo y el de los domingos son los locos.”

Aunque la publicación vía Sony de Repuesto de fe le pone pestillo a su ventana de teatros, las otras obras que apuntalaron sus bodas plateadas y refundaron ese matrimonio de cinco están en YouTube, en el canal de su sello, Bultaco Discos. Inflame son los lados B de Infame, con algunos tan enteros como Matriz de loco, Mosca de chisme o Clamor, con sus resoluciones y codas cinematográficas. El despojado Shambala aportó el tema que le da título a sus últimos shows, y encima tiene El líder. Y Vol. 1 es la primera experiencia registrada de su avanzada techno, BBS.

BBS fue diseñado para un show específico en el Bafici 2014, luego de presentar ahí su videografía, y replicado en 2015 en el Sonar. Mientras ensayaban Impuesto de fe, Panza se compró teclados y empezó a investigarlos con Tuñón y Uma. En un ensayo salió el chiste marihuano de Monga nunca, que abre Vol. 1, y cayó la idea de registrar ese plan tecno sin guitarras y con casi nada tocado, salvo algunas percusiones luego procesadas. “BBS es algo confuso, que aunque es un éxito en streaming no se sabe muy bien qué es; y ese lado no tan claro nos entusiasmó”, recuerda Tuñón, que por esos días hizo algunas cosas con el DJ belga Jimmy Van M y entendió “la arquitectura real de la música electrónica, donde no se cuenta con la acústica, con los cuartos y los ambientes” y el jeite es usar “muy pocos elementos para con frecuencias puras obtener un groove que produzca el baile”.

Babasónicos persiste en la búsqueda de la canción inevitablemente bailable: Los burócratas del amor la rompió toda, lo usan sobre el filo del show y es un dragón al que te querés subir siempre. Pero el pulso maquinoso es otro mambo. “El rock está acostumbrado a los cambios de acorde y en realidad lo que produce el baile es el mantra. New Order es la banda que hace el switch. Recuerdo que cuando puse Substance fue una de las mejores clases de música de mi vida. Y además somos chicos grandes y entendemos de otro modo el tecno pop, como algo muy hermoso proveniente de punks que luego de escupir todo se convirtieron en personas muy tímidas detrás de unos tonos tristes. Hay mucho de ese trazo en Babasónicos, que tiene que ver con el pre new romantic, con la admiración por Kraftwerk y por la British Electric Foundation. Nos debíamos esa posibilidad.”

En medio de esos tres discos y de un rescate de la bella y cojuda obra solista de Carca, al canal de Bultaco también subieron documentales de primeras grabaciones y toques. Uma: “Hay tomas en Lanús, en la quinta, todos en cuero, con colita en el pelo. El primer demo lo hacemos en una piecita roída, que es mía, con Panza tocando la batería con un mic en un palo de escoba. Siempre supimos que los estudios tradicionales no nos iban a servir, porque no queríamos sonar como los otros. Ya ni en Pasto: la primera batería Panza la grabó en un pasillo, en Trance Zomba grabó bajo un arból. Me hubiera gustado que me avisaran que nos iba a pasar esto de poder hacer lo que querramos.”

“Había fe”, resuelve Panza sobre esos años. “Estábamos presionando a la fe –ajusta Tuñón– porque era utópico. El primer milagro es generar tu música y que te guste tanto que la quieras representar 25 años después, es fuerte y lindo.” Uma vuelve: “Lo maravilloso es que a la música que hacés la encuentres tuya, y que no se parezca a otra. A nosotros nos pasó y que llevemos todo este tiempo juntos quiere decir que la forma de disimular es óptima, que el engaño es propicio y funcional”.

De lo privado de Babasónicos se sabe lo ínfimo, sin escándalos ni alharacas. Es una banda que se alejó. Una banda que, en un mundo artero que es usina de excusas, vencimientos, orgasmos fingidos y llegadas tarde, apeló por la fantasía de un modo único, protegiendo la trastienda y elevándose con un método interactivo que reveló una música compleja, popular y épica aunque sin hadas ni magos. Cuando esos recién llegaban al aquelarre, el fauno andante de pasillos de telos de Babasónicos ya se había entrevistado con todas las súcubos. Dos turnos seguidos.

“Con cada disco voy a la búsqueda de mi grey, busco encontrar a quién representa mi voz; ésa es nuestra forma de hacer música y por eso hacemos rock”, dice Dárgelos. “Este mundo no nos gusta y traemos este volumen para decirlo, generamos este enojo, esta angustia y esta empatía, y llamamos a quienes se sientan así a caminar con nosotros. Creo que ésa también era la idea del rock en el ‘56: ‘Miren, somos parecidos, con nosotros pueden cantar, pueden bailar, y en su casa no los dejan’.”

El espectador de cine o teatro no actúa, pero en un recital se canta y baila. Después todo se bardeó y los planes forzados de similaridad y familiaridad, de cotidianidad entre un músico y su público se aliteraron en el rock argentino, con bandas metadiscurseando la identificación, la madurez y la conciencia social. Pero los mejores grupos fueron montados desde la divergencia por quienes se sintieron diferentes –raros, no mejores–, mientras que los que mejor expresaron su fraternidad y su fe igualitaria lo hicieron en organizaciones y movimientos, con trabajo social y con filantropía.

Cómo interpretar la semejanza para que el acuerdo perdure parece haber sido un entuerto del rock, que más allá de cuotas de mercado subsiste eminentemente juvenil. “El rock es una idea que evolucionás entre los 17 y los 20, una cosa que es muy difícil saberla antes, y que si no entendiste a tiempo después ya se te pasó”, apuesta Adrián. “Nuestro modo es el rock, en el intento siempre de distinguir entre lo que podés hacer y el mundo no, que en nuestro caso es explotar la consonancia y armonía cuando esta banda se planta en el escenario, porque sabe cómo hacer ese oficio complejo que se ganó tocando. Nosotros damos la empatía musical de una banda formada hace 25 años en la que los músicos tocan de espaldas con un swing que saca ventaja y desparpajo, donde no solamente se da un show sino que los músicos a la vez se van a la mierda, acceden a otra clase de lugar, y eso eleva la calidad de performance y de entrega, y hay un delivery enorme.”

Dárgelos sabe que hay una forma de canción que Babasónicos ya explotó. “Ya la hicimos, más que nada entre Infame y Romantisísmico, donde las variaciones eran vicisitudes internas, pero también sostenidas en la composición de canciones. Mucho fue compuesto sin bajista porque Gabo y Carca no podían ensayar. En A propósito no jugamos a ser una banda con mega ensayo y aunque Carca era un gran bajista, en Romantisísmico, con Tuta la banda explota su dinámica de swing. Habiendo hecho Impuesto de fe ya podemos explotar otras cosas. Es como cuando hicimos Dopádromo, aunque no me gustaría hacer Dopádromo otra vez. Estamos buscando lo nuevo y creemos que será cosa de semanas, de terminar esta gira para meternos a grabar. Nos queda un puñado de shows.”

Roger: –Después vamos a parar para trabajar en el disco y prepararle un show nuevo. Los discos por lo general empiezan con charlas sobre qué nos gustaría, qué no y qué ya no queremos hacer. Y después se compone, se ensaya y se produce. Todo esto nos va a dejar algo que nos va a transformar cuando volvamos a la forma ortodoxa.

Dárgelos: –Quizás para fin de año podamos mostrar un show nuevo. Tampoco parecido a lo último que habíamos hecho antes de Impuesto de fe, pero vamos a salir a tocar como una banda de rock, y nuestra tendencia es hacia ese empuje de swing y ruido.

Uma: –La corporación decide por nosotros: somos empleados de Babasónicos hace muchos años. Nos tratan bien, nos sentimos cuidados, aunque nos quitan la antigüedad cada dos o tres años.

* Sábado 24/6 a las 20 en Teatro Coliseo (Lomas de Zamora), domingo 25/6 en el Festival Provincia Emergente (Estadio Ciudad de La Plata), viernes 30/6 en Teatro Sarmiento (San Juan) y sábado 1/7 en Auditorio Bustelo (Mendoza).