Los dos casos de doping detectados en River –hasta que se ratifiquen o la contraprueba determine lo contrario–, instalan de nuevo un tema que el periodismo trata a menudo con superficialidad. En el afán de dar una primicia se diseminan sospechas, se echan abajo reputaciones y se condena de antemano. Como si tomar un suplemento vitamínico que podría enmascarar otra sustancia o fumar un porro, guardara simetría con el consumo de anabólicos. Si las muestras de Lucas Martínez Quarta y Camilo Mayada estuvieran contaminadas, no estarían alcanzados ni siquiera por la más liviana de esas hipótesis. Pero dale que va.

Hay dos clases de medios que tratan el deporte: los que banalizan la noticia o aquellos que se sienten incómodos en el tratamiento de temas de alto impacto porque son una parte del problema que incluye la corrupción en el fútbol, los negociados de grandes empresas con los derechos de TV, el rol de los intermediarios, los funcionarios que transan con barrabravas y la lista sigue. Pero cuando se trata del presunto dopaje de un deportista, se lanzan a elucubraciones varias sin apoyo documental ni testimonial. La noticia demanda inmediatez. Venden noticias.

Habría que recordar aquel pensamiento de Gabriel García Márquez: “La mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor”. En la situación que atraviesan Martínez Quarta y Mayada –aunque hay periodistas que involucran a otros futbolistas–, la frase de Gabo no se cumplió. Sus muestras que arrojaron positivo, como todo tema conflictivo o inabordable para quienes no son especialistas, se toca de oído. También se pierde de vista “la colisión que desencadena el mecanismo del control antidopaje con un derecho fundamental como es la intimidad del deportista”, según Elena Atienza Macías, una investigadora de la Cátedra Interuniversitaria de Derecho y Genoma Humano, de la Universidad del País Vasco.

César Torres, doctor en Filosofía e Historia del Deporte, docente en la Universidad del Estado de Nueva York (Brockport) y profesor de Educación Física, tiene más preguntas sin respuesta que los propios periodistas encargados de informar: “el tema del dopaje es complejísimo. Tenemos un capítulo dedicado al tema en un libro que publicamos hace un par de años con Robert Simon y Peter Hager. En cuanto a las sanciones, depende si son en deportes individuales o de equipo. Una pregunta interesante es el objetivo de las sanciones: ¿compensar por una ventaja?, ¿castigar por una acción ilegal?, ¿disuadir en el uso de las sustancias y métodos prohibidos? En el primer caso, ¿cómo se determinaría esa compensación? En fin, se me ocurren muchas preguntas”, cuenta desde Estados Unidos en un correo electrónico.

Si se diera por sentado que todo caso de dopaje amerita una pena, también ahí surgen opiniones que cuestionan el castigo. El doctor Carlos D’Angelo fue coordinador del área de Control y Prevención del Doping de la Secretaría de Deporte de la Nación y miembro del Consejo Asesor Científico del Sedronar. En 2003, en una entrevista con este periodista declaró: “las sanciones son fundamentalmente represivas y no preventivas. Confieso que a la problemática del doping es imposible enfrentarla desde el lado de la represión, ya que estas políticas han fracasado, fracasan y seguirán fracasando si no van acompañadas de un muy activo programa preventivo”. 

Lamentablemente hoy no podemos consultarlo sobre el caso de los dos jugadores de River. Falleció en febrero de 2015. Pero sí podemos citar un pequeño párrafo de su libro Doping y algo más: “Debemos devolverle a los deportistas el derecho a perder. Es muy bueno ganar, pero perder no puede ser una catástrofe. Estamos ante la cultura del éxito. Cuando un deportista toma algo, de alguna manera está denunciando algo que lo exige y lo rodea”. D’Angelo planteaba la elaboración de un vademécum de medicamentos para deportistas, distinto al de la población en general.

Quienes se sorprenden cuando un atleta de alto rendimiento da positivo en los controles –y los futbolistas de River lo son—, deberían recordar las palabras del sueco Lars-Christer Olsson, el presidente de la Asociación Europea de Ligas de Fútbol Profesional (EPFL). En 2004, cuando era secretario general de la UEFA, ya decía sobre el doping: “Sería ingenuo pensar que es fácil acabar con ello, especialmente cuando cada vez hay más y más partidos en el calendario”. 

Si el tema del dopaje requiere la opinión de especialistas (médicos, químicos, juristas, científicos en general) es porque, como en otros saberes específicos, los periodistas no abordamos su complejidad con las suficientes herramientas. Solo manejamos datos, que son como nuestras certezas. Pero el doping nos plantea cuestiones muy trascendentes. La defensa de ciertos valores deportivos. La igualdad entre los competidores sin apelar a la trampa. Y además, el estado de salud de los propios deportistas que casi siempre se pone en juego. Las miradas multidisciplinarias que demanda el problema son demasiadas. Es insuficiente quedarse con la primera versión de la historia. Un nombre más o un nombre menos transformado en primicia, es el alimento de un programa de chimentos en la TV basura.

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