El reconocido bailarín y director de ballet argentino pasó por Una Nueva Aventura y habló sobre su carrera, el peso de la fama y la elección de la danza "como una forma de vida", entre muchas otras cosas.

Bocca, de 54 años, nació en 1967 en Munro, provincia de Buenos Aires, y desde hace algunos años reside en Montevideo, Uruguay, donde hasta 2018 fue Director artístico del Ballet Nacional del Sodre.

Desde Cataluña, donde se encuentra actualmente dando clases, el artista dialogó con Any Ventura, Hugo Paredero, Emanuel Respighi y Marisú Papaleo en el aire de AM750.

Estos son algunos de los momentos más destacados de la entrevista.


Julio, vos sabés que yo me acuerdo de una de las primeras notas que te hicieron, me acuerdo que estabas volviendo en ese momento de ganar la medalla de oro en el Concurso Internacional de Ballet de Moscú y nos encontramos en un bar a la vuelta del Teatro Colón, vos estabas con tu bolsito y acababas de llegar de Rusia. Desde ese momento hasta hoy, qué vida armaste, eh. Y también recuerdo algo muy interesante que me dijiste en París, cuando te hice una nota. Querías dar por terminada tu carrera porque tenías la cabeza llena de coreografías…

Bueno, Any, lo del bolsito lo sigo teniendo, sigo estando siempre con un bolsito, eso sigue. Y sí, la verdad que uno tuvo la suerte de tener detrás a amigos, a familia, a gente que me apoyó muchísimo para poder armar una carrera y una vida maravillosa. Y bueno, como decías, ahí en París uno estaba lleno de coreografías, he aprendido tanto. Digamos, a veces en poco tiempo, otras en mucho tiempo. Yo tuve la suerte siempre de aprender las cosas rápido y que quedaran incorporadas. Por suerte ahora puedo, no bailar de la misma forma, pero sí recordar los pasos de esa coreografía que quizás baile hace 15 años. Es como que se me incorpora. Quizás si tengo que leer un texto en una publicidad o tengo algo para decir, no me queda. Pero lo que es la coreografía, el baile, los movimientos, la coordinación, es algo nato en mí. Y bueno, sigo teniendo esas cosas. Tuve la suerte de armar una carrera maravillosa que me hizo aprender mucho, y creo que siempre representé muy bien a la Argentina, siempre. Puse a mi país en primer lugar, traté de ayudar a los bailarines, jóvenes, coreógrafos, maestros, y traté de que también la gente pudiera ver ballet, que lo sintieran como algo popular, que lo sintieran parte de ellos. No para que fuera algo solo para entendidos, sino también para que cualquier persona pudiera sentarse y disfrutar de este arte. Eso creo que fue un gran trabajo que uno fue haciendo, desarrollando, y bueno, hasta llegar justamente a un final también elegido, también programado. Y de ahí en más a empezar otra vida totalmente diferente, relacionada con lo que amo, que es la danza.

El baile y la mirada fuera de los escenarios

"Me gusta la salsa, me gusta la cumbia. Creo que soy bueno. No soy excelente como los que realmente saben bailar esos estilos, pero yo me divierto, la paso bien. Eso sí, tengo que estar con unas copas de más para relajarme. Porque, quieras o no, uno siempre está con que te están mirando todo el tiempo, ¿no? Siento esa mirada. No significa que lo hagan, pero uno, inconscientemente, durante tantos años, era como que, no sé, ibas a un restaurante y te estaban mirando. Y si te invitaban a una fiesta, por supuesto, cuando uno bailaba era como que no todos querían bailar con vos, entonces eso me quedó. Quizá ahora a nadie le importa y nadie me está mirando (risas)".

Disciplina y pasión

"Creo que la disciplina es todo. Si uno quiere llegar a un nivel, quiere estar siempre en el escenario, quiere poder viajar, poder ser uno de los mejores, tiene que tener esa disciplina. Y también porque uno ama lo que está haciendo, entonces no es una obligación. Esa es la diferencia. A mí nadie me está obligando a tener esa disciplina. La tengo porque yo quiero poder hacerlo cada vez mejor. Entonces creo que esa es también una forma de ver a la disciplina, ¿no? Para mí la danza es mi vida. Quiero que cada vez sea más difícil. Lo mismo a la hora de enseñar. Esta es la segunda vez en estos casi dos años que viajo, por el tema de la pandemia. ¿Saben lo que es dar una clase de nuevo, en vivo, con seres humanos? Mejor que por la pantalla. Tener esa energía, esos nervios, querer lo que uno está transmitiendo. Yo estoy acá hace una semana y veo que los chicos entendieron lo que quería transmitir. Eso es una disciplina también. Es algo que estoy haciendo porque me gusta. Nadie me está obligando a venir en medio de una pandemia. Entonces, cuando mucha gente entienda que es una carrera que uno elige, que es una profesión, que es una forma de vida, que esto no es un hobby, es una forma de vivir, mucha gente va a ver diferente a la danza, como lo que es, un arte y una cultura".

La fama

"La mochila fue muy pesada, sobre todo por una cuestión de que, vieron cómo es Argentina, que te admiran, te dan cariño... Tuve la suerte de tener a Lino Patalano como representante, que lo primero que hizo fue darme un teléfono, que me sirvió como psicólogo, con el que me comunicaba aunque uno estuviera lejos. Creo que depende de con quién te rodees. Y que te digan las cosas en la cara de frente ayuda mucho a que uno tenga otra perspectiva del lugar en el que está".

Presente y futuro

"En este momento estoy muy feliz con lo que tengo. Estoy más que feliz con el reconocimiento de la gente, con el cariño y el respeto. Para mí es más que suficiente. Porque creo que uno ha ido más allá del baile. Es saber que mucha gente en Argentina pudo ver ballet por primera vez cuando yo bailé, y eso para mí es genial. Ahora estoy dando clases en un teatro acá en Barcelona y el otro día, cuando llegué, una señora me estaba esperando, y yo inconscientemente dije “Uh, me va a decir que pisé mal o algo en el escenario”, y no, era la persona que vendía las entradas del teatro y que quería saludarme y sacarse una foto porque me había visto bailar y le fascinó. Una persona de la boletería que sacó una entrada para ir a verme. Digo, esas son las cosas que tengo, y estoy feliz con eso".