Nadie puede negarle a Fanny, la fan la búsqueda de un relato moderno y distinto. Poner en pantalla una comedia que, a su vez, cuenta una historia de ficción televisiva dentro de su trama es un recurso narrativo tan osado como complejo. En cierta manera, expone al espectador ante dos ficciones en una: por un lado, la que desde el lunes transmite Telefe (diariamente a las 21.15) y, por otro, Cuando muerde el amor, la novela de vampiros dentro de la comedia y alrededor de la cual gira la trama de la que la contiene. Incluir el detrás de escena de una novela de vampiros y humanos, como disparador para espiar los pasillos del mundo televisivo, conlleva una dificultad extra para la media de las propuestas que se pueden situar en ese género siempre laxo y nunca definido con precisión denominado “comedia para toda la familia”. Sin embargo, esa decisión asumida desde la producción (Underground) careció en el debut de la picardía e ironía que la propuesta ameritaba para iluminar el detrás de cámara. 

Estéticamente interesante, con una puesta que supo transmitir la “locura” que envuelve a un canal de TV y sus infinitos pasillos a través de diferentes travellings, Fanny, la fan tuvo un debut en el que pareció que nunca pudo escaparse a cierta artificialidad. Aún cuando se tratara de una decisión voluntaria, al fin de cuentas el protocolo y la apariencia forma parte constitutiva del medio televisivo, el capítulo estreno se contaminó de aquello que quiso retratar. El registro sobreexagerado de las actuaciones, desde la adolescente protagonista hasta el guardia del canal, pasando por –obviamente– todas y cada una de las estrellas televisvas del delante y detrás de cámara, empastó una propuesta que terminó resultando distante a los ojos de los espectadores. Una distancia que en varios momentos atentó contra la empatía que este tipo de programas deben generar con el público.

La vida de Fanny (Agustina Cherri) bien podría ser la de cualquier otra adolescente formada adelante de la pantalla televisiva. Hija de una madre sobreprotectora y posesiva por demás, objeto de bullying en los pocos días en los que fue al colegio y víctima de una enfermedad respiratoria crónica, Fanny creció solitaria, encerrada en su casa. Durante años, su única compañía y formadora fue la televisión. Fanática de las telenovelas, para ella lo que sucedía en la pantalla era la vida real. Tal vez por eso es que está obsesionada con Cuando muerde el amor, la novela de vampiros que revolucionó la pantalla y su propia existencia, al punto de convertirse en la presidenta del club de fans del programa. Tras cinco años de éxito, la ficción empezó a perder audiencia, poniendo en serio riesgo su continuidad. Algo que, por supuesto, Fanny no permitirá de ninguna forma: ingresa como asistente de una de las estrellas de la novela para, clandestinamente, reescribir sus guiones.

Desde ese momento, la historia escrita por Ernesto Korovsky, Silvina Frejdkes y Alejandro Quesada contó los enredos a los que se expone Fanny, rebautizada bajo la identidad oculta de Gloria Céspedes para llevar adelante su objetivo: salvar a la novela de un “levantamiento” abrupto de Megacanal. Claro que esa misión no sera fácil para la fanática, ya que después de cinco años de éxito absolutamente toda la producción de la novela está viciada de egos e internas. Incluso, de amores clandestinos que involucran –ni más ni menos– que al trío protagónico de Cuando muerde el amor. Los egos de los actores, autores y hasta camarógrafos de la ficción se expusieron en el capítulo inicial, que promedió 12,4 puntos de rating, según Ibope. Esa cifra le permitió ubicarse a la ficción de Underground como el quinto programa más visto del lunes, aunque lejos de los 15,3 que midió Las estrellas, su más directo competidor –en horario y potencial audiencia– en la pantalla de El Trece. 

Desde la temática, la comedia de Telefe intenta reflejar el fanatismo desmedido hacia las estrellas televisivas –o cualquier persona que forme parte de ese mundo tan irreal como aspiracional– que signa a estos tiempos. Incluso, puede pensarse que en esa búsqueda de atrapar a los huidizos jóvenes de la TV abierta pone en manos de Fanny el fenómeno de la fan-fiction, esa tendencia 2.0 en la que adolescentes fanáticos escriben historias que toman como germen a sus personajes favoritos, tal como sucede con sagas como Crepúsculo o Harry Potter. Una exploración temática y narrativamente valorable pero que, al menos en lo que se vio en el episodio del debut, en Fanny, la fan corre el riesgo de tropezar con una historia demasiado naíf para el prime time.