“La vista no sabe en dónde detenerse, hasta que en algún momento el avión baja hasta quedar a unos metros del agua, si se mira bien el fuselaje está a pocos metros de las olas, el corazón se queda en un puño, aunque enseguida la máquina ya está traqueteando y se siente la felicidad de haber aterrizado en la mujer ciudad del mundo”. Esa ciudad no es otra que Río de Janeiro y el hombre que está por bajar del avión para dar comienzo a La Ciudad de las mujeres, la nueva novela del escritor José Ioskyn, es un periodista cultural llamado Vito que decide darle un giro a su vida y regresar para buscarse a sí mismo como quien ha enterrado restos arqueológicos de su propia juventud en la arena de Copacabana.

La ciudad de las mujeres es una continuidad, no exactamente una segunda parte, de Cómo hacerse hombre. En el primer cuento de ese libro, cuando Vito es adolescente, su papá le pregunta: Ey, vos, ¿cuándo vas a hacerte hombre?. Esta chicana trivial desata en él una tormenta emocional. Se da cuenta, como casi todos los hombres actuales, que no puede responder a esa pregunta porque no lo tiene claro. Ese es el drama de los dos libros: tratar de arreglarse con algo que no se sabe de qué se trata, cómo funciona; qué es en definitiva ser un hombre. En este libro Vito viaja a Río, busca trabajo para intentar quedarse a vivir ahí, pero se hace trampas a sí mismo, perdiéndose en romances y situaciones en los que no sabe muy bien en dónde está parado, ya que juega de visitante y él no es todo lo lúcido que debería para salir airoso. La búsqueda de trabajo se le dificulta, aunque la consigna de que 'Río es Río'” lo sostiene, y a pesar de todo, la felicidad aparece a cada rato”, dice José Ioskyn, autor de varios libros de poesía, entre ellos, Nunca vi el mar y Mi revolución rusa, las novelas Manual de jardinería y Un lugar inalcanzable, que también ha traducido una extensa selección de la Poesía reunida de la poeta brasileña Adélia Prado y Memorias inventadas de Manoel de Barros. 

“Hace un tiempo me mudé a Río de Janeiro, hago traducciones, trabajo online, escribo, y al mismo tiempo me convertí en un fantasma sin entidad personal, sin mi familia, amigos y colegas. Pero Vito siguió viviendo sus aventuras acá en Río, y eso le dio un vigor renovado. Al releerlo, me divertía solo, como el que habla solo, viendo cómo la ciudad maravillosa lo había convertido: estaba más decidido, más lanzado, perdió su carácter melancólico y se puso a vivir aventuras más jugadas. Brasil tiene algo que no es sólo la alegría que suponemos los argentinos, sino la suavidad con la que se viven las experiencias, el placer o la frustración, una ausencia de ansiedad, la tranquilidad de pasar de una experiencia a otra, que se nota mucho en los compatriotas que hace mucho tiempo viven aquí”.

Pero Vito,  en La ciudad de las mujeres, alusión directa, y en más de un sentido, a la película de Federico Fellini, está lejos de la tranquilidad que proclaman aquellos que piensan que ya nada de lo humano les resulta ajeno. Desde que llega a Río se ve arrastrado por una vorágine de todo tipo de situaciones que rondan entre lo absurdo y lo cómico, incluso la tragedia, sobre todo al momento de conocer a dos amigas, primero a Mimi y luego a Tati, quienes harán de la sexualidad un lugar de múltiples aperturas y sobre todo de aprendizaje sobre sí mismo. Porque detrás de cada riesgo y supuestas aventuras amorosas, surgen una gran variedad de reflexiones acerca de los cambios culturales que han puesto en jaque las construcciones sobre la masculinidad.

“Desde el primer libro, el 'drama' con muchísimas comillas es el vacío actual de la identificación masculina”, continua José Ioskyn. ”No soy el primer avispado que nota que en las últimas décadas la masculinidad ha estallado. No es que desapareció, los hombres existen, sino que la identidad masculina definida, estable, sólida, no existe más. A mí me interesó ese campo como investigación narrativa. ¿Cómo son los hombres hoy? ¿Qué es lo que ven? ¿Qué cuentan cuando hablan entre ellos, cómo se sienten, como viven la incertidumbre, la sexualidad, el fracaso, la alegría de la amistad y del amor? No me refiero a lo que deberíamos ser, sino a lo que somos efectivamente: tenemos más incertidumbres que respuestas. A falta de un único modelo, hay un abanico amplio, de muchas posibilidades, muy particularizadas. Se puede inventar a gusto. Si alguien pretende encarnar al macho en el sentido antiguo, queda absolutamente en ridículo. Es un momento histórico interesante para explorar, como un cuadro de Brueghel lleno de personajes rarísimos, algunos simpáticos y otros no tanto. Está lleno de monstruitos. La feminidad está en un momento épico, heroico. Las mujeres llevan adelante el carro de la historia, es su hora, mientras la masculinidad se desarrolla más bien en la comedia, en la bisagra tragicómica. El libro intenta mostrar esa comicidad a veces un poco angustiante de no saber cómo ser, cómo manejarse con una identidad socialmente lábil”.

Parte de esos cambios en los paradigmas culturales aparecen en la novela a modo de contraste entre presente y pasado cuando Vito recuerda un viaje que hizo con su amigo Camilo a Salvador de Bahía durante los años ochenta. Sutil y al mismo tiempo profundo, Ioskyn despliega todo su potencial narrativo en esas páginas muy logradas, donde además de la magia de Salvador con su cultura afro imponiéndose sobre el sincretismo, surge todo un clima generacional, político y artístico de la mano de Caetano Veloso, que termina por mostrar una especie de radiografía espiritual del poeta Vito, aunque no haya escrito un sólo poema. A partir de capítulos breves y alternando distintos géneros literarios, desde la crónica hasta ciertos renovados modos de aguafuertes, La ciudad de las mujeres es la novela de un viaje hacia la sensibilidad de un hombre que ha instalado su utopía en un lugar tan idealizado como el amor. O como diría el poeta cuando cantó aquello de que não seja imortal, posto que é chama. Mas que seja infinito enquanto dure.