El fútbol está repleto de teatralidad y el teatro de pasión futbolera. Se retroalimentan, se fusionan, como si se mimetizaran en una sola pieza. "¿Quién dijo que la H es muda?" hace una contribución notable para explorar -y por qué no sentir- lo que vivimos y sufrimos en ese territorio donde se construyó una de nuestras señales más poderosas de identidad. Queda claro cuando la argentinidad y la masculinidad cohabitan en los colores de una camiseta, en este caso la de Huracán. Una camiseta bien porteña, imposible de imaginar sin el barrio de Parque Patricios, sus calles todavía empedradas, una melodía de tango, el perfume de sus árboles y la rivalidad con su vecino San Lorenzo.

La obra de Antonio Célico y Fernando Álvarez -el primero la dirige, el segundo actúa- toma cuerpo en la vida de un hincha que recuerda formaciones de equipos de memoria, eleva a Herminio Masantonio al pedestal de semidiós, evoca a Miguelito Brindisi, al Loco René Houseman y el Flaco Menotti, y recuerda con nostalgia irremediable al Huracán del ’73 y a su quemero más célebre: Oscar Ringo Bonavena.

No es ésta una crítica teatral -son más idóneos los especialistas- pero sí la crónica de un vínculo más estrecho de lo que parece. Entre el fútbol y el teatro. Hermanados en ese disparador que es la sonoridad de una letra, la hache, que los autores proponen como señal fonética de identidad. Por eso le pidieron a la organización La Garganta Poderosa autorización para utilizar su imagen hecha grito con la tribuna de fondo del palacio Tomás Adolfo Ducó.

Álvarez, el otro Loco de esta historia, con su inseparable pañuelo de cuatro puntas o el gorrito rojo y blanco, domina el escenario con su gestualidad discursiva. Avanza en la construcción de un personaje-hincha que ubica a Huracán en el centro de su cosmovisión. Su mundo está hecho a imagen y semejanza de los colores de una camiseta y todo lo que ella representa.

"¿Quién dijo que la H es muda?" continúa la tradición de obras con el fútbol como eje argumental o señuelo para hablar de otras pasiones bien argentinas. La juntada familiar, el carnet de socio que un padre le saca al hijo desde la cuna, la relación de pareja subordinada a cada domingo de cancha, la cargada al clásico rival, los rituales pre y postpartido. Son demasiadas las piezas teatrales que tomaron al juego más popular como fuerza dionisiaca para reflexionar sobre grandes temas de la vida, antes y ahora, con desmesura. No caben siquiera en una extensa lista, a riesgo de ser injustos en el conteo. La sola cita de "El centroforward murió al amanecer", del dramaturgo Agustín Cuzzani, es la referencia más citada. Fue escrita en 1955. Pasaron 67 años y el fútbol sigue sobre el escenario, en estreno perpetuo.

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