“La educación pública logró que yo pudiera incluirme y me dio oportunidades. Es la mejor política de Estado que puede haber para la inclusión social”. Para Andrea Colicheo, llegar a la educación superior demandó un esfuerzo no solo propio, sino de su familia. Hasta los 5 años acompañó a su padre por las calles de General Roca subida en un carro. Luego, su mamá, empleada doméstica, la llevó todos los días en bicicleta a la escuela, en un recorrido de tres kilómetros. A partir de esa experiencia se amplió su horizonte. Hoy es una flamante egresada de la carrera de Hotelería en la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN).

Andrea terminó el secundario en una escuela nocturna de Bariloche y al año siguiente se inscribió en Hotelería, porque la vio como una carrera novedosa. “Consideré que tenía elementos diferenciadores dentro de la administración en general”, afirma en diálogo con el Suplemento Universidad. “Analicé el plan de estudio y me gustó la administración hotelera, pensándolo en el entorno en el que vivo, que es una ciudad cuyos ingresos económicos devienen del turismo”, agrega.

Durante un año contó con una “beca madre” de la UNRN para mujeres de escasos recursos con hijos, pero luego trabajó mientras cursaba y ya no tuvo necesidad de recurrir a las becas, que hoy se extienden también a padres.

“Tengo la formación que esta universidad me dio, tanto teórica cómo práctica, gracias a las pasantías que me ofreció la UNRN”, cuenta. Esa formación le posibilitó ser profesora en el secundario nocturno del que egresó, colaborar en un estudio contable y, en la actualidad, administrar un negocio turístico en Circuito Chico.

Ya con el título, Andrea aspira a seguir en la industria hotelera “desde un lugar de ética, sin olvidar mi origen y fomentando que todos podemos llegar”.

La UNRN se creó por ley el 19 de diciembre de 2007, comenzó su organización al año siguiente y abrió sus puertas para el ciclo lectivo en 2009. Allí estuvo Andrea para comenzar la carrera de Hotelería y acompañar el crecimiento de la Universidad.

“Hice en promedio dos o tres materias por año. Pero hubo un año de locura en el que metí ocho”, recuerda. Ser madre de dos chicos y trabajadora le impedía cursar con un ritmo parejo.

La pandemia fue otro obstáculo: llegó con dos materias pendientes, pero recién pudo cursarlas durante las clases presenciales. A fines de julio pasado se recibió con Inglés 4.

“Antes de rendir estaba muy nerviosa. Venían a mi memoria todos los recuerdos de mi infancia, el sacrificio de mis padres, los valores que me enseñó mi abuelo. Pienso en mi abuela analfabeta a la que acompañaba a su trabajo donde carneaba animales. Hasta hoy lloro lágrimas de felicidad”, confiesa.

Actualmente cursa la carrera de Contadora Pública en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), de manera virtual. Y tiene un emprendimiento económico unipersonal: “Estoy arrancando: vendo productos de bijouterie para mujeres”. Tiene marca propia, que homenajea a las raíces mapuches de su mamá, de apellido Cayupán. Su significado es “Seis pumas”, el nombre que decidió ponerle a su iniciativa. “Trato de reivindicar mis orígenes mapuches cada vez que puedo. Mi origen es mapuche tanto por parte de mi mamá como de mi papá, cuyo apellido en lengua mapuzugun significa ‘avestruz colorado’”, explica.

Desde su experiencia alienta a quienes desean ir a la universidad, pero lo ven como algo imposible: “Es difícil, pero la recompensa es súper gratificante. En la universidad pública hay muchas posibilidades de acompañamiento, becas y contención con tutorías para que los estudiantes se reciban”.