En los países avanzados la inflación ha vuelto a ser un problema al cercenar el poder de compra de los trabajadores sean activos o jubilados. La principal sorpresa es que el diagnóstico de su origen es presentado de manera bastante clara: la inflación es el producto del incremento de los precios decidido por los productores de la energía y de los alimentos. 

Los gobiernos francés, alemán, italiano, español y de otros países europeos diseñaron paquetes de ayudas a los hogares modestos para sostener la demanda global. De ese modo buscan impedir que el incremento de los precios no disminuya la demanda de los otros bienes y la economía ingrese en un proceso estanflacionista. Se sabe que combatir la inflación con ajustes presupuestarios del Estado o de los salarios conduce a una disminución de la demanda y al estancamiento, y de esa manera no se combate la inflación.

La fuente de la inflación fue, es y será siempre la consecuencia, voluntaria o involuntaria, de un déficit de la oferta real que Keynes atribuía a los errores de los empresarios en la previsión de la evolución de la demanda. 

Para economistas ortodoxos aceptar que la inflación sea provocada por la oferta implica admitir que los empresarios no han anticipado correctamente la evolución económica de la demanda y no han invertido lo necesario para maximizar sus beneficios, lo cual es la base de la racionalidad del homo economicus. Si se observa un aumento de los precios en la ausencia de un terremoto o de una guerra que limitaría el volumen de la oferta disponible, la evidencia muestra que sólo las empresas determinan las cantidades y los precios. La explicación alternativa sería que los trabajadores recibirían de alguien, del Estado que crearía moneda ex nihilo, fondos que gastarían en la adquisición de bienes que la oferta sería incapaz de proveer ya sea porque no existen factores disponibles suplementarios o porque las empresas no han anticipado el hecho, pero esto no es el caso en la actualidad ya que existe un nivel elevado de desempleo de los factores de producción.

¿Por qué hay inflación? 

La explicación de que la emisión de moneda crea la inflación supone el pleno empleo de los factores, lo cual escapa a la realidad y no tiene vigencia en Argentina como tampoco tiene sustentabilidad macroeconómica en el resto del mundo. Este tipo de brecha inflacionista pudo existir en la inmediata posguerra en Europa debido a las destrucciones provocadas por la contienda, pero considerar que la creación monetaria crea la inflación es una idea descabellada porque la inflación en Argentina existió en el período macrista y en 2019 cuando fue del 53,8 por ciento y había emisión cero.

En los países avanzados la razón del incremento de los precios es transparente y de lo que se trata es impedir el proceso de la contagiosidad del aumento. Los debates actuales ponen de manifestó dos aspectos complementarios y no contradictorios. El primero es que los precios de las materias primas de alimentos y de la energía aumentaron debido a las tensiones internacionales. Pero esta explicación está un poco desgastada y debilitada porque la eventual insuficiencia es marginal dado que hay stocks suficientes de alimentos y una política de restricción de la oferta de petróleo de la OPEP, pero no de insuficiencia de recursos. El aumento de los precios fue anterior, como en Argentina, antes de la guerra en Ucrania que empezó el 24 de febrero 2022 y el precio del petróleo volvió a sobrepasar los 50 dólares el baril en diciembre 2020 pero la aceleración de la evolución del índice de precios es anterior.

El segundo aspecto a considerar es que cuando se produjo la pandemia y los confinamientos, la demanda global cayó bruscamente y la producción fue ralentizada, con lo cual la oferta se contrajo, las flotas de cargueros se paralizaron y el desempleo aumento. Cuando la pandemia fue contenida entonces quedó claro que la oferta era insuficiente y produjo un aumento brusco de los precios

Esto volvió a mostrar, como lo había hecho con la crisis de las subprime, el problema de la fragilidad de los aprovisionamientos de los países avanzados que habían expatriado los procesos de producción de medicamentos, en la India, los microprocesadores en Corea y Malasia, los bienes de consumo corriente en China.

La explicación de economistas chinos

Existen otros análisis, como el de los economistas oficiales chinos, que afirman que la inflación en los países occidentales tiene su origen en el cambio de la composición de la oferta o más precisamente en la “desmundialización”. Los países avanzados tienen una “inflación latente” importante y la estabilidad de los precios durante el período 1990 y 2010 -llamado de la Gran Moderación- era el resultado de la provisión de productos importados a bajo precio durante esos 20 años que precedieron la crisis de las subprime. 

Señalan que los productos importados por los países avanzados se habían incrementado sólo 3,4 por ciento, vale decir menos de 0,2 por ciento por año, mientras que para los productos intercambiados entre los países avanzados el incremento durante el mismo período fue de 35 por ciento. En la medida que los flujos de las exportaciones en los últimos 12 años disminuyeron, la oferta global se contrajo y la ponderación de los precios de los países avanzados se incremento, acelerando el alza de los precios. Pero esta tesis no resiste la medición actual de los componentes del índice de precio que muestran los alimentos y la energía como los detonadores del incremento.

Desde 2010 la economía mundial entró en un nuevo paradigma productivo ya que la mundialización se achicó, China impulsó su economía hacia el mercado interno, y los países avanzados pasaron a considerar que externalizar la producción de medicamentos no era quizás una buena idea aunque fueran más baratos, y que los conflictos que podían surgir suponían tener una base productiva que impidiera la aparición de cuellos de botella. 

Un nuevo orden mundial

La interdependencia de las economías, la mundialización, como el período que va 1976 al 2003 en Argentina, tenía sus ventajas para los ricos que ganaban más y los pobres que perdían mucho, la desindustrialización de lujo en los países avanzados, o de la miseria en el país, debilitaba a los sindicatos y garantizaba ese orden inherente a la dominación de las jerarquías y tanto mejor que aparecía a primera vista como una garantía de ganancias fáciles para las corporaciones. 

La pandemia fue el revelador de la inestabilidad de este paradigma, ya que la escasez de la oferta durante ese lapso provocó el incremento de los precios. Esto explica que el mismo sea más contundente en los Estados Unidos que en Europa. Es así porque los incentivos y el gasto público fueron mucho más importantes en el primero, incrementando mucho más la demanda y donde la brecha inflacionista es mayor.

En los próximos meses el incremento del dólar respecto del conjunto de las divisas y la recesión que se avizora van a producir una baja del precio de las materias primas de alimentos, pero encarecerá las importaciones pese a que la reorganización de los circuitos de aprovisionamiento va a disminuir las tensiones de la oferta. Esta evolución y el incremento muy modesto de la tasa de interés del Banco Central europeo del 0,5 por ciento el 21 de julio y de la Reserva Federal (banca central estadounidense) van a moderar las tensiones inflacionistas.

La enseñanza de esta situación inflacionista mundial es que el aumento generalizado de los precios no se resuelve por medio del ajuste, con la devaluación y una disminución del gasto público, como los sostienen economistas ortodoxos sino con la restauración de condiciones normales del funcionamiento de la oferta y el control en los precios.

* Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019.

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