Desde Brasilia

Luiz Inácio Lula da Silva amaneció sonriente en Rio de Janeiro después de la entrevista concedida el jueves al noticioso principal de la TV Globo, visto por unos 40 millones de brasileños, esto es el 40 por ciento de los votantes en las elecciones de 2018. Con una camisa de jean, sentado junto a su candidato a vicepresidente Geraldo Alckmin, hizo algunas bromas y analizó con optimismo las chances de que su coalición se imponga en Rio, estado gobernado por un aliado de Bolsonaro.

Ese buen talante se repetía en otros miembros del Partido de los Trabajadores (PT) conformes con el desempeño de su líder en el test ante Globo, al que algunos compararon con la final de la copa del mundo. Con un traje oscuro bien cortado, camisa levemente rosada y corbata al tono se sentó en la noche del jueves ante William Bonner, el famoso conductor del Jornal Nacional, líder de audiencia desde hace más de medio siglo. Sin altanerías Lula miró a los ojos a su interlocutor cuando las respuestas necesitaban más intensidad, y en ocasiones habló ante cámaras dirigiéndose directamente al público.

Al principio del reportaje carraspeó un poco y se valió de apuntes para responder con datos precisos. Pero en la medida que la garganta iba calentándose comenzó a imponerse y su lenguaje corporal terminó por dominar la escenografía circular azul y blanca. Lula dijo que Bolsonaro es el "bobo de la corte" , un presidente incapaz de gobernar esta nación continente. Lo definió como alguien que "ni siquiera sabe dar cuenta del presupuesto". Frente al autoritarismo imperante debe ser restablecida la política, propuso el jefe petista.

Divergencias

Las divergencias tienen que ser solucionadas de forma democrática, a través del diálogo, como en los viejos tiempos en que el PT tenía como adversario al expresidente Fernando Henrique Cardoso, líder del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB). De esa formación de centroderecha procede el candiato a vice Alckmin, que fue gobernador de San Pablo y postulante a presidente en 2006. En el ballotage de ese año Lula, a la postre ganador, se sacó chispas con su entonces adversario del PSDB.

Consultado sobre las antiguas disputas con su hoy compañero de fórmula, Lula aseguró haber dejado atrás los roces porque se impone consolidar una alianza amplia contra la extrema derecha. "Usted tiene que ver qué sujeto experto es Geraldo Alckmin, es un hombre habilidoso, él dio un discurso el 7 de mayo cuando fue presentado ante el PT que a mí me dio envidia. Alckmin fue aceptado por el PT de cuerpo y alma, yo tengo cien por ciento de confianza de que la experiencia de él como gobernador de San Pablo me va a ayudar a arreglar este país". Lula citó por lo menos diez veces el nombre de su aliado centrista durante los cuarenta minutos de entrevista.

El candidato petista, líder en la última encuesta de Datafolha con el 47 por ciento ante el 32 por ciento de Bolsonaro, habló para un público heterogéneo como lo es el de un canal de aire líder de audiencia. A nadie escapa que su intención fue transmitir una propuesta moderada, democrática, capaz de hacer que Brasil recupere la normalidad y la previsibilidad. Que deje de ser un país sumido en la inestabilidad permanente estimulada por un régimen donde mandan las ultraderechas política, militar y religiosa. Las mismas que alientan desconocer el triunfo petista alegando imaginarios defectos en las urnas electrónicas.

Indecisos

Lula no se dirigió a sus electores progresistas, sino a los indecisos y a los votantes de Bolsonaro que no lo escogen por ser ciudadanos de ultraderecha sino porque aún arrastrar un antipetismo inculcado durante años desde la prensa grande ( que no es una gran prensa) , cuyo representante cabal es el multimedios Globo.

Sin embargo tanto William Bonner como su colega Renata Vasconcellos, los presentadores del Jornal Nacional, el jueves se condujeron de forma contenida ante Lula. No repitieron los ataques de otras entrevistas, por caso la de 2006, cuando esa corporación mediática estaba a la cabeza de la estrategia desestabilizadora. La misma que se repitió en 2016 para derrocar a la presidenta Dilma Rousseff y en 2018 para abortar la candidatura de Lula, víctima de un proceso anómalo concebido como parte del lawfare obejtivado en la causa Lava Jato a cargo del juez de primera instancia Sergio Moro.

Ante cámaras Lula evitó ser agresivo con el magistrado que luego de cumplir su parte en Lava Jato, fue premiado por Bolsonaro con el ministerio de Justicia y Seguridad Pública. Recordó, eso sí, que en una de las audiencias del juicio le dijo a Moro que estaba actuando de forma abusiva siguiendo el mandato de los medios, sin respetar las garantías del debido proceso. Lo cual se confirmaría en 2021 cuando la Corte anuló todas las causas debido a la parcialidad con que se juzgaron.

"Lo que sucede es que aquí en Brasil las personas son condenadas por los titulares de los diarios. ¿Cuál fue el equívoco de Lava Jato?. Tomar un camino político delicado. Pasó los límites de la investigación y entró en los límites de la política. Y el objetivo de Lava Jato era Lula, el objetivo era condenar a Lula", aseguró. Y reconoció que hubo jerarcas de Petrobras responsables de corrupción a los cuales Lava Jato los benefició con la delación premiada.

Los corruptos siguieron siendo ricos, conservando el dinero mal habido, y tuvieron sus penas reducidas cuando denunciaron lo que les ordenaban los fiscales del lawfare, dijo Lula ante millones de brasileños que pocas veces asistieron a una explicación tan certera de ese proceso tóxico.

Dictador

Habrá que aguadar hasta el lunes cuando se publique una encuesta de la agencia Ipec para saber cómo impactaron las entrevistas de Lula el jueves y Bolsonaro el lunes, también en Globo. Las audiencias fueron similares, con leve ventaja a favor del presidente. Pero en lo cualitativo una de las primeras mediciones indicó que dos de cada tres reacciones en las redes sociales rechazaron al militar retirado. Esta muestra no equivale al inmenso universo de los televidentes de Globo pero da una pista.

El caso es que el excapitán no supo contener sus bríos en el Jornal Nacional, donde llegó a decirle al conductor Bonner que éste lo estaba instando a ser un dictador. Algo tan discociado de la realidad que su interlocutor reaccionó desconcertado. El gesto de ese periodista estrella expresó, al mismo tiempo, la política editorial del conglomerado que hoy por hoy es opositor a Bolsonaro y si bien no devino lulista, apuesta en la derrota del referente de la ultraderecha.

En otro momento hilarante del reportaje Bolsonaro repitió que puede desconocer la victoria de Lula si hay falta de transparencia en las urnas electrónicas, las mismas que este viernes volvieron a ser analizadas por expertos de varias universidades para quienes los aparatos son definitivamente inviolables.