Fue una buena idea. Incluyó en un país de exclusiones. Se transformó en un derecho que ahora se perderá. Pero si el Fútbol para Todos (FPT) se extendiera hasta noviembre –todavía no está oficializado–, será con un evidente fin electoral. El gobierno neocolonial de Cambiemos pretende ganar las elecciones legislativas con medidas como ésa. No quiere adelantar otro foco de conflicto y creerá que puede disimular la expoliación de la Argentina que está en marcha y que profundizará más. 

Millones de personas perderán el acceso a un consumo cultural donde los vencedores serán otros: un oligopolio como Cablevisión que controla más del 40 por ciento del mercado de TV paga. Una cadena de Estados Unidos como Fox –socia de Turner en el emprendimiento– que no pudo disipar las sospechas de estar implicada en el escándalo de la FIFA. O la productora Torneos y Competencias que reconoció haberle pagado coimas a ex dirigentes de la Conmebol para obtener derechos de TV. 

El escenario que se vislumbra es ése. El Estado se ahorraría el 0,01 del presupuesto nacional. Cuando se pasa la lupa sobre este porcentaje, lo que se ve es ínfimo. Traducida a dinero, la cifra aislada, representa mucho más: 10.178.987,071 pesos se habían invertido en el FPT hasta febrero pasado. Ahora ese dinero lo pondrá la industria del entretenimiento de bandera estadounidense. La misma que, como Fox, apuntaló la candidatura presidencial de Donald Trump. Oremos…

Este desenlace era previsible. Aun cuando el presidente Mauricio Macri mintió en la campaña electoral. Había prometido que el FPT continuaría, una prueba de que tiene adhesión significativa. Pero para explicar este presente, también hay que remar hacia al pasado. A los orígenes de un proyecto que se inauguró el 21 de agosto del 2009 con el partido Godoy Cruz-Gimnasia y Esgrima La Plata. El periodista Marcelo Araujo fue su cara visible. El relator top de los 90 menemistas y de las campañas a favor de Mauricio Macri por la jefatura del gobierno porteño en la década siguiente. 

El gobierno de Cristina Kirchner le sacó el fútbol televisado al grupo Clarín –que pagaba migajas a los clubes– y se lo concedió gratis a la gente. Pero no lo utilizó bien, ni controló sus recursos de manera eficiente. La AFA y sus instituciones afiliadas se hundieron en las deudas y sus dirigentes en el descrédito. Tampoco se vendió el producto al exterior como hubiera sido esperable. Hoy reconoce esto último su mentor, Gabriel Mariotto, quien promete un aluvión de recursos de amparo contra la cancelación del FPT en todas las provincias. Otro error imputable a la gestión anterior es que le cerró la puerta a todas las publicidades privadas en febrero de 2010. Solo mantuvo a Iveco por un contrato preexistente, que pagaba los avisos hasta con camiones.

Revisar la historia es siempre un ejercicio pertinente. Tratándose del fútbol, un consumo cultural que no se come, ni cura y es discutible si educa, es casi imposible encontrar consensos. Aunque la realidad es la única verdad –enunciamos el aforismo aristotélico-peronista al revés– y se trasladará a los precios. Habrá que pagar, peso más, peso menos, unos 300 sobre el abono estándar del cable. Para que vuelvan a perder los que pierden a menudo y ganen los que están acostumbrados a imponer su posición dominante.

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