Instrumentos reveladores de verdades ocultas. Esa es una de las posibilidades que encierran los archivos en la era digital. Debatir sobre la importancia del rescate y el potencial de esos documentos fue uno de los motivos convocantes del II Coloquio Internacional "Archivar, desarchivar, anarchivar. Memoria y estrategia" realizado en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). El encuentro, desarrollado de modo virtual, fue organizado por la iniciativa “Archivos y diagramas de lo viviente en América Latina” y el proyecto internacional Archivos en Transición (Trans.Arch), cuya sede local es el Programa de Estudios Latinoamericanos Contemporáneos y Comparados (PELCC) de UNTREF. El coloquio convocó a investigadores de esa universidad del oeste del conurbano y también de las universidades de Rosario, La Plata, Río de Janeiro, la República Checa, España, Italia y de Estados Unidos.
El coordinador general del proyecto ‘Trans.Arch’ es Daniel Nemrava, profesor en el Departamento de Filología Románica de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Palacký de Olomouc (República Checa), donde dirige el Centro de Estudios Latinoamericanos. En tanto, el escritor Daniel Link está a cargo del programa PELCC en la UNTREF, donde también dirige la Maestría en Estudios Literarios Latinoaamericanos. En diálogo con el Suplemento Universidad, Link planteó la necesidad de pensar los sentidos conferidos a los archivos según los contextos y destacó el trabajo académico para devolver a esos materiales la relación con lo viviente que alguna vez tuvieron.
-¿Qué temas se trataron en el Coloquio Internacional?
-Propusimos pensar las relaciones entre archivos y la democratización de prácticas y la recuperación de memorias e identidades comunitarias en un contexto altamente crítico y estimulante ligado con el proceso de digitalización de archivos.
-¿Qué significa ‘anarchivar’?
-Cuando hablamos de ‘anarchivar’ nos referimos precisamente al modo de intervención en los archivos institucionales (judiciales, nacionales, etc.) para revelar aquello que, en principio, fue ocultado, relegado a un segundo plano o directamente desconsiderado. El proceso de ‘desarchivar’ algo significa, en ese punto, devolverlo a la vida.
-¿Desde cuándo están trabajando sobre ese tema en la Universidad Tres de Febrero?
-En la UNTREF tenemos la dicha de contar con equipos altamente especializados tanto en lo que se refiere a la gestión documental (el Archivo del Instituto de Arte y Cultura), como a los procesos de lectura. Además, el Programa de Estudios Latinoamericanos Contemporáneos y Comparados (PELCC) que dirijo es la sede local de un proyecto internacional (Archives in Transition) financiado por la Unión Europea.
-¿En qué consiste ese programa internacional?
-Se trata de una red de cuato universidades latinoamericanas y cinco universidades europeas que, a lo largo de cuatro años, se proponen producir conocimiento y estrategias respecto de los archivos de migrantes y grupos subalternos, los usos estéticos de los archivos (en artes plásticas, literatura o cine, por ejemplo) y los aspectos teóricos y metodológicos que involucran su manipulación.
-¿Quiénes participaron del segundo coloquio?
-Para el segundo coloquio convocamos a investigadores de Rosario (Sandra Contreras), La Plata (Graciela Goldchluk), Río de Janeiro (Denilson Lopes), que coincidieron con investigadores de la República Checa, España (procedentes de Valencia y Olomouc), (Italia) Roma) y de los Estados Unidos (Luis Othoniel Rosa y Jesse Rothbard).
“En los países llamados centrales hay una aguda conciencia del lugar de privilegio que los archivos tienen para los investigadores. En América latina, en cambio, todo esto es mucho más nuevo”.
-¿Qué temas trataron?
-Abordamos temas muy diversos. Cito, por ejemplo, el tratamiento de la sodomía y las disidencias sexuales en los archivos judiciales de la colonia, el tratamiento periodístico de algunos casos de perversión y criminalidad (como es el caso de Febronio, un asesino y violador de niños ‘en nombre de Dios’), los archivos de la transición española y cómo pasaron al cine de la época o el modo diferencial en que fueron tratados, según los países y las tradiciones críticas, los archivos de Kafka.
-¿Qué conclusiones obtuvieron del encuentro?
-Es difícil pensar en conclusiones, porque lo que importa es poner en perspectiva los trabajos que se hacen y, sobre todo, pensarlos en relación con el nuevo paradigma de las ‘humanidades digitales’, que también nos interesa investigar. Una vez que los archivos se digitalizan y están al alcance de cualquier ciudadano o grupo de interés, ¿cómo procesar ese material y en qué sentido su inmediatez modifica los sentidos previos del sentido que el archivo administra?
-Ante esa problemática ¿cómo trabajaron?
-Tratamos de trabajar sin dogmatismos porque lo que está en juego no es sólo la identidad de los grupos subalternizados, sino también la comunidad de destino a la que se aspira, es decir: el acceso democrático a los materiales a partir de los cuales se construye memoria.
-¿Desde cuándo se empezó a debatir el tema en la Argentina o en Europa?
-En los países llamados “centrales” hay una aguda conciencia del lugar de privilegio que los archivos tienen para los investigadores. En América Latina, en cambio, todo esto es mucho más nuevo. Fijate que los más grandes archivos latinoamericanos (o hispanoamericanos, porque las denominaciones varían) están en Austin, Texas (la Benson Latin American Collection), en Berlín (el Instituto Iberoamericano) y en Sevilla (el Archivo General de Indias). Aquí tenemos archivos muy importantes pero, en muchos casos, no incorporan la documentación de las comunidades indígenas, que hay que ir a buscar a archivos específicos o a archivos situados en otros países. Además, en la Benson y en el Iberoamericano tienen ya una larga tradición de análisis crítico de los metadatos con los cuales los documentos se guardan y se clasifican, porque han comprendido que muchas veces hay desde el momento mismo de “archivamiento” relaciones de poder que pueden atentar contra la memoria de una comunidad.
-¿Se pueden citar algunos ejemplos, en la Argentina?
-Recordarás que a comienzos de este siglo fueron restituidos a su comunidad los restos óseos (momificados) del cacique Mariano Rosas, que estaban en un Museo de Ciencias Naturales, con la violencia que eso implica. Mucho más gris es el caso de documentación de prácticas rituales y tradiciones comunitarias, pero que tienen el mismo efecto extractivista (se saca algo del contexto al que pertenece) y neutralizador (la comunidad pierde contacto con eso que constituye su historia). Por fortuna, tanto en la Universidad de la Plata, en Untref y en el Cedinci se está trabajando desde hace varios años bien para poder devolver a todos esos materiales la relación con lo viviente que alguna vez tuvieron.
-¿Cómo será el nuevo coloquio de 2023?
-En la edición de 2023 queremos que se discuta precisamente eso: qué lugar tienen las comunidades y grupos de interés en la clasificación de documentos. Este año desdoblamos el coloquio en dos porque estábamos recuperando la presencialidad y no queríamos juntar a tanta gente en un espacio cerrado. El año entrante, en cambio, vamos a tener un coloquio mucho más grande, más representativo de lo que sucede en el resto de América latina, con la participación de los grandes sitios de archivo (archivos nacionales, archivos comunitarios, etc.) y especialistas, una vez más, de todo el mundo. Además, planeamos dos muestras de arte con materiales que salen de repositorios autorales para evaluar también el impacto que “desarchivar” puede llegar a tener respecto de una obra. Muchas veces en el archivo se encuentran cosas que modifican un poco el sentido de lo que uno ya conocía.