En Atenas, cuna de la vida democrática, los principios de isonomía: igualdad ante la ley, isegoría: igualdad en el uso de la palabra dentro de la asamblea y de isotimia: igualdad de acceso a los cargos públicos por sorteo constituyeron pilares fundamentales. En el marco de estos principios fundamentales que signaron el desarrollo de la democracia directa en la Grecia clásica, la administración de justicia también se vio implicada. La práctica de la justicia se ejercía también de manera directa. En cada ciudadano residía la capacidad de acusar y de asumir la propia defensa sobre la base de su capacidad de argumentación para reclamar justicia.

Con el advenimiento de la modernidad y la complejidad social que ella conlleva ambas esferas asumen una nueva dinámica de tipo representativo. Se abre paso entonces a nuevas formas de práctica de la ciudadanía, de la defensa de sus derechos y del ejercicio de sus deberes. El carácter indirecto que asume la democracia obliga a pensar en la necesidad de delegar la soberanía política y también en la necesidad de acudir a la representación en términos judiciales. La creciente especialización que suponen estos ámbitos otorgó a los medios de comunicación un papel protagónico en la sociedad de masas. Durante más de un siglo ellos monopolizaron la publicidad tanto de los asuntos políticos como judiciales para el gran público. Se transformaron en los principales responsables del manejo de las agendas de temas convenientes para ser sometidos a debate y de la difusión de los mismos. Debates, por cierto, constreñidos a determinados puntos de vista y voces autorizadas a ingresar en ese nuevo espacio público eminentemente mediático. Sin embargo, el cambio tecnológico producido en las últimas décadas generó fuertes transformaciones que merecen especial atención. La veloz profusión de redes sociales produjo la reconfiguración del escenario comunicacional dando lugar a un espacio público multimediático en cuyo seno emergen nuevas modalidades de expresión y de acción política. Aunque las posiciones que asimilan esta nueva etapa a visiones utópicas vinculadas a la posibilidad garantizar mecanismos de transparencia, de participación y de mejora del sistema judicial no guardan por el momento correlato estricto con la realidad, algunos fenómenos resultan de interés para el análisis del ecosistema político comunicacional contemporáneo. La comunión entre ciertos sectores del espectro mediático, político y judicial que trabajan en la misma línea desde hace algunos años en diversos países de la región se vio flanqueada por una estrategia que mantuvo en vilo durante extensas horas a la opinión pública. La ex presidenta y actual vice presidenta de la nación, acusada judicialmente, logró saltar el cerco mediático anunciando que llevaría adelante su derecho a defensa a través de sus plataformas digitales (Facebook, Instagram, Twitter, Youtube). El foco de atención de todos los actores en juego quedó subsumido, como en ocasiones anteriores, a sus redes. Una vez más, a partir de su uso rompió las barreras de la representación que los medios tradicionales controlan. Expresó a través de sus cuentas en redes los principales argumentos de su defensa y visibilizó algunas pruebas en las que se apoyaba, al tiempo que sus seguidores y detractores se manifestaban en las calles. Asumió su propia defensa: al igual que en los orígenes de la democracia se sabía hacer. Entre otras cuestiones, Sheldon Wolin, en su recordado libro Política y perspectiva, afirmaba que estudiar las obras de los grandes pensadores permitía iluminar las lecturas sobre el presente. En esta línea basta recordar apenas la Apología de Sócrates. La más conocida legada por Platón, pero también -si se quiere- la de Jenofonte, para poder trazar una analogía entre los sucesos que allí se narran y los que tienen lugar en nuestros días. A expensas de entender esta analogía como anacrónica merece ser tenida en consideración porque nos ilustra las múltiples dimensiones de un fenómeno que requiere mayor profundidad de análisis que aquel que el monocromático discurso mediático nos ofrece. El desafío, por momentos arduo, consiste pues en encontrar claves de lectura que permitan delinear sucesivas aproximaciones que contribuyan a la reflexión sobre los acontecimientos que irrumpen con creciente velocidad en el estudio de la realidad política y comunicacional.

* Doctora en Ciencias Sociales UBA / Profesora-investigadora UBA/UNTREF