Frente a las inadmisibles situaciones de privaciones y sufrimientos que padecen millones de compatriotas que se encuentran en condiciones de desempleo o informalidad laboral, producidas por un modelo económico que desde hace más de cuatro décadas no deja de profundizar las desigualdades sociales y la concentración de la riqueza, aquí se propone apelar a un abordaje de la realidad política, económica y social del país desde un punto de vista estructural, materialista e histórico. 

Nada tienen que ver en la explicación de este presente, signado por la heterogeneidad estructural de una economía concentrada y extranjerizada, las actitudes y valores individuales de las/os millones de argentinas y argentinos que despliegan sus estrategias de reproducción vital en condiciones de informalidad laboral. 

En otras palabras, el drama de la precariedad laboral no tendrá nunca resolución, a pesar de los esfuerzos de las personas afectadas, mediante la estrategia de "empresarialización"promovida por las usinas neoliberales en clara sintonía con la profundización extrema del individualismo apolítico que pregonan. 

Desde sus posiciones de privilegio sostenidas en la seguridad de sus abultados patrimonios, la gran mayoría de las veces heredados, proponen sin descaro la celebración de la incertidumbre y la desprotección laboral sin detenerse a camuflar sus intereses de clase. Está claro que el desempleo, la precariedad y la informalidad laboral vuelven a cumplir sus tradicionales y decimonónicas funciones de disciplinamiento de la fuerza laboral en un capitalismo globalizado en el que desde hace varias décadas se vienen desmantelando las regulaciones y protecciones estatales en materia de empleo y seguridad social.

Desnaturalizar

Resulta imprescindible poner en discusión el modelo de acumulación vigente en la Argentina, apelando al materialismo histórico en combinación con una recuperación de los aportes del estructuralismo cepalino para explicar las condiciones económicas, políticas y sociales de esta coyuntura nacional. 

Esto implica repolitizar la explicación del funcionamiento de la economía capitalista de mercado en el sentido de desvelar la pretendida "naturalización" que sobre sus mecanismos de funcionamiento y apropiación del excedente viene planteando desde hace mas de dos siglos el pensamiento liberal clásico y, en la actualidad, su versión neoliberal. Desnaturalizar el capitalismo es, entre otras operaciones, historizarlo. 

Es decir, rebatir la idea de que el mercado ha funcionado como instancia reguladora de los intercambios económicos y sociales en todas las sociedades humanas a lo largo de la historia. Es, adicionalmente, atreverse a poner en discusión las exorbitantes tasas de ganancias del capital productivo y financiero que aparecen como "tabúes" inadmisibles de abordar por temor a las extorsiones de las clases dominantes.

La etapa oligárquica resultante del momento de incorporación de la periferia latinoamericana al centro capitalista imperial configuró sociedades profundamente desiguales en las cuales las oligarquías locales se apropiaron autoritariamente de las tierras con las mejores condiciones productivas y explotaron sin miramientos a las clases trabajadoras en formación. En muy pocos países de nuestra región resultó posible, en virtud de la comprensión histórica y la decisión política, modificar esta estructura económica y social oligárquica concentrada y excluyente que se configuró a fines del siglo XIX y principios del XX en América Latina.

Historia

A la luz de este abordaje es posible comprender que la "excepcionalidad argentina", según la define Maristella Svampa, de la segunda mitad del siglo pasado logró desarrollarse en el momento "keynesiano/bienestarista" del capitalismo central. Por diferentes razones coyunturales, la clase obrera europea logró capturar una porción mayor del excedente económico a partir de mejoras salariales y de seguridad social

En aquel contexto internacional, la experiencia peronista/desarrollista nacional fue, sin lugar a duda, el período en el cual las condiciones de ingreso y bienestar de las mayorías populares argentinas alcanzaron sus mejores registros históricos aprovechando la inédita coyuntura internacional del capitalismo de posguerra. 

Resulta clave comprender el desempeño económico y los logros sociales del período 46-76 en el marco de un capitalismo global que transitaba la etapa regulatoria keynesiana, que implicaba economías nacionales "cerradas" que sostenían el pleno empleo y altos beneficios sociales y salariales para la clase trabajadora de los países centrales. Este período "igualitarista" del capitalismo de posguerra en los países centrales fue virulentamente cuestionado por las principales figuras conservadoras de fines de los '70, al mismo tiempo que implementaban profundas reformas de desmantelamiento del Estado de Bienestar para dar paso al nuevo "Estado neohayekiano" que predomina en la fase actual del capitalismo globalizado. 

En otras palabras, se ha dejado atrás aquel "contrato social de posguerra" a partir del cual el capital logró ser "domesticado" por las regulaciones estatales que permitieron el pleno empleo y el consecuente bienestar de la clase trabajadora. Liberado de las ataduras keynesianas, el capital retomó la senda de funcionamiento decimonónica reencauzando sus imperativos sistémicos de acumulación del excedente con altos niveles de desempleo y la tendencia decreciente de los salarios reales. En la medida que estos imperativos sistémicos resultan de difícil concreción en los países centrales se trasladan a los "mercados emergentes", donde las posibilidades de explotación de la fuerza laboral fueron y son notoriamente superiores.

Reprimarización

Las acciones de disciplinamiento y reversión del bienestar criollo desde el cambio de modelo de acumulación, según Eduardo Basualdo, con la dictadura cívico-militar en 1976 dio origen a la "modernización excluyente" de los ochenta y noventa. 

A pesar de los esfuerzos rupturistas en materia de política económica y social desplegados en el periodo 2003-2015, no se logró revertir la tendencia a la reprimarización de una economía que presenta a sus sectores económicos más dinámicos y competitivos por su inserción internacional en manos de transnacionales extranjeras que alcanzan un nivel "céntrico" de productividad sobre la base de salarios "periféricos". 

Los encadenamientos horizontales y verticales de las actividades agropecuarias y extractivistas son escasos y los sectores de industrialización sustitutiva que recuperaron capacidad productiva y de generación de empleo formal en la etapa kirchnerista fueron duramente golpeados por las medidas aperturistas y monetarias del periodo de endeudamiento descontrolado del 2015-2019.

Modelo

Es necesario asumir que no existen las condiciones globales para los intentos de una reproducción acrítica de algún tipo de modelo de sustitución de importaciones similar al de la segunda mitad del siglo XX. Esto no significa resignarse al supuesto destino manifiesto del "granero del mundo", pero sí reconocer que en muchos sectores industriales el desfasaje con el progreso tecnológico de los países centrales es tan grande que insistir en su desarrollo no revierte tal distanciamiento y, en muchos casos, los hace fuertemente dependientes de insumos extranjeros. 

En circunstancias de una disputa política frontal contra las corporaciones agroexportadoras por los excedentes dolarizados de la economía, aparece como razonable que las políticas de promoción industrial se dirijan a aquellos sectores que producen bienes para el mercado interno con menor dependencia de insumos importados. Estos regímenes deberían proponerse el reemplazo constante de aquellos mediante la incorporación de tecnologías y conocimientos nacionales permitiendo reducir al máximo los niveles de dependencia externa de las ramas industriales seleccionadas promoviendo, de esta forma, la oferta de empleos formales en la economía. 

Toda política de promoción de ramas industriales que implique el uso de recursos públicos para su protección subsidiada debe contar con una estricta regulación por parte del estado de los márgenes de ganancias de los sectores empresariales vinculados.

Por otro lado, resulta imprescindible continuar en la línea de intervención estatal tendiente a promover la incorporación de valor agregado a las actividades primarias que impliquen la generación de empleo formal. Esto conllevaría a la necesaria participación del Estado a través de empresas públicas en la explotación de recursos naturales y bienes primarios con el objetivo, entre otros, de desacoplar el precio interno de los mismos de la especulación local e internacional. 

Repetir compulsivamente como un mantra: “vamos a transformar los planes sociales en empleo”, no se traduce mágicamente en la realidad si no se toman acciones de intervención regulatoria del Estado frente a los poderes concentrados que detentan el poder fáctico. Es de esperar, adicionalmente, que las acciones de confrontación contra los intereses del bloque de poder que redunde, a partir de una concreta distribución del excedente generado por toda la sociedad, en el bienestar de las clases populares y por consiguiente en el acompañamiento electoral.

 

En el marco de estas disputas por el excedente económico, tan complejas en términos globales y locales, con un Estado nacional debilitado y una clase política cuestionada, la continuidad de las acciones que tienden a la promoción de la denominada economía popular no conducen a la disputa por el excedente económico con los sectores concentrados porque se refieren a actividades de generación de ingresos de subsistencia, que en su gran mayoría presentan escasas articulaciones con las actividades formales del mercado. 

En una línea diferente, y también con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las mayorías populares que no logran insertarse en empleos formales por las disfuncionalidades del mercado laboral, resulta clave adherir a la propuesta de implementación de un ingreso ciudadano, analizando cuidadosamente las posibilidades de su universalización y sustentándolo en una reforma impositiva que capture parte del excedente apropiado por los sectores concentrados de la economía.

Esto permitiría el reconocimiento económico de actividades, como las tareas de cuidado, que no son estrictamente remuneradas por los mecanismos de mercado pero que contribuyen a la generación de la riqueza nacional. 

La discusión sin concesiones de cuáles serán los sectores dinámicos que generen empleos en una economía que tienda a la reducción de la informalidad y la precariedad laboral requiere de un esfuerzo explicativo y pedagógico sin precedentes para disputar y desmontar el mapa cognitivo del neoliberalismo vigente. 

* Docente e investigador de UNCuyo.