Creador de todo lo que hoy se denomina farándula, Israel Chas de Cruz nace el 6 de junio de 1904. El padre quiere que sea médico, él escritor. Se va de la casa. A los 16 años, Nicolás Olivari y Leónidas Barletta le publican su primer libro: “Judíos”, que él mismo ensalza como “una excelente novela corta”. A los 20 ingresa en el periódico “El Telégrafo”. Le hace un reportaje al pionero del cine argentino Federico Valle, y ello lo vincula al ambiente del espectáculo. A los 26 crea el “Heraldo del cine”, un semanario gremial que en el ambiente califican la “Biblia del Cine”. En 1933, Annaconda le publica “Una hora de amor”. El envanecimiento lo acostumbra a cigarros importados que fuma hasta la mitad y los tira en una pose de abundancia y poder. Escribe “Hollywood al Desnudo”, allí narra la vida de actores y actrices. En 1937 es llamado por Alberto Etchebehere para codirigir “¡Segundos afuera!”, película sobre boxeo. El actor es Pedro Quartucci, que había obtenido laureles como excelente boxeador (Medalla de Bronce en los Juegos Olímpicos de París, 1924). También participa un pelotón de actores que luego serían “estrellas” por mérito propio: Luis Sandrini, Pablo Palitos, Pepe Arias, Delia Garcés, el periodista y relator Luis Elías Sojit y una chica que no imaginaba el futuro que la aguardaba: Eva Duarte, rondada por Quartucci en los descansos de filmación. Los decorados eran de un bisoño Raúl Soldi. A mediados de los 40 Chas de Cruz publica “Filmación en la Cordillera”, y “La butaca vacía”, ambos de cuentos. En 1941 funda la “Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina” y la “Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina”. El director Hugo Fregonese lo convoca para que le arrime el hombro en el guion del que también participan Raimundo Calcagno (Kalki, como crítico de cine), Tulio Demicheli (que tendrá un exitoso futuro en el cine mexicano), y José Ramón Luna. “Apenas un delincuente” se estrena en 1949, y es uno de los mejores filmes argentinos desde siempre y para siempre; bastante olvidado por los especialistas. Como dato trascendente de esta cinta, vale resaltar que la persecución de autos en las calles de Buenos Aires es de una realización notable, e impecable en su proceso técnico. Casi veinte años después, en 1968, una película de Hollywood, “Bullit”, dirigida por Peter Yates, deslumbraría a la crítica mundial por otra persecución de automóviles en las calles de San Francisco y, por ello, hoy está preservada en el archivo de la Biblioteca del Congreso de los EEUU, considerada precursora e influyente en este tipo de secuencias. Ninguno de los críticos vernáculos jamás reseñó por ningún medio, que Fregonese había tenido mucho más mérito que Yates para el elogio, si se juzga promediando financiamientos de producción y elementos técnicos a mano. “Apenas un delincuente” no sólo no desmerece ni un pelo ante “Bullit”, sino que en un cabeza a cabeza habría que ver de qué lado estaría el guiño de Dios. En radio Belgrano, Chas de Cruz dirige “Diario del Cine”, acompañado por Clara Fontana y Domingo Di Núbila; éste, influenciado por la “Historia del cine mundial” del francés Georges Sadoul, dará a conocer en 1960 “Historia del Cine Argentino”, dos valiosísimos tomos que no deberían faltar en las bibliotecas de los apasionados del cine nacional. Una tarde yo había ido a presenciar el programa para que Chas de Cruz me autografiara su último libro “Silencio, filmación”, que me había gustado. Le hicieron un reportaje a Duilio Marzio. Al terminar el programa me acerqué a los conductores, pero se me adelantó una chica con una foto del actor pidiéndole se la dedicara; Chas de Cruz, rodeado de gente, le preguntó: ¿no querés una foto mía en el baño?... Hubo un silencio cómplice y todos continuamos como si nada. La chica se retiró con la cabeza baja, pero con el autógrafo. Recontra famoso, Chas de Cruz es retratado por la célebre fotógrafa de origen alemán Annemarie Heinrich; haber pasado por su estudio significaba pertenecer al limbo de los “distinguidos”, algo así como tener hoy el nombre colocado en una baldosa de la calle Corrientes, pero mucho más, y bastante mejorcito, porque eso de que te pisen y escupan, no sé… La vida continúa sonriéndole a Chas de Cruz, es colaborador mimado de los diarios más prestigiosos del país, La Prensa, La Nación, Clarín, El Mundo, La Razón, Crítica, Noticias Gráficas. Dirige la revista “Antena”. Lo invitan de los festivales de Cannes, Venecia, Acapulco, Sao Pablo, Berlín; en el de “San Sebastián”, integra el jurado. Es comentarista relevante en el programa de TV “El Mundo del Cine”. En 1966 publica “Aventuras de la picaresca porteña”. Con insolente frescura, en un reportaje reconoce que su mujer, 40 años menor, lo aceptó porque sabía que, casándose con él, viajaría y asistiría a todos los festivales del mundo. También concedió que, aunque se sentía muy bien, sabía que la muerte lo rondaba. Muy pocos meses después, un jueves, el 1 de febrero de 1968, cuando a sus 63 años ya era una leyenda viva, decide partir sin vuelta de tuerca porque le habían diagnosticado cáncer de garganta (lo mismo padecerá el escritor Leopoldo Marechal por fumar en pipa). Esa enfermedad en aquel tiempo no se controlaba, significaba sufrir el infierno en vida. Sereno, apretó a fondo el acelerador de su Peugeot blanco 403 en la dársena B de Puerto Madero y saltó al Río de la Plata. El auto no cae de punta sino nivelado. Las ventanillas están abiertas para que el agua entre confianzuda. Un operario del puerto, atento, mueve la pluma del guinche y logra colocar la linga salvadora al lado de la ventanilla para que él se aferre y sea rescatado. Hay dos versiones: una dice que levantó la mano agradeciendo, pero advirtiendo NO con el índice. La otra afirma que se mantuvo aferrado al volante mirando al frente, mientras el agua asaltaba el auto con velocidad de pirañas. Las dos versiones coinciden en que Chas de Cruz mantuvo apretado en sus labios el cigarro humeante hasta que el río se lo apagó. Tal como a mí se me había apagado el entusiasmo, aquella vez que prescindí de su autógrafo.