Se cumplen 41 años del estreno de la primera película argentina marica: Soñar, soñar (1976), de Leonardo Favio. Vituperada en medio del golpe militar, Favio la estrena, luego de su éxito comercial Nazareno Cruz y El Lobo (la película argentina más vista). Meses después Favio se exilia. Multitudes de jóvenes corean sus canciones en toda América latina ¿Por qué, exitoso y casado con la modelo más sofisticada de la Argentina, Carola Leyton, filma esa película de la amistad íntima entre varones? ¿Acaso, su depresión política, luego de la crueldad criminal del peronismo burocrático, del que fue parte, lo llevan a una nueva teoría pasional de la amistad? Aún, lo acosaban esas imágenes terroríficas y anticipatorias de los jóvenes torturados, que salvó en las habitaciones del Hotel Internacional de Ezeiza, durante el acto por el retorno de Perón, donde fue el locutor oficial. Favio es en mí un amor eterno y un deseo paterno. Lleva el nombre de mi tío Favio Calvo, asesinado por puto, a sus 18 años, en una escuela hogar de La Pampa. Y es el ideal de artista que mi padre me señaló de chiquito, cuando analicé cuadro por cuadro, a mis 12 años, su película Crónica de un niño solo, en un taller de cine. En esa película vi cómo tres pibes en pelotas violaban a otro; y como el mismísimo director, a lo Marlon Brando, hacía de fiolo; y vi la dimensión de la fuga. El rostro indio de mi tío Favio es igualito al protagonista de Soñar, Soñar, el boxeador Carlos Monzón. Leonardo Favio lo hace actuar de llorón y maricón, una década antes de que Monzón tirara a su esposa Alicia Muñiz por el balcón -primer feminicidio argentino televisado- y trompeara a Susana Giménez. El Monzón de Favio está herido y doblado. Sigue a su compañero de aventuras, el cantante Gianfranco Pagliaro, como un gigante sin reino. Lo ama como las heroínas de un radioteatro mendocino de García Lorca interpretado por Laura Favio y Elcira Olivera Garcés, madre y tía de Favio. El teatro, el circo criollo y Federico Fellini, son los excesos de Favio. Gianfranco le da una imagen a Monzón y lo convierte en Charles Bronson. Monzón, exultante, con su rostro de negrito hermoso, se hace artista y se hace marica en un mismo travelling. Gianfranco, en cuero, haciéndole los rulos a Monzón, sentado de piernas cruzadas, en calzoncillos, con bata de baño, es la primera ternura marica que conocemos en el cine argentino. El diálogo nocturno, de cama en cama, con los ruleros puestos, sobre penas de amor y fidelidad entre amigos, es la primera querencia homosexual que oímos en nuestra dramaturgia nacional. Gianfranco le recita poemas trasnochados; Monzón, sonríe, se muerde la boca y se relame con los versitos del compañero. A la mañana, Monzón, sentado en calzoncillos, en el borde de la cama de su nuevo amigo, lo despierta, le anuncia el desayuno, le elogia los ojos, y asistimos al primer signo cinematográfico homoerótico criollo. Un amigo pueblerino maricón, lo pasea a Monzón, en el caño de la bici por el pueblo, anunciando, a viva voz, que Carlitos se va a trabajar de artista a Buenos Aires, y se produce la primera salida del closet en la pantalla nacional. En el cine de Favio no hay metáforas: son manifestaciones de su vida pasional agigantadas como mito por las desmesuras del color sobreimpreso y procesado; del encuadre barroco; y de la fisicalidad de la actuación. En Favio, un encuadre, un movimiento de cámara es una cuestión pasional. Reproches de celos por un enano llamado Carmen; la obsesión del “¿me querés?”; reconciliaciones sensuales y declaraciones de amor, -como habrán sido en la vida de Favio, con su amigo cantante, Orlando Netti, quien lo acompañó hasta terapia intensiva-, son las ilusiones maricas de Soñar, Soñar. Casi siempre hay dos amigos transhumantes en las películas de Favio. El itinerario iniciático de una vida se co-produce con el amigo. Como en la filosofía de Spinoza la amistad en Favio es una estructura colectiva de lo común. Favio compone un Spinoza transperonista. Como en la fraternidad homoerótica de los presidiarios de la literatura de Jean Genet, los amigos de Soñar, Soñar devienen género chico en el patio de una cárcel y desencadenan con un beso la comunidad sensible que viene.