Desde París

Desde hace más de una semana la prensa europea viene celebrando lo que muchos medios anticipan como “la victoria de Ucrania” sobre las tropas rusas que invadieron el país el pasado 24 de febrero. Los títulos y los relatos son muchos más entusiastas que la prudencia que reina en Washington. Sin embargo, la influencia que han tenido Estados Unidos y Europa en esta guerra es proporcionalmente inversa a los triunfalismos del Viejo Continente. 

Ayuda militar

La pequeña pero ilustrativa historia de los tanques alemanes y las armas modernas traza a la perfección la frontera entre estos dos ejes dentro del campo Occidental: Washington aportó, hasta ahora, un total de 14,5 mil millones de dólares en ayuda militar directa, de los cuales 12,5 mil millones provienen de los stocks del ejército de Estados Unidos. Además del material en sí mismo, Estados Unidos formó soldados y compartió con Ucrania su dispositivo de espionaje, en particular las imágenes oriundas de los satélites de observación estadounidenses. 

Todo un respaldo material que, según asegura el Ministerio Ucraniano de Defensa, le permitió a Kiev recuperar 6.000 kilómetros cuadrados del territorio invadido en torno a las localidades de Kherson y de Kharkiv. Frente a ello y pese a las reiteradas demandas del presidente Volodímir Zelenski, Alemania, aunque presta ayuda militar con la entrega de armas pesadas, se niega a suministrar los tanques Leopardo 2 producidos por el constructor Krauss-Maffei Wegmann. 

Varios expertos militares europeos consideran que con esos tanques Kiev terminaría por sellar su victoria y, por consiguiente, la recuperación de los territorios ocupados. Obuses móviles o cañones como el CESAr francés, el PzH2000 alemán, los vehículos ATF Dingo o blindados Marder (todos alemanes) ya fueron entregados a Ucrania. Pero no el Leopardo 2. Los aliados se transfieren la responsabilidad entre sí. El canciller alemán, Olaf Scholz, alegó que Alemania “no entregará armas sin una coordinación previa con la Alianza Atlántica” (OTAN). La diplomacia de Washington responde diciendo que “la decisión de suministrar cualquier tipo de armas a Ucrania recae en cada Estado y no en lo que diga la OTAN”.

Territorio europeo, armas estadounidenses

El conflicto en Ucrania se ha vuelto una guerra en territorio europeo cuyos combates más fuertes y decisivos se libran con armas estadounidenses. Las metas son las mismas: derrotar al presidente ruso Vladimir Putin en el plano militar o crear un empate para obligarlo a negociar. Sin embargo, la diferencia de lo que Europa y Estados Unidos ponen sobre la mesa es abismal. 

El pasado 8 de noviembre, durante la visita que realizó a Kiev el secretario de Estado norteamericano Antony Blinken, el presidente Volodímir Zelenski reconoció que “sin la ayuda de Estados Unidos no hubiésemos podido recuperar esos territorios”. La superioridad de Washington es aplastante. El 70 por ciento de la ayuda militar que recibe Ucrania procede de Estados Unidos. Comparativamente, el presupuesto militar de Ucrania antes de la invasión rusa ascendía a cinco mil millones de dólares anuales mientras que el respaldo acordado a Kiev por Joe Biden es ya casi tres veces superior a ese presupuesto. 

En términos secos, el volumen de armas entregado por Estados Unidos desde hace seis meses es impresionante: más de 40 mil misiles portátiles, de los cuales 8.500 Javelin, 126 cañones M777 de 155 milímetros, 1.400 misiles antiaéreos Stinger, 8 baterías de misiles tierra aire Nasams, 200 vehículos blindados M113, 16 lanza cohetes múltiples Himars M142 de un alcance de más de 80 kilómetros, 700 drones suicidas 700 Switchblade y 700 Phoenix Ghost, 20 helicópteros Mi-17. A Ucrania llegaron, además, 800 mil obuses de 155 milímetros, 144 mil de 105 milímetros, 85 mil de 120 milímetros y 1 000 M982 Excalibur.

Elon Musk también juega

A su vez, la empresa de Elon Musk, Starlink, afirmó haber entregado unos 20 mil terminales satelitales indispensables para garantizar las comunicaciones cuando las señales no funcionan. Cantidad y calidad. La lista es interminable y, al parecer, esas armas han sido decisivas para complicar los objetivos de Moscú. 

A ese conjunto de armas “ analógicas” se le agrega el imponente dispositivo digital de Estados Unidos puesto al servicio de Ucrania. Los aviones espías de la US Force recorren cada día las fronteras entre Ucrania y Rumania con el fin recuperar los llamados “datos electrónicos magnéticos” que se expanden y emiten las tropas rusas

Hay, por otra parte, imágenes satelitales sobre el conjunto de las zonas en conflicto y ello les permite a los ucranianos contar con un escaneo exacto de la situación en los territorios, así como información detallada acerca de los movimientos de las unidades rusas.

En su edición del pasado 13 de septiembre, el diario The New York Times aseguró que las exitosas contraofensivas lanzadas en Kherson y más tarde en Kharkiv (Sur y Norte) fueron “preparadas con militares del Pentágono en el curso de una serie de simulacros”. Colin Kahl, subsecretario para las políticas del Pentágono, reconoció que “nosotros los ayudamos, luego los ucranianos decidieron”.

Aliados

En orden de importancia, el segundo respaldo militar es el de Polonia y el tercero le corresponde a Gran Bretaña. Francia, por ejemplo, se sitúa en el décimo primer puesto de esa lista de suministradores de armas (fuente: Kiel Institute for the World Economy, Alemania). 

Las asistencias de los demás países de la alianza Occidental están a años luz de igualar la presencia norteamericana: entre las armas más importantes traspasadas por los demás países, Francia entregó 50 tanques antiaéreos Gepard, 18 cañones Caesar y miles de obuses. Alemania ofreció 10 vehículos PzH2000 y le vendió 100 a Ucrania. Polonia cedió 18 unidades llamadas Krab y le vendió otras 54. Gran Bretaña, entre otras armas, cedió 36 lanza obuses de 105 milímetros. 

Se le suman por parte de otros países (Polonia, Gran Bretaña, Australia, Republica Checa, Dinamarca, Países Bajos, Alemania, Francia, Lituania) tanques T-72, misiles anti navíos AGM-84 Harpoon, misiles antitanques Javelin, NLAW, A74 (25 mil), misiles Panzerfaust, misiles anti tanques Milán, misiles Brimstone, misiles anti radar AGM-88 HARM (High Speed Anti-Radiation), dron turco Bayraktar TB2.

Los aliados de ambos lados han sido reacios a dar armas demasiado modernas para evitar que se produzca una escalada con Moscú. Ayudan a Ucrania con gotas bien calculadas en función de sus intereses respectivos y de lo que buscan. Hoy, más que cualquier otra opción, la que se ha impuesto es la de crear una suerte de equilibrio, un esquema sin salida para que esa situación obligue a Putin y a Zelenski a negociar. Por ello el tipo de armas que se provee está regulado por esa meta. Lo dijo el Papa Francisco a su manera: incluso “si un país es el agresor” es preciso “dialogar con Putin” porque, de lo contrario, se “cerraría la única puerta razonable para la paz”.

Este volumen polifónico de armas, trastornó el curso de una guerra de la cual Vladimir Putin parecía tener todas las cartas en la mano: superioridad militar ante Ucrania y dependencia europea ante los hidrocarburos rusos. La contraofensiva se inició el pasado 6 de septiembre al este de Ucrania. 

Los medios, en Europa, la presentan como una clave del éxito global sobre Rusia. Parece, por el momento, un argumento muy apresurado. La guerra, para un lado y para otro, está muy lejos de haber sido perdida o ganada

Puede que la probable matanza en la localidad ucraniana de Izium incremente aún más la presencia militar encubierta de Washington en esta guerra. El hallazgo de más de 400 tumbas con evidentes signos de tortura en esa localidad de Ucrania liberada hace algunos días va a incitar seguramente a la Casa Blanca a desbloquear más armas para Kiev: el conflicto continuará, al final, con los europeos como meros espectadores retóricos y con Moscú y Washington confrontados en la disputa real. Europa es una invitada de piedra y Estados Unidos el amo militar concreto.

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