Arbolito y María y Cosecha son buenas muestras de esa manera de hacer música argentina que desde su diversidad supo construir un destino común: ampliar la estrecha mirada sobre la tradición ejercida por cierto “naturalismo industrial”, para abrir diálogos hacia una música de esencia popular, profundizada en sus contenidos, arraigada en la honestidad, capaz de despertar otras pasiones, avivar otras formas del gusto y reconocer otros públicos. Las dos bandas cumplen 25 años y lo celebran este miércoles, desde las 16, con un concierto gratuito frente a la EMPA, la Escuela de Música Popular de Avellaneda (en el Parque Arturo Illia, Vélez Sarsfield 680), la institución pública donde se formaron. Junto a los cumpleañeros, la invitada especial será Teresa Parodi.

En lo que será también una celebración por el Día del Estudiante --con la colaboración del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, la Municipalidad de Avellaneda y el Centro de Estudiantes de la EMPA-- estarán además la Orquesta del Folklore de la EMPA, que dirige Juancho Farías Gómez, y el grupo Pataspila de Santiago Bonacina. “Nada de esto es casualidad”, asegura Teresa Parodi sobre este encuentro en el que historia y actualidad se abrazan en la continuidad.

Una escuela necesaria

“La EMPA es una escuela necesaria. Nació y creció con grandes ideas, cumpliendo la invalorable función de sistematizar los conocimientos en torno a la música popular y formar músicos en la gran diversidad de géneros y estilos”, comenta Teresa a Página/12. “Muchísimos de los buenos músicos de la actualidad pasaron por esas aulas y el caso de Arbolito y María y Cosecha es emblemático. Ellos son parte de una generación que propuso una nueva mirada a partir de la calidad y la profundidad. Me produce un gran orgullo poder estar en esta celebración y al mismo tiempo me entusiasma saber que la música argentina está en buenas manos”, define la creadora de muchas de las canciones que son escuela afectiva y social para varias generaciones de argentinos.

Creada en 1986 en el ámbito de la Dirección de Educación Artística de la Provincia de Buenos Aires, para “formar músicos capaces de crear y transmitir el sentir de nuestro pueblo, generando para ello hábitos de estudio en ámbitos que hasta ahora han sido abordados intuitivamente” --según se lee en una gacetilla de la época--, la EMPA es la primera escuela en su tipo en Argentina y América Latina y desde entonces llegan a sus aulas estudiantes de todas la provincias del país y también del mundo. Manolo Juárez en folklore, Horacio Salgán en tango y Hugo Pierre en jazz, fueron los encargados de formular los contenidos de los primeros planes de estudio, un itinerario que en permanente movimiento se ajusta en sintonía con la realidad.

Por otro camino

Chiqui Ledesma, cantante de María y Cosecha, egresada y docente de la EMPA, cuenta que supo de la escuela en un encuentro de estudiantes de música en Santiago del Estero. “Por entonces estudiaba en la escuela de música de la Universidad Nacional de Rosario, de formación clásica, pero mis inquietudes pasaban por el folklore. Hasta que me enteré que existía una escuela estatal con formación en música popular, donde enseñaban maestros como Manolo Juárez , Lilian Saba, Juancho Farías Gómez, Kelo Palacios, Anibal Arias y muchos más”, cuenta Ledesma. “Entré a la EMPA en la época del llamado “folklore joven”, pero la escuela nos marcaba otro camino, identificado musical e ideológicamente con el Movimiento del Nuevo Cancionero, y en esa dirección creamos nuestros propios espacios”, agrega la cantora.

María y Cosecha (Foto Guara Calvo)

“En esa época del ‘folklore joven’ y del rock barrial y Arbolito no entraba esas categorías del mercado. Por eso hicimos también nuestro propio camino, tocando en plazas, cortes de ruta, universidades, cárceles”, interviene Pedro Borgobello, clarinetista de Arbolito, que también fue parte de los Cosecha en sus orígenes. “La EMPA propiciaba encuentros. Yo tocaba con los Cosecha, que era una música más de arreglos y ensayo, y con Arbolito, que era más espontáneo. Pero a los dos grupos nos movía lo que nos contagiaba la escuela, que sobre todo pasaba por descubrir esa cultura argentina y latinoamericana que estaba escondida para nosotros después de la dictadura”, agrega Borgobello.

Tocar la vida

“En Historia del folklore y Música latinoamericana, por ejemplo, tuvimos como profesor al ‘Toro’ Stafforini, un tipo que nos abrió un panorama enorme sobre músicas que eran totalmente nuevas para nosotros”, interviene Agustín Ronconi, guitarrista, charanguista y voz de Arbolito.

La charla se prolonga y la memoria se despliega trayendo más nombres de profesores queridos, que son además nombres esenciales de la música argentina. “Tuvimos a próceres de la música enseñándonos todo lo que sabían, un lujo que se completaba en los conciertos de la escuela, cuando terminabas tomándote un vino y bailando chacareras entre profes y alumnos. Ese clima nos formó”, dice Ronconi, que con Borgobello, Ezequiel Jusid, Andrés Fariña y Diego Fariza bautizaron la banda con el nombre del ranquel que en 1829 ajustició al coronel Federico Rauch, llegado a la frontera sur de las Provincias Unidas del Río de la Plata para exterminar a sus habitantes originarios. “También por esto es tan importante para nosotros poder celebrar estos 25 años de camino en el lugar donde nos formamos, junto a nuestros amigos, con una referente como Teresa Parodi y la Orquesta de Folklore de la EMPA dirigida por Juancho Farías Gómez, que fue profesor nuestro y será nuestro invitado”, agrega Borgobello.

También para Farías Gómez –otro apellido emblemático de la música argentina—se trata de una ocasión especial. La Orquesta de Folklore de la EMPA es uno de los laboratorios musicales de la institución, que de alguna manera sintetiza su espíritu, y la posibilidad de mostrarlo en público es siempre estimulante. “La orquesta está integrada por egresados, docentes y estudiantes. Nació con la escuela, con la idea de mostrar las representaciones posibles del folklore, incluso en sus distintos momentos históricos. Eso nos lleva a combinar instrumentos tradicionales con instrumentos eléctricos, secciones de cuerdas y de vientos y lo interesante son las combinaciones posibles entre estos elementos”, enfatiza Farías Gómez, que es además regente de la escuela.

Soñar

Con un edificio propio y una planta de alumnos en permanente crecimiento, junto con los desafíos artísticos y de formación la EMPA afronta las dificultades de una escuela única en su tipo, que muchas veces no lograr entenderse con la burocracia del sistema educativo. Farías Gómez lo toma como una cuestión cíclica. “Ahora, por ejemplo, nos quieren reformular el período de la Formación Básica, que en la EMPA está sólidamente articulado y es una instancia de nivelación para que puedan acceder al Ciclo Superior también quienes no han tenido la posibilidad de estudiar formalmente, algo que en el campo de la música popular todavía es frecuente”, asegura.

En este panorama, Ledesma, que con Pablo Fraguela, Pedro y Matías Furió y Taty Calá, integrantes de Cosecha, son además docentes de la escuela y de alguna manera los transmisores de aquella mística fundacional de la EMPA, mantiene su optimismo. “Estoy convencida de que la enseñanza artística es revolucionaria a nivel personal, y colectivo y que desde el arte se puede soñar en un mundo mejor”, concluye.