En algo coinciden los dirigentes y los millones hinchas de River: el ciclo de Marcelo Gallardo como director técnico atraviesa el peor momento desde su comienzo el 27 de julio de 2014. No ha sido alcanzado ninguno de los objetivos que se trazaron cuando el técnico renovó contrato por un año a fines de 2021. Eliminado por Tigre en los cuartos de final de la Copa de la Liga, por Vélez en los octavos de la Copa Libertadores y por Patronato en cuartos de la Copa Argentina, a nueve puntos del líder Atlético Tucumán en el campeonato y perdedor de los dos Superclásicos del año ante Boca, 2022 será el primer año en el que River y Gallardo no celebrarán ningún título.

Sólo le queda a River un objetivo por cumplir: clasificarse para la Copa Libertadores. Y todavía debe luchar para ello: con 61 puntos en la tabla anual, está tercero a solo tres de Argentinos Juniors, el quinto colocado y el primero que está ingresando a la Copa Sudamericana. Quedan 18 por jugar considerando la fecha de este fin de semana, por lo que un eventual descuido puede dificultar el acceso a la Copa de 2023. Y terminar de redondear, un año en el que todo le salió mal.

Gallardo no pudo rearmar a River después de la salida de sus dos mejores jugadores. Las ventas de Julián Alvarez al Manchester City de Inglaterra y de Enzo Fernández al Benfica de Portugal enriquecieron la tesorería. Pero emprobrecieron al equipo que tampoco se potenció en los últimos dos mercados de pases. Ni los regresos desde China del colombiano Juan Fernando Quintero y desde Rusia de Emanuel Mammana, ni los préstamos desde la MLS estadounidense de Esequiel Barco, Tomás Pochettino y Leandro González Pires, ni las compras de Elías Gómez, Andrés Herrera, Rodrigo Aliendro, Pablo Solari y el goleador Miguel Borja ni la repesca de Colón del juvenil Lucas Beltrán le arrimaron soluciones a Gallardo que le permitieran compensar las transferencias. Sin la presión en primera línea y el gol que aportaba Alvarez ni el volumen de juego y la categoría de Enzo Fernández en la media cancha, River ha perdido confiabilidad: gana y pierde como cualquiera y contra cualquiera. 

Un dato revela hasta qué punto a Gallardo también lo ganó la desorientación: ante la falta de respuestas individuales y colectivas, las lesiones y cierta apatía que fue particularmente visible ante Boca en la Bombonera, nunca presentó dos veces seguidas el mismo equipo. Movió las piezas atrás (probó 21 formaciones diferentes en 26 partidos), en el medio y adelante y nunca pudo conseguir solvencia defensiva, generación de juego ni poder de gol. Ni siquiera logró construir una localía fuerte: Tigre y Vélez lo eliminaron en el Monumental donde también salieron ganadores Godoy Cruz, Sarmiento, Banfield y Talleres de Córdoba. Después de años gloriosos, River transita un momento oscuro. Y no sabe cuanto falta para ver la luz al final del tunel.