La foto es bastante sencilla y explica buena parte del problema de la inflación de alimentos en la Argentina: las empresas que producen bienes de la canasta abastecen a los grandes supermercados y a los pequeños y medianos. Los primeros representan sólo un cuarto del consumo total, mientras que en el resto compran 8 de cada 10 argentinos. En los hipermercados, el Gobierno tiene acuerdos de precios, controles y hasta algo de colaboración política para acercar información. En el resto, el Estado está casi a ciegas. Es por eso que las alimenticias empezaron a elegir remarcar muy fuerte por fuera de los grandes supermercados para recomponer márgenes de ganancia como pocas veces se vio en la historia corta, vender mucho más caro a un mayor volúmen de demanda y a poblaciones (sectores medios bajos, bajos o indigentes) que centran su gasto casi exclusivamente en comida y compras diarias. 

Según detalles a los que accedió Página I12, entre las fábricas que producen alimentos y los distribuidores y mayoristas, envían a los comercios barriales, chinos y almacenes de todo el país listas de aumentos con subas que van desde el 20 hasta el 100 por ciento. Y por ese tipo de especulación, comprar donde lo hacen 8 de cada 10 argentinos es hasta un 50 por ciento más caro que hacerlo en los supermercados que controla el Gobierno pero que geográficamente no tienen la capilaridad del comercio barrial. 

En el Gobierno saben que allí, en las compras en el barrio, está el problema en el que se enmarca la discusión de la semana, que puso sobre la mesa la vicepresidenta, Cristina Kirchner: que en una economía que mantiene niveles de consumo muy altos para semejantes ratios de inflación, las ganancias extraordinarias de empresas -que volvieron a tener balances positivos en el Gobierno de Alberto Fernández- se terminan alimentando con aumentos de precios desbocados a sectores que no tienen ni siquiera la capacidad mínima para poner el alimento en la mesa. Además, estas subas terminan distorsionando el número final de alza en alimentos del IPC, un fenómeno que en el INDEC ven claramente por estos días. 

"Nosotros tenemos una inflación semanal de 2,5 por ciento". El dato, muy duro, lo dio a este diario Fernando Savore, titular de la Federación de Almaceneros de la provincia de Buenos Aires, el polo más grande de consumo y donde las remarcaciones son, sin eufemismos, salvajes. Un ejemplo: el aceite Natura, que produce Aceitera General Deheza (AGD), fue vendido por los supermercados mayoristas y distribuidores a principios de mes a 360 pesos. Luego subió a 724 pesos y ahora el costo es de 899 pesos. Ergo, los comercios chicos no venden la botella al público por menos de 1100 pesos. "Se están quedando con una tremenda renta, y pasa en todos los rubros", sintetiza Savore. 

Hace unos días, la cámara de almaceneros le mandó al secretario de Comercio, Matías Tombolini, una nota relatando subas de hasta 100 por ciento en los aceites de parte de los mayoristas, que ya le compran con bastante aumento a las alimenticias que están nucleadas en la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal). Otra de las denuncias, que el azúcar, que fabrican dos empresas grandes que tienen casi la totalidad del mercado en el AMBA (Ledesma y Tabacal), pasó de costar el paquete de kilo 117 pesos pesos a 220. Esas subas fueron tanto para comercios chicos como para los grandes, y nadie puede explicar por qué, en un escenario donde la política no se sobresalta, el dólar está medianamente estable y no hubo otros costos paritarios o logísticos, se producen esas alzas. Es más, hace dos días, volvieron los ingenios a mandar listas con 20 por ciento de aumento en el azúcar.

Otro dato importante que se suma a los aumentos que los grandes del consumo como Coca Cola y Molinos hicieron y develó el lunes último este diario: en las últimas horas, Mastellone, que tiene el 85 por ciento del mercado lácteo y más del 90 por ciento en leche en sachet, envió listas de aumentos del 10 por ciento, en un mes que ya había subido 7 puntos. Es decir, tuvo un alza general 10 puntos mayoer que la inflación promedio que dio a conocer el INDEC para septiembre. También 10 por ciento subió las gaseosas línea Pepsi y un 10 por ciento las aguas de la francesa Danone, uno de los líderes del mercado. Otro de los que pasó subas fue Nestlé, que aumentó un 9 por ciento. 

El problema de estos aumentos es que los están padeciendo en los barrios. En Argentina hay sólo entre 2800 y 3000 grandes hipermercados nacionales y extranjeros. Y entre 120 mil y 200 mil comercios de cercanía (chinos, almacenes, pymes, etc). En general, estos últimos compran poco y nada de manera directa con los fabricantes y la tercerización de la distribución les pone valores altísimos. Eso ya está teniendo un correlato en los números del consumo o, más bien, en la migración del mismo. La consultora Scentia mide hace años con mucha precisión el gasto básico: su estadística muestra que el consumo masivo lleva 13 meses consecutivos en alza pero, desde que la inflación empezó a empinarse y las remarcaciones de las empresas se fueron a los barrios, cayó muy fuerte el gasto hogareño en los comercios de cercanía y repuntó mucho en los grandes supermercados. En agosto, las ventas en grandes superficies crecieron 4,3 por ciento, comparando además contra una base muy alta. Una mejora superior al 5 por ciento en igual mes del año anterior. En la otra esquina, el consumo en los comercios de cercanía cayó 1,7 por ciento, cuando ya comparaba contra una base mala: una caída del 4,1 por ciento en igual mes del año pasado.

Un ceo del supermercadismo admitió ante este diario que, de hecho, "vemos que nos vienen a comprar gastroonómicos y hasta supermercadistas chinos porque los precios están más bajos que en los mayoristas". En general, aprovechan aquí la existencia de acuerdos de precios con los fabricantes y el programa oficial Precios Cuidados. 

La concentración y el problema político

Las pocas manos que manejan estas remarcaciones ponen además a los consumidores y comercios chicos en una situación de callejón sin salida. Si no compran con subas, no venden, porque hay demanda. Y al Gobierno casi que lo dejan con una única pero no menor herramienta para corregir los aumentos: la vía política. Se espera que esta semana, con un escenario más claro y nuevas exigencias, el ministro de Economía, Sergio Massa, vuelva a sentarse con las alimenticias para ver si esta vez comprenden cuál es la idea oficial en un escenario donde los precios de los alimentos pegan duro. No descartan tener como herramienta el control de importaciones, que para las empresas es clave. 

La excusa empresaria de las subas es que se teme por un proceso de congelamiento de precios y, en paralelo, hay fuertes niveles de presión con aumentos cuando el Gobierno y los privados están a punto de cerrar una nueva etapa y más abarcativa de Precios Cuidados, valores de referencia que nunca les gustaron a las alimenticias.

Yendo al problema de la concentración, datos del sector muestran, por caso, que el 82 por ciento del mercado de las gaseosas y aguas lo tienen dos empresas, Coca Cola y Pepsico, que a la vez también fabrican snacks y alimentos. 

En leche fluida, nueve de cada diez litros los produce una sola empresa, Mastellone. El 10 por ciento restante está en manos de Addeco Agro, Tregar y, en menor medida, la cooperativa Sancor. 

La yerba es clave en la mesa de los argentinos. Sólo cinco empresas producen el 75 por ciento de la oferta total. A saber: Establecimiento Las Marías (Unión, Taragui, Las Marías, Mañanita, La Merced) y Hreñuk (Rosamonte, Campeche). En los lácteos, aparecen las mismas lácteas que en la leche fluida, pero se agrega una fuerte, la francesa Danone, otra de las que pasó listas nuevas con aumentos de precios. El 45 por ciento de la producción de lácteos lo hacen sólo 10 empresas.

En panificados, el grupo mexicano Bimbo posee el 80 por ciento del mercado. Y lo mismo ocurre con las azucareras Ledesma y Chango, del grupo Tabacal, que concentran el 75 por ciento de las ventas. En el resto, sólo 10 ingenios producen 8 de cada 10 paquetes. Otro caso de mucha concentración es el arroz. Allí manda Molinos Río de la Plata, la firma de los Pérez Companc, que es una de las tres principales comercializadoras con producción propia.