Las primeras manos que tocaron a Gady Pampillón fueron las mismas que a Sandro. Ambos músicos y su partera vivían a pocas cuadras de distancia, en Valentín Alsina, barrio del que Gady jamás se mudó y que describe como “una zona industriosa, de raíz tanguera, pero con mucho rock”. Además del Gitano, enumera ejemplos como 2 Minutos o La Torre, la banda que le dio un espacio como guitarrista en Argentina antes de que iniciara un largo periplo solista. Todo vuelve a su origen y Pampillón le dará circularidad a esa parábola hoy en el Teatro Roma de Avellaneda (Sarmiento 101), donde repasará una carrera que tiene como último elemento su disco Long Play. “El escenario es donde mejor me siento”, asegura. “Me gusta esa cosa de tocar en vivo, compartir con otros músicos, chivar y mojar toda la guitarra”.  
“Siempre fui un guitarrista de blues”, afirma Gady. “Conocí amigos que tocaban eso y después fui pasando por Eric Clapton, Johnny Winter o Stevie Ray Vaughan. También me gustaban Deep Purple y Led Zeppelin, cuyo color blusero es notorio. Aunque aparecieron AC/DC, Van Halen y esa ola heavy de los ‘80 que me encantó”. Esas últimas influencias se evidenciaron en Alakrán y en su posterior paso por La Torre. Ya como solista, retomó el pulso rhythm and blues y la síntesis se produjo sola: “Por ahí para el heavy soy demasiado blando y para el blusero soy demasiado duro, pero ambos estilos conviven en mí de manera plena; me gusta transitar un camino intermedio, jugar a dos puntas, al estilo ZZ Top”.  
La 4 x 4 es el nombre que usa desde hace dos décadas para su carrera solista, acompañado hoy por el ex Memphis Fabián Prado en teclados, el bajista Silvio Hunko y otro ex Alakrán, el baterista Griego Alonso. Long play es el segundo disco de esta experiencia, tras Conventillo, editado en 2009. Un material donde logró reunir a decenas de músicos históricos del rock en Argentina. “Mi primera intención fue grabar con las bases de los 70, como Juan Rodríguez y Rino Rafanelli, de Sui Generis y Polifemo; Eduardo Frezza y Juan Espósito de El Reloj; Michel Peyronel y Vitico de Riff; o Alejandro Medina y Javier Martínez, de Manal. No pude conseguirlos a todos, pero la cantidad de invitados es impresionante”, se entusiasma.
–Se cumplen treinta años de su ingreso a La Torre. ¿Cómo recuerda aquellos años?
–Entré porque fui a mostrarles a Oscar Mediavilla y a Patricia Sosa, que también eran de Alsina, un demo que habíamos grabado con Alakrán, y a ellos justo se les estaba por ir el Negro García López. En ese momento yo era un hippie bárbaro y no tenía ni un Marshall. La metamorfosis llevó su tiempo, pero creo que finalmente hicimos una química maravillosa, sobre todo con Patricia.
–¿Reivindica a Patricia Sosa como rockera?
–Por supuesto, y la reivindico como compañera y profesional: luchadora, apasionada y obsesiva por su trabajo. Siempre les voy a estar agradecido a ella y a Oscar por esa oportunidad. Es mi recuerdo más brillante, porque La Torre estaba en los primeros niveles de popularidad y me permitió jugar en Primera. Fue una plataforma de aprendizaje sobre el profesionalismo, el escenario, los viajes y la convivencia. El músico no vale sólo por lo que toca, sino también por cómo resuelve todas esas circunstancias. 
–En el disco reunió a músicos notables, muchos de ellos compañeros de ruta. ¿Es una especie de autohomenaje?
–Prefiero decir que es fue una “ceremonia autoceremonial”. Un gran momento musical para mí y para ese gente… ¡todos re grosos! Cada uno de ellos aceptó grabar y estoy muy conforme con lo que quedó, teniendo en cuenta que dispusimos de un presupuesto limitado. 
–¿Qué objetivo musical desearía saldar?
–No me voy a morir sin grabar un disco de tango, es un deseo. Es un género que me gusta mucho y siempre incorporé a mis discos. A pesar de sus diferencias, el rock, el blues y el tango tienen similitudes, nacieron del mismo barro y se inscriben en la filosofía de lo popular. Y también cada uno se globalizó y se comercializó. Jardines llenos de flores que fueron pisoteados, aunque la rueda circula y también genera cosas buenas. Lo mismo que le pasó al fútbol: antes sabías que en Independiente jugaba Bochini, o en River el Beto Alonso, y ahora los jugadores no duran tres meses. 
–Una vez le dijo a este diario que no hubo nadie más rockero que Carlos Gardel. ¿Cómo sería eso?
–Fue un genio único e irrepetible, partamos de ahí. A pesar de los elementos técnicos de su momento, en los discos no encontrás un solo error. ¡El tipo no paraba de sacar conejos de la galera! Aunque Piazzolla y Goyeneche también fueron muy grosos. Todos me gustan por igual y, por lo general, le escapo a los rótulos de mejores o peores, o de más o de menos, porque siempre va a aparecer un pistolero más rápido. Lo importante no es ser el mejor…. sino ser.