Desde Brasilia

Hubo mareas humanas en los actos encabezados por Luiz Inácio Lula da Silva en el nordeste brasileño donde está su principal reducto electoral con vistas al balotaje del 30 de octubre. Para cubrirse del inclemente sol tropical el líder del Partido de los Trabajadores (PT) llevaba una gorra mientras se desplazaba entre la multitud que lo aclamaba, le entregaba bebés para ser besados, le extendía las manos para ser estrechadas este viernes en Recife. La misma ciudad donde un día antes estuvo Jair Bolsonaro, del Partido Liberal (PL) hablando frente a unas trecientas personas, sino menos.

El contraste entre el acto masivo del petista y el mítin escuálido de su rival saltaba a la vista. La comparación era como un balón picando en la boca del arco con el arquero vencido. Lula, veterano futbolista, vio la chance de hacer el gol y la aprovechó: entre risas dijo que el candidato del PL "se va a morir de hambre" si sale a vender remeras de la ultraderecha en Recife, capital de Pernambuco.

La gira por el nordeste se inició en Salvador, capital del estado de Bahia, donde hubo aún más público que en Racife. Tanto fue así que algunos viejos petistas dijeron no recordar una movilización tan concurrida desde el fin de la dictadura. Sin altanería, pero con firmeza, en el nordeste Lula anticipó que va a plantarle cara a Bolsonaro en el debate televisivo de este domingo y recomendó que su antagonista comience a pensar en entregar la faja presidencial en la ceremonia de transmisión del mando de enero de 2023. Una advertencia apropiada ya que el mandatario suele evocar con "saudades" al dictador Joao Baptista Figueiredo salido del Palacio del Planalto por la puerta de los fondos para evitar la entrega del bastón y la faja a José Sarney, el primer jefe de Estado civil tras veintiún años de gobiernos de facto.

Debate

A las 20 horas locales (igual huso horario que en Argentina) de este domingo Lula y Bolsonaro protagonizarán el primer duelo a solas, sin la presencia de otros candidatos como ocurrió en la primera vuelta. Es el debate que está pendiente desde 2018 cuando al petista lo proscribieron mediante un golpe con apariencia de causa judicial ( proceso Lava Jato del juez Sergio Moro, caso testigo de lawfare ) sin el cual hubiera sido difícil la victoria del capitán retirado del ejército.

Lula dedicó parte de este sábado a prepararse para una confrontación a aguardada con especial expectativa en el mundo político y con interés por parte de una opinión pública que está más involucrada en estas elecciones que en las de 2018, y dio audiencias bastante altas a los debates realizados en la primera vuelta.

El exmandatario llegará a los estudios de la TV Bandeirantes de San Pablo con el respaldo de las últimas encuestas donde se confirmó su delantera. El sondeo de Datafolha publicado el viernes a la noche le atribuyó el 53 por ciento de los votos válidos, sin contar nulos y en blanco, contra el 47 de su adversario.

Según estos números el petista mejoró el cinco por ciento respecto del primer turno electoral mientras Bolsonaro subió cuatro puntos. Ahora bien la aprobación del gobierno creció al 38 por ciento, la mejor imagen desde diciembre de 2020: un dato muy positivo para el Planalto pues indicaría que las medidas de auxilio social (son coyunturales ya que se extinguen a fin de año) están surtiendo efecto en los electores más humildes y esto podría sedimentar en un aumento de votos.

Zona de guerra

Luciendo una gorra vicera con las letras CPX , distinta a la usada en su gira por el nordeste, Lula estuvo el miércoles en una favela del norte de Rio de Janeiro. Una las zonas más peligrosas de la ciudad debido a la presencia de gavillas distribuidoras de drogas al menudeo y, sobre todo, por los violentos operativos de la Policía Militar. La gobernación bolsonarista de Rio de Janeiro, iniciada en 2019, implementó una política de guerra de baja intensidad contra los pobres.

El exgobernador Wilson Witzel (luego depuesto en un impeachment), ligado al senador Flavio Bolsonaro, sobrevolaba las favelas a bordo de helicópteros artillados desde donde se atacaba indiscriminadamente a la población, con un costo de decenas de vecinos asesinados. Generalmente luego de estos "enfrentamientos" simulados por las fuerzas de seguridad se verficó que la mayor parte de las víctimas fatales eran personas sin antencedentes penales que se encontraban desarmadas al momento se su ejecución.

Este régimen de guerra urbana es selectivo: dede la llegada al poder del bolsonarismo se aplica preferentemente en la zona norte carioca, no en las favelas del oeste dominadas por las "milicias" parapolicailes simpáticas al gobierno. Rio de Janeiro es una ciudad partida entre favelas del norte y favelas del oeste ( también entre millonarios y miserables): un cuadro que tuvo su correlato en la votación del 2 de octubre. En los primeros análisis territoriales de los comicios se ve con claridad la victoria del oficialismo en las comunidades "milicianas" algo que no se repite con igual intensidad en los barrios pobres del norte, donde Lula encabezó un acto muy concurrido el miércoles.

La presencia del candidato opositor demostró el acierto del PT y sus aliados en apostar con más vigor a la movilización para revertir la hegemonía del bolsonarismo en las calles. La recorrida lulista por las veredas angostas de las comunidades fue una forma de alentar la mística de la militancia y estimular a los vecinos a vencer el miedo a ir a votar el 30 de octubre. El temor, y con éste la abstención, son inducidos desde el gobierno a través de acciones intimidatorias a cargo de la policía unida a una persistente campaña de criminalización de las favelas.

Fake news

Desde el alto mando bolsonarista hubo una reacción inmediata a la visita de Lula a Rio de Janeiro, estado donde el presidente se impuso con 51 por ciento contra el 40 por ciento. El ministro de Comunicaciones Fabio Farias utilizó las redes sociales para diseminar una fake news a partir de una foto de Lula con la gorra estampada con las letras GPX, que sería la sigla de "una facción" de narcotraficantes.

Una afirmación falsa: esas tres letras no son la sigla de un cártel de drogas, ellas aluden al Complexo do Alemao, la barriada recorrida por el jefe petista. Los gorros con esa sigla son vendidos en comercios y distribuidos por ONGs. Otro post oficialista dice "Lula visitó el cuartel generla del Comando Vermelho (banda narco) y se pone el gorro" de los delincuentes. El senador Flavio Bolsonaro, hijo del gobernante, fue en la misma línea, al señalar que que el "presidiario" Lula se encontró con sus "amigos" mafiosos.

Todas las comunicaciones disparadas desde el aparato de propaganda oficialista confluyen en un concepto: estigmatizar a Lula y criminalizar las barriadas populares donde todavía no hicieron pie las "milicias" para imponer un Estado paralelo. Si Bolsonaro vence en el balotaje, algo poco probable según las encuestas, la violencia estatal tiende a ser más impiadosa: el candidato a la reelección ha prometió la liberación total de la venta de armas (que favorecería el arsenal de las "milicias") y la exhimición de penas para asesinatos cometidos por la policía durante operativos en las favelas.