Portada de la flamante edición en castellano, de la editorial Híbrida

Hace más de veinte años que Arthur de Faria se viene dedicando a escribir la Historia de la Música Popular de Porto Alegre. El libro Elis Regina, una biografía musical es apenas un capítulo de esta gran saga, y es un capítulo fundamental de la historia de la música popular de Brasil.

Lo que Arthur hace es situar –debida, justa y necesariamente– a su biografiada en la escena musical brasileña a partir de la segunda mitad de la década del sesenta. Y, en este sentido, es un libro al mismo tiempo inaugural y definitivo sobre lo que dice respecto a quien considero la mayor cantante y uno de los mayores músicos de este país tan grande musicalmente y de tan grandes músicos.

Porque Arthur va al punto que más interesa –o que más debería interesar– sobre Elis Regina: describe con exactitud su inmensa importancia y su participación fundamental en los acontecimientos históricos y musicales que pautaron años riquísimos de la producción musical brasileña, a pesar de la oscuridad y de la violencia impuesta por la dictadura cívico-militar después de marzo de 1964.

Con Cesar Camargo Mariano (Foto: Juarez Fonseca)

¿Arthur habla de la vida personal de Elis? Sí, habla. En la exacta medida en que vida y arte son indisociables. Sin embargo, los irrelevantes dijo-me-dijo, los chismes, los inventos, todo aquello más a gusto de las revistas desde siempre amarillistas, quedan afuera para que el foco sea el arte de un personaje genial. Arthur no tiene ninguna vocación por el sensacionalismo.

Sobre todo, como músico que es, le explica muy bien al lector cómo y por qué Elis era una cantante (y un músico) excepcional. Una persona muy inteligente que, cuando abría la boca para cantar, había estudiado aquella canción, reflexionado sobre su letra, pensando en lo que le gustaría decir en aquel momento. Una cantante que se ganó la admiración personal de la mayoría de los grandes instrumentistas que trabajaron con ella, como yo misma pude atestiguar al entrevistarlos para una serie de programas de radio que son citados en el libro.

Existe hasta ahora una fuerte tendencia a considerar el eje Río-San Pablo como el más importante del país y, por lo tanto, a fijar el inicio y la relevancia de los acontecimientos a partir de este eje. Es cierto que Elis fue para todos a partir de un Festival realizado en San Pablo que se transmitió por televisión. Pero, mucho antes que eso, Elis comenzó a construir una carrera y su aprendizaje como cantante trabajando –y mucho– en Porto Alegre y conviviendo con excelentes músicos locales. No era solo una niña jugando a cantar en la radio para alegrar y enorgullecer a su familia. Era una niña trabajando, cantando en todas partes y aportando al escueto presupuesto familiar. Toda esa trayectoria anterior al éxito nacional es contada aquí con riqueza de detalles, dejando claro que la muchachita que llegó a Río de Janeiro en marzo de 1964 no era una hoja en blanco sin historia.

Y aquí cabe un paréntesis. Arthur no se deja llevar por tentaciones fáciles y superficiales y destruye algunos mitos creados alrededor de Elis, a veces por ella misma. Uno de ellos es el de que había llegado a Río de Janeiro el mismo día en que estalló el infame y desastroso golpe militar.

El surgimiento nacional de Elis, en 1965, cantando “Arrastão” en el I Festival de Música Popular Brasileña, tuvo, para mi generación (yo tenía once años en aquella época), el mismo impacto transformador que João Gilberto cantando “Chega de saudade” le causó a la generación inmediatamente anterior. Incluso porque, junto con ella, y muchas veces por su voz, vinieron Edu Lobo, Chico Buarque, Gilberto Gil, Caetano Veloso, Baden Powell... Y, un poquito después, con su voz le dio el puntapié inicial a Milton Nascimento y Fernando Brant, Ivan Lins, João Bosco y Aldir Blanc, solo para citar a los más notables.

Más allá de su ya conocidísimo faro para lanzar compositores –que revela una incesante búsqueda y ningún estancamiento–, puede sumarse al currículum de Elis el hecho de haber recuperado a Tom Jobim en Brasil para grabar “Águas de março”, en 1972. El compositor, después de grabar en 1967 un disco con Frank Sinatra, pasó a ser la víctima de un síndrome brasileño que, años antes, también había aquejado a Carmen Miranda. Fue acusado de haberse americanizado, de haberse olvidado que era brasileño (“¡mírenlo: cantando en inglés!”, decían) y, lo que debería haber sido un orgullo, se convirtió en el desprecio de sus coterráneos. Como él mismo decía, “tener éxito ofende”.

“Águas de março”, en la voz de Elis, ganó las radios de todo el país y germinó en ella la idea, realizada dos años después, de grabar un disco con Jobim. Cuando los dos hicieron el show de lanzamiento del disco, hacía casi diez años que él no pisaba un escenario brasileño. La historia de la grabación de este disco, así como la de todos los malentendidos que la rodearon, es contada por Arthur de forma absolutamente sabrosa, con todos los buenos y malos humores característicos de la personalidad de nuestra mayor cantante y todas las dudas e inquietudes de nuestro mayor compositor.

Esta es otra de las cualidades esenciales de su libro. Como periodista e investigador que también es, Arthur escribe muy bien. Su prosa es informal, coloquial y tiene humor, además de ser precisa, clara y muy bien desarrollada. Este ha sido el tono de su Historia de la Música Popular de Porto Alegre. Que, como Elis Regina, no es solo de Porto Alegre, sino también de Brasil.

Hay muchas razones que explican el hecho de que –más de treinta años después de su muerte– Elis, al contrario de haber sido olvidada, siga siendo reverenciada y, como dice Fernanda Montenegro, “cada día canta mejor”. Como un joyero que sabe muy bien la preciosura que tiene en sus manos, Arthur de Faria no solo explica cada una de esas razones, sino que le da a Elis Regina la biografía musical que ella hacía tanto tiempo merecía.