Desde Londres

En su primera jornada como primer ministro, Rishi Sunak logró calmar los mercados, pero está lejos de unificar a su partido y de conseguir el apoyo de la sociedad. Con un ojo puesto en la estabilidad macro y otro en apaciguar a las distintas tribus conservadoras en guerra, el multimillonario de origen indio repartió ministerios entre distintos sectores partidarios.

Con igual espíritu pacificador, rindió tributo a la primera ministro saliente, Liz “la breve” Truss y a su predecesor, Boris Johnson. “Liz Truss tuvo coraje al buscar el crecimiento. No se equivocaba. Admiro su incansable voluntad en lograrlo. Pero se cometieron errores, no por mala voluntad, pero errores. He sido elegido por el partido para corregir estos errores”, dijo Sunak en su primer discurso a la nación a las puertas de 10 Downing Street.

El déficit democrático

Ante ese déficit democrático que le ha marcado la oposición, algunos sectores de su propio partido y cerca de un millón de firmas que piden elecciones generales, Sunak reivindicó su legitimidad con la plataforma electoral que le dio una aplastante mayoría a Boris Johnson en las elecciones de diciembre de 2019.

“Siempre le agradecerá a Boris Johnson por sus increíbles logros como primer ministro. Y sé que él estará de acuerdo conmigo en que el mandato que ganó en 2019 no pertenece a un individuo. Es un mandato que nos pertenece a todos y nos une. Y en el corazón de este mandato, está nuestro manifiesto electoral. Reforzar el Servicio Nacional de Salud, mejorar la educación, la seguridad, proteger el medio ambiente, apoyar a nuestras fuerzas armadas, nivelar las diferencias sociales y construir una economía que aproveche las oportunidades que nos da el Brexit”, dijo Sunak.

En medio de este jardín de promesas que, con excepción del Brexit, requieren un aumento del gasto fiscal, el primer ministro advirtió que deberá tomar “duras decisiones” que van en la dirección contraria: una de cal y otra de arena. Sunak tuvo que hacer malabarismos retóricos para evitar que su primer día terminara con una tormenta política ante las versiones de un drástico recorte del gasto público para cerrar un agujero fiscal equivalente a unos 34 mil millones de dólares.

“La estabilidad económica y la confianza pública estarán en el centro de la agenda de mi gobierno. Esto significa que habrá difíciles decisiones que tomar. Pero ustedes saben cómo durante el Covid hice todo lo que estaba a mi alcance para proteger al pueblo y las empresas. Siempre hay límites para lo que se puede hacer, hoy más que nunca. Pero les prometo que actuaré con la misma compasión con que lo hice antes. Mi gobierno no le dejará a la próxima generación, a nuestros hijos y nietos, una deuda que no puedan pagar”, dijo Sunak.

El déficit económico

El problema de los conservadores es que después de 12 años al frente del gobierno con la bandera de la austeridad los números no le cierran.

La deuda pública se disparó durante la pandemia del 60% a casi el 100% del PBI y sigue al alza. El mes pasado el gobierno se endeudó en 20 mil millones de libras más y el pago de intereses subió al equivalente de unos 8 mil millones de dólares nada más que en el mes de septiembre, casi el doble de lo que se había pagado 12 meses atrás.

El desastroso presupuesto de Liz Truss obligó a una intervención masiva del Banco Central, subió las hipotecas de unos dos millones y medio de hogares, impactó en la libra, golpeando de rebote la inflación en un país que importa la mitad de su energía y sus alimentos. La economía británica está tecleando.

El flamante primer ministro es un multimillonario, fervoroso Thatcherista que votó a favor del Brexit, pero también fue el primero en aumentar los impuestos a las corporaciones en más de cuatro décadas: del 19 al 25%. En otras palabras, es un ortodoxo pragmático que cree en la economía del “derrame”, pero también en el equilibrio fiscal, suficientemente astuto como para saber que el peso del ajuste y la recaudación no pueden caer siempre sobre los que menos tienen.

Los mercados, el partido y la sociedad

El discurso y los nombramientos subieron la cotización de la libra respecto al dólar al tiempo que bajaban los intereses de los bonos soberanos hasta el nivel que tenían antes de que Liz Truss anunciara su presupuesto.

La confirmación de Jeremy Hunt como ministro de finanzas, el regreso de la ultra Suella Baverman al ministerio del interior, del euroescéptico Dominic Raab al ministerio de justicia, de la aliada de Liz Truss, Thérèse Coffey, a medio ambiente, dieron algo a las distintas ramas conservadoras y dejaron algunos heridos en el camino.

Más allá de estos primeros pasos, siguen las turbulencias. En el mismo partido conservador, diputados del ala pro-Johnson, parecen dispuestos a una política de tierra arrasada. “Johnson es el único que tiene un mandato popular”, recordó a Talk TV la ex ministra de Cultura Nadine Dorries. Entre la membresía conservadora – unas 200 mil almas – una mayoría sigue idolatrando al ex primer ministro y percibiendo a Sunak como el traidor que precipitó su caída renunciando como ministro de finanzas en julio.

En las últimas 24 horas decenas de conservadores cancelaron su membresía partidaria. Entre los que están abandonando el barco se encuentra una enfermera jubilada, Lyn Bond, que votó a los Tories desde que tenía 18 años. “Es lamentable que un partido que obtuvo una victoria tan contundente en 2019, haya decidido tirarlo todo por la borda”, dijo Bond a la agencia PA. Otro conservador Samuel Jukes, que se incorporó al partido en 2019, señaló que se necesitaba una elección general porque Sunak “no tenía un mandato”.

Los problemas que va a enfrentar con esta falta de “mandato popular” quedan a las claras con un solo ejemplo: la situación del estatal Servicio Nacional de Salud (NHS).

El invierno del descontento

Los 12 años de austeridad conservadora y la pandemia se han combinado para dejar al respetado y querido NHS con un panorama dantesco. Millones de personas en la lista de espera, 132 mil vacantes sin cubrir (más del 10% del total del staff) y una posible huelga de enfermeras en las próximas semanas ante el deterioro salarial son algunos de los síntomas en este tiempo de “difíciles decisiones”.

Según el NHS el déficit trepa a unas siete mil millones de libras debido, entre otras cosas, a una disparada inflacionaria que se quintuplicó en el último año hasta superar el 10%. La secretaria general del Colegio de Enfermeras, Pat Cullen, no dudó en lanzarle un ultimátum al flamante primer ministro en su primer día en el cargo. “Sunak tiene que decidir si quiere ser el primer ministro que recortó el NHS y la protección social a su más mínima expresión o el que invirtió en la gente. Espero que haya entendido lo que le pasa a los primer ministros que se enfocan en los ricos y no en los trabajadores”, dijo Cullen.

El NHS no es una excepción. En el sector público y en el privado hay amenazas de huelgas generalizadas como las que produjeron el “summer of discontent” que precedió a la asunción de Liz Truss a principios de septiembre. En curso ya hay huelgas en el transporte público que comenzaron hace una semana y proseguirán la semana próxima.

Ahora con un “Winter of discontent” a la vista, habrá que ver qué margen de maniobra le queda a Rishi Sunak para hacer de equilibrista entre las demandas del mercado, las de su propio partido que quiere un aumento de 3 mil millones de libras en el gasto de defensa y las del resto de la sociedad hastiada de la interminable austeridad conservadora. La clave será la presentación del presupuesto el próximo lunes: tan importante es que ya hay rumores de que el gobierno buscará postergar unos días el anuncio.

Con 49 días Liz “la breve” Truss se convirtió en la primera ministra que menos duró en el puesto. Sunak tendrá que batallar para no quitarle la corona. La Copa del Mundo y las navidades pueden darle un respiro. Más allá lo espera el inclemente y oscurísimo invierno británico.