La vejez es un estado de ánimo en la velocidad de los múltiples planos digitales con los que hay que convivir. Todo es rápido e instantáneo y somos débiles con el ritmo humano que veníamos manejando.

La nueva guerra que se nos presenta es el amor a lo viejo, y lo único que puede rescatar esa melancolía que duele en las miradas, es el renacer del romanticismo con el mágico poder humano.

El corazón de una persona con sentimiento analógico, enfrenta el gran desafío de no perder la capacidad de asombro en el escepticismo emocional que propone el nuevo Dios digital.

La sorpresa que tiene esta epopeya de desesperanza en los discursos del odio, es que el poder humano dice que hay amor para rato.

El poder de lo humano ha dejado claro en la historia que lo aparentemente imposible no lo es, sino que en la carrera de la velocidad engañosa se cosecha la cultura de la impaciencia.

En cambio en la velocidad engañosa, "el ya" cosecha la cultura de la impaciencia. Siempre la conquista arranca y termina en las luchas que las necesidades del corazón de la época propone.

Al ritmo de una notoriedad ficticia corren influencer hacia el precipicio de la época sin espíritu.

Nos cuesta ser humanos y vulnerables, más precisamente en esta época de vanidad y felicidad no humana. Pero de pronto, en el mercado de pulgas se lo ve, al que alguna vez brilló en el programa de Domingo Di Núbila, bailando al ritmo de Michel Jackson. Mientras espera, haciendo la cola para obtener un poco de felicidad, dice por lo bajo: “Mi poder es conseguir la figurita de Carrascosa de los ’70, esa si era la más difícil”.

En esta época donde domina la insatisfacción que produce el Dios dinero, más crece la necesidad que marca la diferencia: La persona de carne y hueso. Es entonces donde emerge el dilema de poseer o ser poseído, en cada historia de la época sin épica que construimos en los primeros años del siglo XXI. O, mejor planteado, la épica que se impone como creencia moderna mientras los intereses oscuros siempre son los mismos: la explotación de recursos del imperio a sus colonias apoyadas en sus satélites locales.

Aquellos debates, que cada argentino tiene en su historia mínima, sólo se pueden contar en la gran enciclopedia de los egos millonarios que no pueden ser ignorados por la masa.

En definitiva la conclusión, para entender automáticamente esas actitudes de la necesidad del rico, que quiere comprar posteridad, es que todo cierra en el verdadero poder: El Poder humano.

“Dale el poder al otro y estarás arriba siempre”. La base de los líderes verdaderos que se extrañan en esta época sin espíritu y corazón.

Será por eso que Lula es el amor de Latinoamérica y pese a todas las adversidades, y sus 76 años, conquistó el escenario de la nueva esperanza. Porque sea cual sea el resultado en Brasil, quedó expresado que el poder de lo humano no envejece.

Hay verdad, y eso le gana al Dios dinero que entra en conflicto con las luchas sociales.

El ego, si bien después de los 50 años se define más facho, y en los debates de la sociedad se vuelve más intolerante, cuando bajamos la guardia hay un denominador común: Buscar ese abrazo que faltó en la infancia tanto de unos o de otros.

El dios dinero engaña al adulto con un poder banal, para no ser igualado, y el poder de los cargos, para el que construyó el liderazgo desde la infancia dolorosa de lo marginal, lo confunde con los saludos de una estrella de rock. Será por eso que cada dos o tres generaciones hay líderes humanos y Lula es Lula. En una edad donde los ex presidentes son olvidados, el sindicalista nacido en el noreste de Brasil, resume la esperanza emocional que no prende en otras regiones del Mundo.

Ganó el sentimiento y Latinoamérica es futuro Pá!

También será que el poder es, en lo cotidiano y práctico, como cuando uno depende del otro. En los ’90 escuché, en el taller de un hombre muy poderoso, que generalmente siempre es el mecánico, cuando llega un vehículo a diagnóstico: “hay que desarmar todo, ver con que nos encontramos y ponerlo en funcionamiento de nuevo”.

Es como una teoría de la salvación que me hizo pensar. Hoy donde todo orbita en la revolución digital, se esconde la trampa mortal para la intuición humana. Si uno está atento a lo extrasensorial, para no entrar en una velocidad suicida, puede rescatar el poder de lo humano que es indestructible e inmune. Eso impone que el tiempo y espacio no es digital.

La estrategia de construcción que tiene el pensamiento del poder político en estos tiempos, se enfoca en la comunicación inmediata. Por ejemplo hacerse fuerte en redes del Dios Digital y lo que tiene que ver con la piel, más precisamente con lo humano, ya quedó engañosamente en una fuerza irrelevante. Frente a la saturación de lo actual, lo primitivo del ser humano, como el abrazo sincero, puede ser imponente e inmenso.

Construir desde lo aparentemente inútil puede dar el poder sorpresivo, el poder de lo humano.

Cuando me refiero a lo inútil, es en el marco de la época donde todo es ganar o perder y ser un superhéroe digital.