Según ciertos teólogos (quemados como "herejes" junto con sus seguidores), no habría un dios sino dos. Aquel adorado por la grey suplicante, que espera sus milagros y teme sus castigos, sería un engendro alocado que en su voracidad de suministro narcisista (o para combatir su aburrimiento eterno) creó mundos imperfectos y legiones de esbirros. Se lo conoce como el Demiurgo. Otro de sus nombres es Yaldabaoth. Por fuera de este caos sembrado por el dios loco, existiría la verdadera divinidad, incognoscible y real. El usurpador se hace pasar por él y en su nombre exige sacrificios, austeridades y rezos. Y aún si no fuese así (puede que nada de eso exista y la estructura eclesiástica construida sobre el Imperio romano se monte sobre un delirio), tanta exigencia es sospechosa. 

La idea de la religión como excusa para someter a la humanidad a vidas de esclavitud y mansedumbre es la chispa luciferina (luciferina en el buen sentido: el de luz liberadora, estrella del alba) que enciende el fuego rebelde que anima al hard rock y al black metal. También esplende, con un fulgor intenso pero secreto, en los dibujos que O'Kif expone hasta el 29 de diciembre en el hall central (planta baja) del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (San Martín 1080, Rosario). 

Nacido Alejandro O'Keefe en esta ciudad en 1959, O'Kif pone en juego todo su virtuosismo y sus años de oficio en las dos series que reúne bajo el título común de La administración de la fe. A una galería de satíricos retratos ficticios de "ministros" (lápiz grafito blando sobre papel para boceto) se le suman hermosas y tremendas pinturas en acrílico, impregnante para ladrillos y anilinas sobre telas, y estampas fine art intervenidas. La figura humana es el eje, acompañada a veces por animales de grave simbolismo, como ratas. A excepción de una "Eva" solitaria y triste, son figuras masculinas de hombres maduros, en su mayoría imbuidos de los atributos del poder, y con la corrupción delineada en sus rostros. 

En otras se ve a los hombres sojuzgados en su lucha por liberarse: surge uno de entre una manifestación obrera y recibe un crístico lanzazo en el costado; otro es un solitario meditabundo que quiere salir de su crisálida. La grey, en el plano inferior de un políptico gráfico eficaz, es representada por pies de hombres y de mujeres, munidos de calzados baratos, gastados. Un saber renacentista de la anatomía, unido al talento expresionista para plasmar un pathos preciso a través de sus distorsiones, expresa el sentido en la representación del cuerpo y lo complementa con símbolos, algunos elocuentes (rastros de sangre) y otros más herméticos y disimulados en el ornamento. El ojo que todo lo ve, desde el centro de la cruz orlada, se reitera en las vestiduras litúrgicas de algunos de los personajes como emblema del ojo omnipresente del Demiurgo, al que nada escapa (los "herejes" arriba mencionados decían que era aterradora la visión del ojo del Demiurgo, mirando multiplicado desde su creación demencial). 

El lenguaje visual es de alusiones, que es preciso detenerse a descifrar. Es muy recomendable leer los títulos. Se lee entre líneas, en una de las obras, la complicidad del clero con la tortura. En la serie de rostros titulada "De-moños", el estampado del moño funciona como parodia o pastiche de un estilo artístico alegremente vacuo, sancionado por la élite de adustos críticos. Es la única instancia de color vibrante, puro. Por lo demás, los grises oscuros, sepias, sanguinas y tierras armonizan con el tono sombrío de sospecha, que bordea la denuncia. 

"¿Estás preparado para desafiar tus creencias?", se pregunta en el texto que acompaña la muestra. Las preguntas, y las miradas que interrogan desde esos rostros opacos de inquisidores, configuran una invitación a la duda y al ejercicio del pensamiento crítico. Es en la estirpe de Goya y los satiristas modernos que se instala O'Kif, con una altísima calidad artística al servicio de un contenido ideológico poderosamente revulsivo. 

O'Kif recibió los premios White Raven y Fantasía; desarrolló historietas en todo el mundo.