Portada de la edición original del libro, de 1983

¿Por qué se te ocurrió grabar “No bombardeen Buenos Aires”?

–Yo estaba podrido de escuchar a mis amigos o gente conocida que se la habían creído. Recuerdo que estaba grabando en el estudio y me parecía que había una irrealidad que se estaba haciendo más fuerte que la realidad. Existía una realidad subyacente que era nuestra tremenda inferioridad. Ellos tenían y tienen el mundo y todo el poder tecnológico. El tema habla del terror de cuando vos sentís que se viene una mano renegra y aparentemente todo está bien. Además, la gente tomaba a la guerra como si fuese un partido de fútbol, era horrible. Recuerdo que un día fui a una cancha y la gente gritaba: “No pasa nada, no pasa nada, si no tenemos armas los cagamos a patadas”. Es gracioso pero es terrible, ¡cómo que los cagamos a patadas! Viene un gurkha con un rayo láser y te desintegra y tu patada no existe.

¿Te vas a comprar una casa en Brasil?

–Sí, es un proyecto que tengo. A mí me sucede algo muy curioso, aunque en realidad es muy común. A medida que sos más famoso perdés más libertad. Ganás libertad artística y creativa para hacer lo que más te guste, podés poner toda tu profesionalidad al servicio de algo creativo, pero a la vez ya casi no podés salir a la calle porque enseguida estás rodeado de gente. Yo soy un tipo medio paranoico, me gusta que la gente me reconozca porque es algo que busqué, sería falso si lo negara. Pero como todo el tiempo no puedo estar hablando con todo el mundo, Brasil es un lugar diez puntos.

¿Cómo se comporta la gente con vos en la calle?

–Bien, por ahí hay algunos que me tiran mala onda gritándome “¡Viva Pappo!”, pero en general, la gente me tira ondas buenísimas. Eso sí, ya no puedo ir a cualquier lugar a tomar un café con un amigo, tengo que elegirlo muy bien porque sino me paso todo el tiempo firmando servilletitas.

Lennon salía a caminar por Nueva York con bufanda y sombrero para que nadie lo reconociera...

–Me encantaría salir disfrazado, pero en este país salís a la calle disfrazado y te gastan por salir así. Por ejemplo, el teléfono: de cada diez llamadas, cinco son de conocidos y cinco no sé de quién. Algunos te dicen que son el primo de la abuela de no sé quién. Otros son fans que me llaman para criticarme, putearme o tirarme buenas ondas. Hay épocas en que un grupo de minitas consigue mi teléfono y me llama todos los días y por ahí no hablan sino que te pasan música o te hacen ruidos extraños. Y si vivís con alguien, el asunto se torna pesado. De repente son las dos de la madrugada, estoy durmiendo, suena el teléfono y se escucha una voz que dice: “Qué hacés Charly, vos sabés que te vi en el Club Morón en el año 74...”. ¡Y qué vas a decirle! No los podés putear. Toda esta mano te predis- pone contra la gente. Por eso me gusta, de vez en cuando, bo- rrarme y hacerme un lavado de cerebro. Luis Alberto Spinetta me carga diciéndome que vamos a acabar como John Lennon, solo que en vez de que el tipo nos mate con un revólver, nos va a esperar en la puerta de nuestra casa con una honda y nos va a dejar tuertos. ¡El atentado a un ídolo del subdesarrollo!

¿Te gusta el folklore?

–Solo me gustan Ariel Ramírez, Falú tocando la viola y cantando Mercedes Sosa y Yupanqui. Los conjuntos folklóricos con el bombo no me gustan. Yo tengo más influencia del tango y del bolero. Ahora estoy componiendo temas con la onda latina sin llegar a la salsa. Creo que a través de los años fui asimilando un montón de vertientes musicales y pienso que en todas partes del mundo pasó lo mismo. Hoy día, los músicos de cualquier parte se conectan mucho más fácil entre sí. El folklore localista va a seguir, pero la música con futuro es el rock o la canción internacional.

¿Cómo ves al rock dentro de veinte años?

–Por ahí no se va a llamar rock, o sí, pero se va a fusionar. Creo que el rock tiende a ser una música internacional. Creo que la música de Sudamérica se mezclará con el rock y que todo va a ser diferente. Es la música de los medios de comunicación modernos. En él las influencias van y vienen. Lo que va a desaparecer es el rock pesado, pues es un campo muy restringido. Las cosas que vayan despacio van a desaparecer. Lo que sobrevivirá en este mundo tecnológico será lo liviano y lo rápido. La onda tipo wagneriana gigantesca también va a desaparecer, espero.

La canción “Cuando ya me empiece a quedar solo’’, ¿es la imagen que tenés del futuro de Charly García?

–Puede ser. Si uno lee la biografía de muchos artistas se da cuenta de que a varios les pasó eso, en un momento determinado tenían un éxito terrible pero luego se quedaron solos. Por ahí, cuando yo tenga 80 años, estaré con mis recuerdos de lo que me sucedió con Sui Generis o Serú Girán y me como la galocha. Intuyo que voy a seguir tocando toda mi vida y voy a seguir componiendo, me escuche o no me escuche la gente. Quizás aún existan algunas personas que se interesan por mi música. Pero cuando uno está conectado a la creatividad siempre tiene su tabla de salvación. Pienso que lo peor que existe para una persona es dedicarle toda una vida a determinada actividad y que en algún momento se corte todo. El otro día hablaba con Guillermo Vilas de este tema y él me explicaba que cada vez se tenía que entrenar más para dar lo mismo que antes. Con un músico no es lo mismo. Quizás la mejor música que componga la haga a los 60 años. Siempre hay una esperanza de crear algo nuevo aunque sea fuera del rock, mi meta no es ser un rockero toda la vida. Solo quiero ser un artista fiel a sus sentimientos. El resto, éxito o fracaso, es algo que uno no puede manejar. Lo que sí puedo manejar es mi música y estoy seguro de que ella nunca me abandonará.