Desde París
Una suerte de vergüenza silenciosa cubre o amordaza las expresiones de entusiasmo, acalla las bromas o aleja toda posibilidad de una reunión para mirar algún partido del Mundial Catar 2022. Ya sabemos de forma expansiva la verdad: la corrupción que presidió la designación del país, los malos tratamientos de los migrantes que trabajaron en la construcción de los estadios, la sinrazón infinita de haberle otorgado a un país donde el fútbol casi no existe un mundial negociado en París entre dirigencias políticas, económicas y deportivas. Hoy, la justicia francesa investiga al ex presidente Nicolas Sarkozy y al ex responsable de la UEFA, Michel Platini, la atribución del mundial a Catar y la compra, por parte de un fondo de inversión catarí, del equipo de fútbol de la capital francesas, el PSG. Las secuencias temporales de este caso son una comedia lastimosa, como si los pasos posteriores revelaran lo que había ocurrido a puertas cerradas en un palacio presidencial: unos meses después de haber perdido la elección presidencial ante el socialista François Hollande, el primer viaje que Sarkozy realizó al extranjero fue a Catar. El 11 de diciembre de 2012, Nicolas Sarkozy participó en Doha, capital de Catar, en un foro sobre el deporte financiado por el Catar National Bank. Sarkozy pronunció cánticos de admiración sobre esa pequeña monarquía entonces dirigida por su querido amigo el emir Hamad Ben Khalifa Al Thani. El ex mandatario alabó “la elección estratégica mayor” y el “reequilibrio” a favor de un país musulmán.
Lobby político
Allí o antes en el Palacio del Elíseo, el fútbol dejó de ser fútbol para convertirse en otra cosa amorfa y poderosa. No fueron las federaciones o las comisiones debajo de la mesa las que decidieron sino el lobby político y financiero de dos Estados por encima de todas las instancias deportivas. En suma, se robaron el fútbol, la magia de los jugadores, el amor y el entusiasmo de los hinchas.
Diez años después de ese viaje a Doha, la Fiscalía Nacional Financiera (PNF) tiene sobradas pruebas de que el mundial catarí se arregló en el curso de un almuerzo en el Palacio Presidencial al cabo de lo que llamó “un pacto corruptivo”. El almuerzo tuvo lugar el 23 de noviembre de 2010: en el participaron, además de Sarkozy, Michel Platini (cuyos votos fueron decisivos para que Catar ganara), el entonces príncipe heredero y actual emir de Catar Tamim Al Thani, su primer ministro, Hamad Ben Jassem, el Secretario general de la presidencia francesa, Claude Guéant, y la consejera para el deporte del presidente de la República, Sophie Dion. Alrededor de ese almuercito se van a dar otros cuantos negocios, entre ellos la compra por parte del Catar Holding LLC del París Saint Germain y, más tarde, la venta a Catar de aviones de combate Rafale y Airbus. En 2019, la Fiscalía Nacional Financiera inició una investigación contra Sarkozy por “corrupción activa y pasiva”,” blanqueo”,” ocultación”. La decisión a favor de Catar ganó por 14 votos contra 8 para Estados Unidos. En la inauguración del Mundial 2022, las delegaciones europeas, en particular la francesa, tienen perfil bajo. No es para menos: se robó una Copa del Mundo para beneficiar a un pequeño emirato wahabita conservador en su cruzada por construir un soft power ante sus poderosos vecinos (Arabia Saudita en particular), a un grupo de empresas (Airbus, GDF-Suez, Vinci, Areva, Alstom, Vinci, Lagardère, Accor) y amigotes de Sarkozy (como el ex co propietario del PSG, Sébastien Bazin, representante de los verdaderos dueños del club, el fondo de inversión de Estados Unidos Colony Capital) ) y a la industria aeronáutica francesa, la civil y la militar: Catar compró 80 aviones Airbus A350 por 16 mil millones de dólares más 24 aviones de combate Rafale por 6,5 mil millones de dólares. La Fiscalía Nacional Financiera califica la intervención de Sarkozy como “ganadora-ganadora”, es decir, ambas partes se llevan un tesoro.
El fin de la inocencia
Catar 2022 viene a romper la inocencia sin que en ello tengan que ver los hinchas o los jugadores: la privatización y manipulación de las emociones humanas masivas que suscita el deporte, en este caso el fútbol, cumplen 28 años. El proceso se inauguró con el Mundial de Futbol de 1994 disputado en Estados Unidos y culmina ahora con el mundial de Catar, el más sucio, corrupto, injustificable e indigesto de la historia. El ciclo del fútbol-business como meta absoluta y el ingreso en el fútbol de anunciantes invasores se inició en 1994, con el Mundial de Estados Unidos. Cuando los gringos entraron a la cancha, nunca nada fue como antes. Entre Estados Unidos 1994 y Catar 2022 la FIFA ha llevado al fútbol a su más expresiva alianza con el ultraliberalismo de la mano de tres personajes de sonrisa fácil y actos turbios: el primero, el brasileño Joao Havelange, primer no europeo que, además, estuvo a la cabeza de la FIFA durante 24 años. Fue él quien llevó a cabo dos procesos paralelos: desarrolló el futbol-negocio al mismo tiempo que consolidó su poder. En 1998, en la final del mundial ganado por Francia en París, Joao Havelange entregó su último trofeo. Su legado era ya el fútbol de hoy, en lo mejor y lo peor: sport-business ante todo. Pero también abrió el deporte hacia muchas direcciones: las mujeres, el tercer mundo, integró a la China Popular a la FIFA (1978), promovió la organización de las Copas del Mundo en África y expandió el fútbol como un reino mundial contaminado por la corrupción, la compra de votos, las manipulaciones groseras en los sorteos. El 12 de Julio de 1998 Havelange entregó el cetro de la FIFA a uno de los dos protagonistas del incongruente mundial catarí: su “hijo espiritual”, Sepp Blatter, controlará las riendas de la FIFA asociado con el hermanito menor de esta trama y jugador decisivo, Platini al mando de la UEFA. El actual dirigente de la FIFA, Gianni Infantino, reemplazó a Blatter en 2016.
El primer episodio de esta estafa se jugó en una serie de almuerzos entre Platini, alias Platoche, y Sarkozy. El último almuerzo, el del 23 de noviembre de 2010 (tres semanas antes de que se decida la sede del Mundial), fue el que cambió la decisión de Platini: lealtad política al jefe del Estado, negocios, ambiciones, no se sabe. Según se desprende de las investigaciones realizadas por la justicia francesa, Sarkozy y sus asociados emprendieron un aplicado trabajo de lobbying para que Platini cambiara de opinión y optara por Catar. Platoche era, hasta esos momentos, partidario de que la sede fuera Estados Unidos y se oponía con firmeza a Catar, al que despreciaba. William Gaillard, un exconsejero de Platini, contó a la justicia francesa que el jefe de la UEFA “despreciaba la candidatura de Catar, a la que consideraba absurda”. El testimonio de otro colaborador de la UEFA, Kevin Lamour, cuenta que Platini dijo que “si Catar era electo después de Rusia, era el fin de la FIFA”. Platini cambió su versión varias veces, pero reconoció que había votado por Catar. En cuanto al famoso almuerzo con Sarkozy, el ex número 10 de la selección francesa aseguró que había recibido una suerte de “mensaje subliminal” por parte del jefe del Estado francés. Luego, Platini aseguró ante la justicia que había tomado la decisión de votar por Catar “antes del almuerzo con Sarkozy”. La versión es desmentida por otro pillo, también blanco de los lobbys a favor de Catar, Sepp Blatter, el jefe de la FIFA en ese momento: Blatter dijo en 2011: ”antes de ese famoso almuerzo nunca oí que Michel Platini fuera favorable a Catar. Platini me dijo que Sarkozy le había recomendado que votara por Catar. Me dijo algo así como ´son los intereses de Francia´. En vez de negar, Platini debería asumir las consecuencias de su presencia en ese almuerzo y su elección por el bienestar de Francia y de los cataríes. Es un asunto franco-catarí”. En octubre de 2021, el actual jefe de la FIFA, Gianni Infantino, dijo a la justicia que “es cierto que Platini fue convencido luego del almuerzo”.
La investigación
El voto de Platini sumó otros tres europeos a favor del emirato y los demás vienen de la corrupción. De los 22 ejecutivos que votaron a favor de Catar 16 han sido procesados o encarcelados por su sucia implicación en un proceso contaminado. Estados Unidos, a quien le correspondía este Mundial, abrió la caza a los corrompidos que traicionaron. El legajo policial francés sobre las investigaciones en curso es gigantesco: comisiones, devolución de favores, venta de armas y de medios de comunicación, puestos de trabajo para amigos y familiares, subvenciones a los miembros del círculo de Sarkozy que participaron en la trama, en suma, una infinita rueda de arreglos entre políticos, militares, constructores, FIFA y gran capital de la que sobresale una constante: los intereses diplomáticos y militares de Francia modelaron toda la negociación seguidos por los intereses políticos de Catar. Es muy probable que, pese a la amplísima investigación y las pruebas, nadie sea condenado. Hasta hoy, la justicia francesa no inculpó a nadie en lo que atañe la investigación judicial sobre la atribución a Catar del Mundial de 2022. Son peces demasiado gordos como para que la justicia los acaricie. El fútbol pertenece a las multinacionales y los Estados que pueden comprarlo. Los hinchas y los jugadores son intermediarios activos de un negocio al que contribuyen y que les fue escamoteado por otros. Los cataríes cuentan con que, con el correr de los días, el entusiasmo deportivo borre las horrendas imágenes sobre el mal trato a los trabajadores migrantes, la persecución política y de género, el agujero energético. Ojalá que no.
En Europa, el impacto sobre la inmoralidad de este mundial es más amplio que en otras partes del mundo, se entiende por qué. Ciudades como París, Marsella, Burdeos, Lille y Estrasburgo, Marsella, Berlín o Bruselas entre muchas otras, rehúsan difundir el Mundial en espacios públicos. Los “fan zone” no funcionarán. Un acto por demás hipócrita que priva a los hinchas de un espacio común. Hubiesen decidido no enviar a sus selecciones si tan grande era el espanto moral que les provocaba. Puro teatro. Las Federaciones son muy sensibles al canto del dinero y los cataríes pagan muy bien. El Mundial se jugará en un agujero hediondo por obra y gracia de una traición inicial de quien debió proteger los intereses de su deporte: Platini se arrodilló ante su gran jefe Sarkozy. Los demás siguieron el reparto de millones y favores hasta completar la traición final.