El Panteón de los muertos ilustres de la Patria hoy le hace un lugar a una de las luchadoras más infatigables, Hebe ha dejado de pisar las calles del pueblo para convertirse definitivamente en una estrella que oriente un destino de ética y justicia.

Siempre fue incómoda, nunca se plegó a ninguna conveniencia, hoy podríamos decir mil cosas, que muchos harán mejor que yo. A mí me vino a la memoria el año 2016 cuando un juez la declaró en rebeldía y pidió su detención. Unas palabras que Hebe le declara a un periodista me hicieron ver una vez más la inmensidad de su legado, por entonces escribí estas palabras que transcribo aquí:

Cuentan que en el predio que hoy rodean las calles Las Heras, Salguero, Juncal y Coronel Díaz, donde la gente se asolea ignorantes del pasado carcelario de esa plaza, en el año 1955, una de sus hoy derrumbadas celdas encerraba a Don Hugo Del Carril. Su delito: peronista.

La anécdota dice que el ídolo popular no eligió ni el silencio, ni el exilio y soportaba con hidalga dignidad el encierro que la revolución fusiladora le imponía. Cada mañana, cuando el alba asomaba, su potente y varonil voz llenaba los espacios de la cárcel con las estrofas de la marcha peronista.

Esto provocaba la furia de sus carceleros, que lo callaban con una brutal paliza --recordemos que, por entonces cantar la marcha, nombrar al General y otros “improperios” parecidos estaban prohibidos, eran ilegales--.

A la mañana siguiente, entre hematomas e hinchazones, volvía a brotar la voz del ídolo: loos muuchachoos peroniiistas...

Su encierro se volvió tremendamente incómodo para sus carceleros, que no lograban que el artista que el pueblo amaba y respetaba dejara de cometer el delito de cantar la marcha, ni aun a cambio de su libertad.

Finalmente, el único remedio fue dejarlo salir una noche, con la esperanza de que la falta de luz diurna ahogara un poco la voz potente que se inmortalizara en la marcha popular.

Cuatro siglos antes de la era cristiana, el genial Sófocles inmortaliza para todos los tiempos la historia de la hija del Rey de Tebas. Antígona desafía las leyes de la polis y honra la memoria de su hermano muerto dándole debida sepultura. Contraría de este modo las órdenes de Creonte, por entonces Rey de Tebas y tío de esta, que, empecinado en hacer cumplir la ley civil, encarcela a Antígona, y ante la negativa de ésta de rectificar su posición, la condena a muerte. Las consecuencias son tremendas para la polis y la vida misma de Creonte.

Antígona separó para todos los tiempos la Ética de la moral.

Estas son solo dos anécdotas --una de la literatura universal y otra de nuestra historia cercana-- de dos personajes incorrectos, ambos desobedecían las leyes vigentes honrando la propia convicción e incomodando a propios y ajenos, a amigos y enemigos.

Para los enemigos son indoblegables, por lo tanto, no hay forma de vencerlos, porque aun la muerte o el exilio constituyen un triunfo. Para los amigos, ponen la vara tan alta que se transforman en un espejo que solo devuelve la propia miseria y cobardía.

En nuestros días, tenemos a la incorrecta Hebe de Bonafini; o mejor, simplemente Hebe. Ella es incorregible, no te va a decir que si vos pensás “que a lo mejor es tiempo de olvidar y perdonar” estás equivocado. No. Te va a decir que sos un hijo de puta. No se va a callar si vos estuviste en las filas de los derechos humanos, pero ahora crees “que es tiempo de equiparar los crímenes del estado con los de los díscolos y equivocados revolucionarios de los setenta”. No. No va callar. Te va a decir que sos un traidor.

Ella es vieja y desbordada. No tiene la dignidad redimida de Taty Almeida, ni el sabio equilibrio de Estela. Ella es pulsional y entierra la daga hasta el fondo, no tiene medias tintas. Por eso es incómoda, muy incómoda, entonces no sabemos qué hacer con ella. Le pedimos “que se ajuste a la ley, que todos somos iguales ante la ley” y ella nos muestra que todos no somos iguales, que hay algunos pocos mejores.

Que hay leyes no escritas superiores a las leyes de los códigos.

Me quedo con las palabras que esta misma mañana le escuché decir a Hebe: “El juez me manda a decir que me declaró en rebeldía, por favor, avísenle que estoy en rebeldía desde el 8 de febrero de 1977 cuando mataron a mi primer hijo”.

Hoy querida Hebe te has inmortalizado, tu ejemplo nos deja una vara muy alta. Esperamos estar a tu altura.

¡Hasta la victoria --que hoy ya has alcanzado-- siempre!

Osvaldo Rodriguez es profesor adjunto Psicoanálisis Freud I Facultad de Psicología UBA.