¿Qué sigue después de robar casi veinte millones de dólares y ochenta kilos de joyas? El 13 de enero de 2006, apenas unas horas después de haber saqueado la bóveda del Banco Río de Acassuso, el Doc tuvo su epifanía delincuencial: “Lo vamos a robar de nuevo”. Alrededor de él, la banda se repartía el botín. En la televisión anunciaban que el Grupo Halcón recién estaba por ingresar al banco. Él estaba encerrado en su propia visión. “Dejamos que repongan las cajas y les caemos de nuevo. Dos veces el mismo banco. Nadie en la historia hizo una cosa así”. Acababan de dejar en ridículo a la policía bonaerense. Habían ejecutado a la perfección un plan que contenía partes iguales de ingeniería e ilusionismo. “¿Podemos hacerlo todavía mejor?”, se preguntaba el Doc. La respuesta flotaba en las cloacas de Acassuso.

“Yo creía que sabía todo del robo, que ya no había nada más para contar”, adelanta el periodista de policiales Rodolfo Palacios, autor de Sin armas ni rencores. El Robo al Banco Río contado por sus autores (Planeta, 2014), en el bar La Academia. “Cuando me entero de que hubo otro plan, que incluso se puso en marcha poco tiempo después del primer robo, fue una revelación”. El “escriba del hampa”, como fue llamado Palacios por los centenares de crónicas, perfiles y libros en los que retrató con maestría y hasta cierta comicidad ese mundo subterráneo, tomó nota y se reunió con su propia banda. Junto al abogado penalista José Luis Estévez y al fotoperiodista y escritor Jorge Larrosa, acaban de publicar El segundo robo del siglo. El plan secreto para volver a asaltar el Banco Río (Planeta). Un libro que nació de una revelación hecha por un fantasma.

Durante el robo del siglo, uno de los siete integrantes de la banda entró al Banco Río disfrazado de doctor. Y eso fue lo único que se supo de él. No existen fotografías de su rostro. Nunca fue identificado por la policía ni llevado a juicio. Palacios lo perseguía desde Sin armas ni rencores. En la taquillera película El robo del siglo, de Ariel Winograd, su personaje es apenas un esbozo. Ni siquiera pudieron hallarlo para el flamante documental Los ladrones: La verdadera historia del robo del siglo, estrenado por Netflix en agosto pasado. “Yo tengo cierto acercamiento con el Doc, a partir de mi trabajo. Él siempre se mantuvo en el anonimato”, explica José Luis Estévez, un hombre fibroso y de mirada pausada, que trabaja en casos de fugas, defensa de derechos humanos en cárceles y juicios a bandas de ladrones. “El vínculo de confianza, sumado a que la causa del robo prescribió, hicieron que quisiera contar la historia por primera vez”.

Durante casi un año, los tres autores realizaron largas entrevistas con el Doc. Tenían entre manos su propio botín: un relato fascinante que contenía dos enigmas. El segundo robo del siglo es, al mismo tiempo, el retrato de un personaje que nadie más pudo capturar y el plan de un robo pergeñado para alcanzar –podría decirse– la inmortalidad delincuencial. Llegado un punto del libro, el Doc describe su plan a la banda: un nuevo y preciso acto de ilusionismo producido por el fuego y la invisibilidad. Hasta que uno de ellos lo frena: “¿Y si elegimos otro banco?”. La pregunta acelera el corazón delator del Doc: “Esta es la mejor manera de estar en la última frontera del riesgo y del desafío –responde–. Se trata de algo simbólico, algo inolvidable”. ¿Quién iba a decirle que no?

“Durante el primer robo, la banda había hecho otro túnel en las cloacas de Acassuso, que la policía nunca descubrió. Ese túnel se convirtió en la posibilidad de una inesperada vía de escape para el segundo robo. Tenían todo”, dice Jorge Larrosa, autor de Postales Tumberas –considerado ya un libro de culto sobre el hampa– y letrista de Andrés Calamaro. “La banda confió en el Doc y empezaron a trabajar otra vez juntos. El hecho de que cayeran fue lo que detuvo el plan. Es otra de las paradojas de esta historia. En vez de ser ejecutado, ese plan terminó siendo escrito”.

-El tercer capítulo del libro se titula “¿Una obra de arte?”. Incluso cuando Fernando Araujo –el ideólogo del primer robo– fue detenido, repetía ante las cámaras: “Arte, arte, arte”. ¿Por qué un robo puede ser considerado un hecho artístico?

José Luis Estévez: -Un mago hace desaparecer un camión, una persona, una carta. Es un hecho mágico y artístico. A un ladrón que hace desaparecer dinero cuando entran trescientos policías al banco, ¿cómo vamos a llamarlo? El primer robo fue el síntoma de una época, la del corralito. Los bancos le habían robado a la gente. Entonces qué pasa cuando le robás a un banco. La gente siente empatía por los ladrones. En este segundo robo pensaban ir más allá. Ni siquiera iban a llevar armas de juguete, como en el primero. Iban a robarlo solo con la razón y la ilusión. Incluso el hecho de robar dos veces el mismo banco podría considerarse un hecho artístico.

Rodolfo Palacios: -Para realizar este segundo robo, habían decidido cambiar sus nombres por los de antiguos ladrones, como “Pichón” Laginestra, un mítico bandido que robaba con un camión adaptado. Como en Perros de la Calle o La casa de papel, pero homenajeando a sus antepasados del delito, para que los acompañaran. Tiene hasta algo de espiritual esa decisión, que también lo vincula con lo artístico.

-Durante la planificación del segundo robo, el Doc escribe sus ideas y luego las lee en voz alta frente a la banda. ¿La escritura es una buena herramienta para el delito?

Jorge Larrosa: -Es una herramienta para memorizar. Escribís un plan, lo reescribís, lo reescribís. Hasta que lo recordás como si fuese algo real. Eso te da una ventaja. Pero la escritura es un riesgo también. Alguien puede encontrar esos planes. El Doc usa la escritura y luego, más que narrar, casi que predica, convence así a los ladrones del plan. No podés entrar a la cueva de Alí Babá y no ser uno de los cuarenta.

-En uno de los pasajes del libro, el Doc reflexiona: “En el pensamiento oriental el eterno retorno llevará a la perfección del universo. La teoría tiene una lógica simple: en cada reinicio se pulirá cada hecho, hasta ser perfecto”. ¿Existe el robo perfecto?

R.P.: -Uno podría decir que el primer robo fue imperfecto, porque los atraparon a partir de una delación. Pero si no hubiese sido "imperfecto", si no los hubiesen descubierto, no habría libros, películas, documentales. Un mundo de relatos fascinantes alrededor del robo. No es como Bansky, que nadie sabe quién es. Si no hubiese detenidos, nadie conocería a los autores, ni su plan ni su metodología. ¿Eso sería perfecto? Aunque sea paradójico, parte de la “perfección” del robo tiene que ver con el fracaso.

J.L.E: -Aunque si no los hubiésen atrapado, podrían haber cometido el segundo robo, para el que habían pulido muchísimos detalles. Y entonces estaríamos de nuevo ante la misma pregunta sobre la perfección. Era como si los ladrones pensaran en lo que dijo el presidente Alberto Fernández: “Volvemos para ser mejores” (risas).

J.L.: -Ellos vivían con el sueño de terminar algo que parece ser perfecto, y lo perfecto no existe. Es un robo que marcó el fin de una época de bandidos. La tecnología acabó con este tipo de robos.

-¿Ya no es posible robar un banco?

J.L.E.: -Cada vez es más complicado, requiere una inversión más grande, manejar otras herramientas. ¿Cómo te evaporás? ¿Cómo lográs salir impune? Esas son las preguntas. Ahora capaz que un banco se podría robar con hologramas. Pero sí. Siempre va a haber bancos para robar. 

*El segundo robo del siglo será presentado el viernes 2 de diciembre a las 19 en la Librería del Fondo de Cultura Económica (Costa Rica 4568). Los autores conversarán moderados por el periodista Bebe Contepomi.