Desde Barcelona

UNO Ayer atrás, Rodríguez volvió a escuchar (nunca dejó de hacerlo, pero siempre le produce la emoción de la primera vez) "We Belong Together" de la cantautora norteamericana Rickie Lee Jones. Se sabe o debería saberse: "We Belong Together" es la canción que abre Pirates, de 1981. Cinco estrellas de entonces y segunda portada para Rolling Stone en tiempos en que aparecer en la portada de Rolling Stone todavía significaba algo. Uno de los mejores segundos álbumes después de debut perfecto --Rickie Lee Jones, de 1979, con cinco nominaciones al Grammy y ganador del correspondiente a "Best New Artist"-- de los que se tenga memoria y conocimiento. Y, sí, es mucho más difícil un magnífico opus 2 luego de un magnífico opus 1 siendo el sabor del momento y tan bien acompañada por una gran guarnición de los mejores sesionistas disponibles.

Allí, Rickie Lee Jones como la versión complementaria y hembra, más beat que noir, de Warren Zevon. O amiga/personaje digna de figurar en los relatos de Hijo de Jesús de Denis Johnson. Y desde entonces y para siempre, ese libre fluir de consciencia en versos largos y epifánicos recitados, con tronante vocecita de Be-Bop-Betty-Boop, como en la más devocional de las letanías sobre un piano casi marcial hasta que entra la batería. Y, sí, entonces todo parece sonar igual a aquel párrafo casi al principio de la recién releído por Rodríguez On the Road de Jack Kerouac donde el narrador contaba y daba cuenta del seguir a "gente loca por vivir" y que "bailaba por las calles" y que "que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un 'Awww!'".

DOS Y Rodríguez suelta otro 'Awww!' porque --con "We Belong Together" como letra y música de fondo-- acaba de leer la letra y letras de la autobiografía de Rickie Lee Jones: Last Chance Texaco: Chronicles of a Troubadour (Grove Press, Libro del Año pasado para la revista Mojo). El título, claro, es el mismo de otra de las tantas mejores canciones de Jones donde se alude --metafóricamente-- a esa última oportunidad de llenar el tanque con gasolina antes de adentrarte en las tierras baldías del amor y del arte y de, por lo tanto, el más encantador de los desencantos o el más desencantado de los encantos.

Y, sí, como era de esperar, Last Chance Texaco no es una autobiografía al uso y de esas industrialmente enhebradas con la ayuda de un fantasmal escritor en la sombra. Todo lo contrario: aquí Jones (nacida en Chicago en 1954) flota y da batalla y respira en cada palabra y le escapa a los souvenirs más obvios para los demás para concentrarse en lo más importante para ella.

Así, buena parte del libro es la crónica de su (de)formación infantil-adolescente "un poco Oz y un poco Huck Finn" con frente y perfil de personaje de Carson McCullers con guitarra y boina bohemia y cigarrillo en la sonrisa. Yendo de aquí para allá y concentrándose en la alquimia que la llevó a escribir "Chuck E's In Love" (que más tarde bastardearía Sheryl Crow en su debut con ese "All I Wanna Do") o "Coolsville" o "Company" (atemporal standard instantáneo) o, claro, "We Belong Together".

Después, suele ocurrir, Jones pasa de moda, arriesga mucho en lo formal (no hay género ajeno que no haya re/cortado a su medida llegando a grabar con The Blue Nile sin por eso haber renunciado a gemas rickiellejonescas perfectas como "Stewart's Coat"), tiene su momento de desatada party-girl fitzgeraldiana y heroína heroinómana y persona non-grata y padece sequía de inspiración que palía con formidables discos de covers. Lo último con canciones propias fue el brillante The Other Side of Desire (2015). Grabado con la ayuda del crowdfunding donde Jones le canta a sus zapatos Jimmy Choo y apuesta y gana en el difícil trance de reescribir aquella postal navideña de The Pogues como "Christmas in New Orleans" y mucha atención, por favor, a ese nuevo clásico suyo que es "Blinded by the Hunt".

Hoy, Jones es considerada songwriter de songwriters. Pero lo que prima y se privilegia en su libro son los días y las noches de cuando Rickie Lee soñaba con tomar por asalto el consagratorio escenario del Troubadour y se la comparaba inicialmente con Laura Nyro y Joni Mitchell para, enseguida, ser incomparable o sólo comparable con ella misma y le hiciese declarar a alguien como Randy Newman un "Digamos que se trata de la persona más inteligente con la que jamás he trabajado".

Y, sí, Last Chance Texaco es un libro muy inteligente. Es decir: se concentra en el aspecto iniciático y artístico pero --aunque se concentre en los "volúmenes enteros que viví antes de ser famosa"-- no por eso deja fuera de juego su necesidad y responsabilidad del naming names junto al suyo. Así, un mefistofélico Dr. John, un místico Van Morrison, un volátil Lowell "Little Feat" George, una cosmética Annie Leibowitz, una frenética y tensa y finalmente triunfal visita al set de Saturday Night Live y un Bob Dylan que una noche se sienta a su mesa sólo para decirle "Eres una verdadera poeta, nunca te des por vencida" y luego se levanta y se va.

TRES Pero Rickie Lee permanece y, claro, asignatura pendiente y morbo de fans a satisfacer, el nombre entre todos los nombres: Tom Waits. Así, Rickie Lee Jones empieza siendo la novia de Tom Waits (fotografiada para la cubierta de su Blue Valentine) y, de pronto, Tom Waits se descubre siendo más reconocido como el novio de Rickie Lee Jones. Y fama y drogas y arrebato y desgarro. Lo que no implica que Jones evoque todo en su libro con la misma dicción y fraseo que en sus discos: "¿Cómo empezar a contar la historia de Tom Waits y yo? ¿Debo presentarla con letra y música? ¿Me oirán ustedes cantarla? ¿O tal vez deba ofrecer algunos agridulces hechos de la vida o alguna optimista moraleja sobre las oportunidades que se nos presentan? ¿Debo mencionar aquí que Tom y yo fuimos hermosos más allá de toda comparación y nos nutrimos tanto (y nos inspiramos tanto) de y por nuestros corazones por un breve tiempo en el que casi nos consumimos? Amor, solían llamarlo. (...) En la cama Tom actuaba como el más grande de los leones. Lo que quiero decir es que Tom actuaba hasta en la cama (...) Entonces ambos fuimos religiones, nos convertimos el uno al otro. Él gruñía y yo balbuceaba. Él se enternecía y yo gruñía. Nuestra naturaleza era la misma, pero aparentemente ninguno tuvo la habilidad de aferrarse a su propia y singular naturaleza. Deseábamos tanto ser partes de historias porque, sin una historia, quiénes somos".

 

Muy bien dicho ahora pero, de nuevo, tan bien cantado entonces y para siempre, en esa elegía para todo lo suyo. De nuevo y siempre: "We Belong Together", donde Rickie Lee Jones se despide con un "Y lo últimos héroes que no quedan / Fueron escritos justo antes que nosotros / Y el único ángel que ahora nos contempla / Nos ve a través de los ojos del otro / Y puedo oírlo en cada pisada de un suspiro pasajero / Él se vuelve loco estas noches / Mirando pasar a los latidos de corazón... / Y susurran: Somos el uno para el otro / Somos el uno para el otro" para que todos (Rodríguez más que incluido) sigan soltando el más bienvenido e inflamable y movilizante de los "Awww!"