La victoria de Lula en las elecciones de Brasil abre las esperanzas de relanzar la integración regional y fortalecer los lazos económicos y políticos entre Buenos Aires y Brasilia. No obstante, los problemas económicos de Argentina no se van a resolver mágicamente por este hecho. Las soluciones se encuentran en el propio sistema de decisiones y en la adecuación de los proyectos políticos a la coyuntura.

Se espera que el cambio de mando en Brasil signifique una mejora en la distribución del ingreso en el país vecino, lo cual impulsaría el consumo y el crecimiento económico luego de 10 años de estancamiento. De forma similar a la Argentina, Brasil también tiene una evolución del PIB en serrucho, ya que no puede crecer dos años seguidos. 

La relación sinérgica entre ambas economías no siempre es suficientemente ponderada y tiene su origen en la integración económica a partir del Mercosur. De los múltiples esquemas institucionales en los cuales ambos países participan, como la UNASUR o la CELAC, el Mercosur es el central dado que, si bien fue implementando durante el período neoliberal de los '90, fue una de las claves de la creciente interdependencia bilateral bajo concepciones económicas alejadas del libre comercio. 

De hecho, la mayor crisis de ese esquema de integración se dio durante el gobierno de Mauricio Macri en Argentina y se profundizó con la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil.

Intercambio compensado

El origen del Mercosur se remonta a los acuerdos firmados entre Brasil y Argentina durante los años ochenta, que contemplaban proyectos de cooperación bilateral en numerosos sectores productivos. El esquema de integración que se estaba proyectando se inspiraba en la experiencia de las décadas del '60 y del '70 en el marco del ALALC (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio).

La idea en aquel momento era apostar a la complementariedad industrial mediante esquemas de "administración de comercio", que implican un intercambio compensado entre los países, por lo cual ninguno puede encontrarse con fuerte déficit respecto de otro. En caso de verificarse tal situación de desequilibrio, se ponen en marcha mecanismos de compensación vía restricción de exportaciones o aumentos de importaciones de parte del país superavitario.

Esta forma de comerciar, totalmente distinta a la del intercambio competitivo, donde no hay restricciones, tiene impacto sobre los modelos industriales nacionales y regionales. En el intercambio competitivo se espera que la estructura económica tienda a especializarse en los productos en los que cada país cuenta con ventajas de costos. 

En cambio, en el intercambio compensado se genera una complementación productiva entre países, lo que implica muchas veces un reacomodamiento de la estructura industrial existente para lograr una eficiencia de especialización intraindustrial, es decir, mayor eficiencia dentro de esa industria.

Automotriz

De todos los sectores en los cuales se proyectaron complementariedades industriales durante los años ochenta, la única experiencia relevante llevada a la práctica fue la industria automotriz. A principios de los años noventa, Argentina y Brasil vieron su comercio aumentar hasta llegar a ser los socios más importantes: Brasil pasó de representar un 15 por ciento del comercio argentino en 1991 al 30 por ciento desde 1995, colocándose en el primer puesto como importador y exportador.

Este crecimiento se debió en primer lugar a las modificaciones que ocurrieron en el mercado automotriz regional, ya que la especialización intraindustrial motivó numerosas inversiones y la mudanza de los autos de alta gama hacia la Argentina, mientras que la producción de los automóviles de baja gama se concentró en Brasil.

El intercambio de automóviles de un país al otro a partir de entonces explicó el crecimiento del comercio entre ambos países, a lo que se le sumó el creciente intercambio de autopartes, cuyas inversiones se fueron ampliando para abastecer a las dos economías.

Sin embargo, en el caso de las autopartes se generó un fuerte desplazamiento de las industrias desde Argentina hacia Brasil, lo que generó un déficit comercial crónico en el sector en desmedro de la Argentina.

En definitiva, si bien Argentina país aumentó su producción automotriz durante los años noventa, se tendió cada vez más a una simplificación del trabajo ingenieril, donde las partes importadas desde Brasil empezaron a tener cada vez más peso, desplazando las partes nacionales. 

Brasil, en cambio, importa muy pocas autopartes de Argentina y tampoco realiza muchas adquisiciones desde el resto del mundo, por lo que existe un desequilibrio aparente muy fuerte. Este hecho ha generado consecuencias negativas, como la caída del empleo en las industrias de autopartes y un déficit comercial creciente de Argentina, lo que despertó tensiones en distintos momentos críticos, sobre todo cuando Brasil devaluó en 1999 y cuando redujo su demanda de automóviles argentinos en 2015.

Derrotero

El gobierno de Mauricio Macri se ensañó con el intercambio compensado y habilitó un fuerte desbalance del comercio exterior a favor de Brasil. De esa forma, se desequilibró todavía más el sector, que pasó de importar partes y piezas a comprar directamente vehículos terminados. La producción automotriz bajó de los 800 mil vehículos en 2013 a poco más de 300 mil en 2019, mientras que las importaciones seguían batiendo records, con más de 600 mil vehículos importados en 2017 y casi 500 mil en 2018, a pesar de haberse iniciado la debacle económica.

Pero incluso se asistió a un fuerte retroceso del contenido local en los autos producidos en Argentina. Si se calcula el monto de las autopartes importadas en relación a la producción local, la relación era de 10 mil dólares importados por vehículos entre 2008 y 2015. Con el macrismo, las autopartes importadas crecieron un 40 por ciento, llegando a niveles de 14 mil dólares por cada vehículo producido en Argentina. El gobierno de Alberto Fernández hizo enormes esfuerzos para reducir esos componentes importados, se trata de un proceso lento y complejo.

Asimismo, las partes importadas provenientes de Brasil cayeron sustancialmente, desde un 55 por ciento del total importado en 2010 y 2011 a niveles inferiores al 35 por ciento desde 2016, siendo reemplazadas por los orígenes asiáticos (Japón, China, Tailandia) y Alemania. El sector autopartista brasileño está perdiendo enormes posiciones en el mercado mundial y en ese contexto, Argentina se volvió un mercado esencial.

Oportunidad

Las políticas de transiciones energéticas que se llevan a a cabo en varios países de Europa hacen que ya se vendan la mitad de los nuevos vehículos con sistemas híbridos o eléctricos, lo que impacta en el sector automotriz del Mercosur, que por ello requiere acelerar la actualización de sus modelos. 

Ese desafío para las filiales locales implica también una oportunidad, dadas las reservas de litio existentes en el noroeste argentino y las vecinas Chile y Bolivia, ambas con acuerdos en el marco del Mercosur. Se trata de una transición hacia la electromovilidad que puede ser beneficiosa en términos de la dinámica del sector automotriz, cuya redefinición se presenta como una oportunidad para relanzar el Mercosur a través de una de sus actividades económicas clave.

La fabricación de baterías de litio a gran escala es un objetivo necesario para Argentina, por lo que implica en términos de empleo, exportaciones y desarrollo tecnológico. Las iniciativas de Y-TEC y de YPF Litio son grandes vectores para ir balizando el terreno de las inversiones privadas, que deberían acompañar y articularse con las empresas públicas.

Ayuda financiera

La victoria de Lula despertó rumores sobre la posibilidad de una ayuda financiera y monetaria de Brasil para Argentina, que consistiría, según esas versiones, en un swap, un préstamo en dólares o una moneda nacional vinculada al valor del real brasileño, entre otras. Todo este set de políticas depende de la buena voluntad del presidente brasileño y de la estrategia que propondrá Brasil para la región. ¿Es posible tener como objetivo estratégico de largo plazo una moneda regional común?

Existen 3 formatos distintos de integración a esa escala. La Unión Europea que tiene un esquema institucional más firme y parecido a una Confederación de países, con escasa diferencia ideológica entre los gobiernos y una moneda única. Otros modelo es el NAFTA de Estados Unidos, Canadá y México, que si bien tiene un aval institucional no cuenta con una moneda única. El tercer modelo es el de la región asiática, una de las más integradas comercialmente aunque sin una estructura institucional en relación a la densidad de su comercio.

La fuerte interacción productiva entre los países es la base para ir pensando en una mayor vinculación entre monedas e incluso en una moneda regional que permita desdolarizar las relaciones comerciales y dar mayor espacio de soberanía. Un proyecto de ese estilo obviamente no es una solución a los problemas monetarios argentinos. Los problemas propios los tendremos que resolver nosotros.

La desdolarización de los intercambios comerciales fue lo que incentivó a los europeos para formar la Unión Europea de Pagos, ante la escasez de divisas al salir de la segunda guerra mundial. Ante un Sistema Internacional de Pagos que le otorga a Estados Unidos un lugar de privilegio, es lógico que en su defensa un bloque de países periféricos se proteja de distintas maneras, una de las cuales debería ser una desdolarización de su comercio, sin que eso implique ningún tipo de represalias.

De todas formas, la integración monetaria también tiene sus bemoles, porque limita la flexibilidad de los países para tener herramientas monetarias disponibles para hacer política pública. 

Más relación

La victoria de Lula en Brasil permite volver a pensar la relación de mediano plazo entre Brasil y Argentina. Por un lado, un crecimiento continuo de Brasil significaría un impacto positivo para la economía nacional. De hecho, la última década de Argentina se explica, en parte, por la década perdida brasileña.

Los avatares económicos y políticos de ambas naciones parecen estar sometidos a péndulos paralelos. Gobiernos neoliberales, al margen de sus diferencias, no pudieron revalidar su gestión en un segundo mandato y permitieron la vuelta del peronismo en Argentina y del Partido de los Trabajadores en Brasil. Ahora se trata de resolver los problemas de acumulación de capital que tienen ambos países. Parte de esa solución pasa por mejorar los vínculos en el marco del Mercosur.

En este cuadro, la industria automotriz es central en la relación entre ambos países. Es necesario que la reconfiguración de este sector aproveche las necesidades y obligaciones que ofrecen la transición energética y el consumo cada vez mayor de automóviles eléctricos a nivel mundial. 

Argentina tiene una ventaja por poseer un recurso clave como es el litio y por proponerse una estrategia de desarrollo de ese sector sobre la base de las empresas públicas YPF litio y Y-TEC. Ese proceso debe anclarse a las necesidades de la industria automotriz para poder lograr fabricas baterías de litio a gran escala para el Mercosur y luego pasar a su exportación a nivel global.

Por el lado financiero, ambos países deben empezar a plantearse una estrategia de soberanía monetaria regional que apunte a desdolarizar el comercio intrarregional.

*Investigador del Área Estado y Políticas Públicas de la FLACSO Argentina