La búsqueda de la verdad ha desvelado desde siempre al ser humano. Ha ido desde el estar alerta frente a posibles engaños hasta la indagación por la esencia misma de las cosas. Sin embargo, la verdad es una presa huidiza, la relatividad de los acontecimientos, los diferentes puntos de vista, la naturaleza cambiante de la realidad, la ha puesto una y otra vez fuera de tiro. La demanda de la verdad absoluta ha llevado a los más desatinados excesos. No estamos hablando de las “fake news” ni de la “posverdad” que deliberadamente insertan la mentira con el propósito de distorsionar la realidad, sino de la pesquisa de una certeza total cuya ilusión excesiva lleva a destruir el objeto sobre el cual se la aplica. Lacan afirmaba que toda verdad tiene estructura de ficción, con lo cual no quería decir que la verdad es una ilusión, sino que en su misma formulación ya existe la subjetividad del que la enuncia, las palabras siempre dejan un espacio para la ambigüedad o el equívoco, por lo cual, aun cuando intentemos mayor precisión debemos mantener cierta flexibilidad.

El perseguir la certidumbre en los juegos deportivos queda asociada al velar por el cumplimiento de sus reglas a través de la función del arbitraje, que limita, pero al mismo tiempo enmarca y permite desplegar las habilidades y el sentido del juego. A lo largo del tiempo, los errores o perturbaciones de distinta índole en los fallos arbitrales llevaron a delegar en elementos tecnológicos la determinación de la verdad en la ilusión de despejar el elemento subjetivo reemplazándolo por una medición supuestamente exacta y objetiva. En el fútbol se recurrió al videoarbitraje denominado VAR (video assistance referee). Sin dejar de lado que las máquinas son a su vez manipuladas por personas con sus subjetividades y que el aparato mismo puede errar, nos topamos con los fenómenos derivados de pretender una “verdad revelada”, como dogma que no admitiría cuestionamientos. El saber busca la verdad, pero nunca la encuentra, porque el saber no es necesariamente conocimiento, requiere de interpretaciones.

En el Mundial de Fútbol que se está disputando en estos momentos en Qatar, se utiliza un nuevo sistema mediante cámaras y un chip en la pelota, para determinar si hay posición adelantada en forma semiautomática. Dado el aumento en su agudeza de medición, de asistente ha pasado a serprotagonista del resultado en varios partidos. La ley del offside está sancionada para evitar una ventaja deportiva injustificada, o sea que el hecho de que un jugador está adelantado y sin marca, puede generar fácilmente un gol que el desarrollo del juego no lo merece. Entonces quien está adelantado, es declarado en offside. El concepto es adecuado, pero el límite de que un delantero tenga un extremo del codo o un pedazo de su hombro unos centímetros más adelante que el defensor, no le da ninguna ventaja deportiva; por lo tanto, declararlo fuera de juego podría representar una decisión injustificada que tergiversa los objetivos para los cuales fue creada la norma.

Más aún si los elementos para decretar semejante decisión están dados por sistemas computarizados que superan la agudeza del ojo humano. O sea que se utiliza para la medición un parámetro ajeno a las habilidades que se ponen en juego en un partido de futbol. Existe una incompatibilidad entre el fenómeno medido, en este caso el juego con su normativa y su filosofía, y el sistema de medición. El fútbol está hecho para la mirada humana y no, por ejemplo, para el ojo de un microscopio, que, si se utilizara, anularía un gol “por un pelito”. El fútbol es destreza deportiva y es también, gambeta, picardía. Un fútbol “aséptico”, sin la posibilidad de “la mano de Dios”, nos deja, no “fuera de juego”, sino sin juego.

 

Diana Sahovaler de Litvinoff es psicoanalista (Asociación Psicoanalítica Argentina).