La victoria se filtra, perfora, supura. Brota de un sueño eterno, dulce, imaginado. Nace para seguir creyendo, para seguir colgados a la esperanza. Con esa alegría pegajosa, pegadita al pie, que se ve y se reconoce en las esquinas, donde explosiona la fiesta. Hoy la felicidad vuelve a estar aquí, en esta patria, en esta bandera. Argentina vuelve una vez más a dibujarnos una sonrisa. Se ve y se reconoce. Se gusta y lo sabe. Fue más, mucho más, que esta Australia esperpéntica, desdibujada, grotesca. Que no puede ser medida, como no lo fue Polonia. Pero para eso son las victorias, para mirarse en el espejo y quererse un poco más. Para imaginar el mañana con el placer de hoy, espacios apacibles donde recuperar la fe en el futuro, y esa confianza definitiva con todas sus imperfecciones a cuestas.

El fútbol científico es una implacable máquina de novelar. Ese fútbol de retazos sostenido en el algoritmo. Ese “blablabla” interminable edificado sobre el 5-3-2, sobre el 4-4-2, sobre el 3-5-2, y sobre esa contundente ironía de Cruyff: “Y si agregamos 2 x 2 = 4”. Se sabe que un equipo tiene que tener un cierto orden, un cierto comportamiento estratégico, pero luego aparece el talento individual y se lleva por delante las extensas horas de “blablabla” de los ideólogos de la nueva modernidad, anclados a la doctrina de la científica pizarra. 

¿Cuántas variantes tácticas puede soportar un equipo? Créame: no muchas. Todo pasa por la pelotita y sus variantes. Apareció Messi balbuceando a Voltaire: “El fútbol (la vida) está donde esté yo”, para abrir un partido hasta ese momento intrascendente. Hizo lo difícil. Lo necesario. Después, todo resulto más sencillo. De frente, de “cara”, exigiendo la pelota, cuidándola, protegiéndola. Metidos hasta los codos en el partido. Sin distracciones. Presionando la salida, recuperando los espacios, achicando los huecos, para luego volver a reconocerse, triangular y mezclarse. Esa simbiosis tan necesaria en el fútbol de las asociaciones. Por no “dormir” el partido se sufrió algo al final. Un sufrimiento innecesario. Argentina se cuelga de un sol generoso para seguir soñando. Un sol luminoso y cálido, que se empecina, una vez más, en acariciarte el alma.

(*) Ex jugador de Vélez, clubes de España, y campeón Mundial Tokio 1979