La Masacre de Napalpí es el nombre con el que se conoce a la matanza de varios cientos de peones rurales de las comunidades Qom y Moqoit a manos de la policía chaqueña y grupos de estancieros, el 19 de julio de 1924 en la Colonia Aborigen Napalpí, Chaco.

Ubicada a 120 kilómetros de Resistencia, Napalpí, nombre Qom que significa “lugar de los muertos”, había sido establecida en 1921 con una población mayoritaria de la etnia Qom.

Ese año, durante la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear, el gobernador del Territorio Nacional del Chaco, Fernando Centeno, prohibió a las comunidades emigrar más allá de sus límites territoriales. La zona era una importante productora de algodón; allí en Napalpí los pueblos trabajaban en situación de esclavitud. En este contexto, la comunidad se declaró en huelga para exigir mejoras en los pagos de la cosecha, reclamar condiciones de vida dignas y poder salir a trabajar del territorio chaqueño hacia los ingenios de Salta y Jujuy, donde se ofrecía una mejor paga. La respuesta de las autoridades resultó en una de las represiones más feroces de la Argentina del pasado siglo.

Para localizar a los pobladores, un avión biplano Curtiss JN-90, propiedad del Aeroclub de la provincia, sobrevoló el monte chaqueño arrojando caramelos y golosinas a la gente para lograr reunirlos y a partir de ahí reprimirlos. Cuando los indígenas salieron a levantar la mercadería, cerca de 130 policías y terratenientes lanzaron una balacera durante al menos una hora. Los cuerpos de cientos de personas de los pueblos Moqoit y Qom en la Reducción de Indios Napalpí fueron calcinados y enterrados en fosas comunes. Se calcula que 38 niños y 15 adultos lograron escapar.

En mayo último finalizó el Juicio por la Verdad, casi cien años después. La jueza federal de Resistencia, Zunilda Niremperger, estableció que “la Masacre de Napalpí fue un crimen de lesa humanidad cometido en el marco de un proceso de genocidio de los pueblos indígenas”, y que el Estado Nacional fue responsable “en el proceso de planificación, ejecución y encubrimiento en la comisión del delito de homicidio agravado con ensañamiento con impulso de perversidad brutal (...), por el cual resultaron asesinadas entre 400 y 500 personas de los pueblos Moqoit y Qom en la Reducción de Indios Napalpí ubicada en Territorio Nacional del Chaco”.

En su veredicto, que se tradujo simultáneamente a las lenguas qom y moqoit, Niremperger fijó una serie de medidas de reparación que incluyen, entre otras, la continuidad de los trabajos de búsqueda de fosas comunes, la difusión del juicio y de la sentencia, la constitución de un museo y sitio de memoria en el lugar de los hechos, la implementación por parte del Estado Nacional de un plan de reparación histórica a los pueblos Qom y Moqoit, la inclusión de Napalpí en el diseño curricular de todos los niveles educativos del país y la determinación del 19 de julio como Día Nacional de Conmemoración de la Masacre de Napalpí.

“Fue un hecho premeditado, por ende preparado y organizado por el Estado Nacional”, explica Pedro Solans, periodista, escritor y autor de Crímenes en sangre. La verdad sobre la Masacre de Napalpí. Oriundo de Quitilipi, Chaco, Solans declaró en el juicio y brindó detalles de lo que conoció a partir de una investigación histórica para la cual entrevistó a Melitona Enrique, sobreviviente de la masacre.

Fue recién de grande que Melitona Enrique, fallecida en 2008, pudo contar lo que vivió en Napalpí: “Previamente a la masacre en Napalpí los aborígenes se amontonaban para el reclamo. Les pagaban muy poco en el obraje, por los postes, por la leña y por la cosecha del algodón. No les daban dinero; solo mercadería para la olla grande donde todos comían. Por eso se reunieron y reclamaron a los administradores y a los patrones. Y se enojaron los administradores y el Gobernador”. El 19 de julio de 1924, “bien temprano llegó la policía, se asustó toda la gente (...). Ancianas, jóvenes y jovencitas murieron. Todas nuestras abuelas. Iban cayendo las ancianas mientras estaban cantando”, decía.

En diálogo con Página/12, Pedro Solans explica qué fue Napalpí y cómo se ejecutó, detalles que pudo conocer a partir de su encuentro con la sobreviviente Melitona Enrique, cuyo relato, plasmado en Crímenes en sangre, resultó de gran valor testimonial en el Juicio por la Verdad.

--¿Qué fue la Masacre de Napalpí?

--La Masacre de Napalpí fue una represión sanguinaria que sirvió para escarmentar a los pueblos originarios que todavía sobrevivían en el territorio nacional del Chaco, en toda la zona norte de la Argentina, y tuvo como antecedente lo que fue la Campaña del Desierto verde, similar a la Campaña del Desierto en el sur que llevó adelante el genocida general Julio A. Roca. La Campaña del Desierto verde fue comandada por Manuel Obligado que, militarmente, terminó en 1888, pero que políticamente se dio por finalizada en 1919. Desde ese entonces se empezaron a buscar alternativas para dar solución a lo que se consideraba un problema: “qué hacer con los indios”. A pesar de los asesinatos masivos que se habían cometido, la vía militar había fracasado y el Gobierno Nacional vio que era más beneficioso para el sistema capitalista, específicamente para la producción del algodón, incorporarlos al sistema como mano de obra barata. Se hicieron varias experiencias, entre ellas, la instalación de la Reducción de Indios, donde se acordaba con los pueblos originarios que dejaran la vida nómade y trabajaran en la cosecha a cambio de ranchos y un pago por el trabajo. La Administración de la Reducción nunca cumplió esos acuerdos. Llegaron los reclamos y la respuesta fue la masacre.

--¿Por qué dice que tiene como antecedente la Campaña del Desierto verde?

--Porque los pueblos originarios eran --y aún lo son-- un conflicto a resolver. Para la organización del país del momento los pueblos originarios eran un “problema” que se intentó solucionar exterminándolos. Hoy el conflicto sigue y se busca taparlo. El antecedente de la Masacre de Napalpí efectivamente fue la Campaña del Desierto verde porque la matanza está dentro del proceso de exterminio que se inició con esas campañas contra los pueblos originarios.

--¿En qué consistió la Reducción de Indios?

--La Reducción de Indios fue una experiencia para integrar a los aborígenes de una manera similar a la que hicieron los jesuitas con sus misiones, pero la voracidad capitalista y el desmedro hacia la condición aborigen la llevó al fracaso y a un fin sanguinario. La propuesta de la Reducción fue aceptada en un principio por familias Qom, Moqoit y algunos cosecheros correntinos y santiagueños. Funcionó los primeros años mientras había veedores del partido socialista, pero con el tiempo se fue deteriorando y entró a jugar la perversión, la disputa con los colonos y los incumplimientos. La intervención --realizada por un interventor impuesto por el gobierno central-- generó una situación insostenible para los cosecheros aborígenes que comenzaron a reclamar el cumplimiento de lo convenido. Les daban vales como pago de las tareas y las condiciones de trabajo eran cada vez más inhumanas. Con esos vales solo podían comprar en los almacenes de la Reducción. Se llegó al fatídico 19 de julio de 1924 como corolario de toda una situación generada por el descontento ante las malas condiciones de vida de los nativos y por las quejas de los colonos.

--¿Cuáles eran las quejas de los colonos?

--El malestar crecía porque los aborígenes se iban de la provincia del Chaco a Tucumán o Salta a trabajar en otras condiciones. Frente a esto, los colonos pidieron a Fernando Centeno, el interventor de ese momento, que actuara para frenar la situación. En un principio Centeno se negó a actuar con la fuerza que pedían los colonos pero luego accedió ante las presiones de los productores y la prensa de ese momento.

--¿Qué decía la prensa?

--Los periódicos de la región se sumaron a la campaña del miedo de La Nación y La Prensa, que hacían hincapié en el hipotético riesgo que generaban los aborígenes al negarse a levantar la cosecha del algodón porque eso podía resultar en que el país perdiera la oportunidad de exportar la producción del “oro blanco”. Los diarios también informaban sobre el peligro y la amenaza que eran los aborígenes rebeldes para la sociedad. Se hablaba de inminentes malones que atacarían a las sociedades de los pueblos cercanos a la Reducción. En ese marco, Centeno ordenó la invasión a la Reducción con 80 policías que viajaron en tren desde Resistencia hacia Napalpí, con tareas previas de reconocimiento y apoyados por las poblaciones de Quitilipi y Machagai. Los hombres de esos sitios fueron provistos de armas por el Ejército Argentino para que defendieran sus respectivos pueblos ante los malones que nunca existieron. Así fue que hubo una sociedad armada que apoyaba a los efectivos policiales; juntos llevaron adelante una carnicería humana. El Aeroclub de Resistencia aportó un avión para hacer inteligencia y lograr, con acciones falsas, agrupar a los aborígenes para masacrarlos.

--¿Qué tipo de acciones?

--Lo que hicieron, entre otras cosas, fue tirar golosinas desde el avión y hacer piruetas en el aire para llamar la atención y que se juntasen todos los aborígenes en las plazas comunales de la Reducción para asesinarlos. Allí murieron entre 500 y 1000 personas pero, a su vez, lo más terrible fue la forma en que las mataron, degollaron, descuartizaron y jugaron con los cadáveres de mujeres y bebés. Buscaron dar un escarmiento a la población e introducirles el miedo en la sangre. Ese fue el 19 de julio de 1924, un día triste, negro, para la historia del Chaco y para la historia del país.

--¿De qué manera transcurrió la vida de las personas que lograron sobrevivir a la masacre?

--Los pocos sobrevivientes que lograron escapar lo hicieron con dos premisas: el silencio y la obediencia. Sabían que, si los agarraban, serían torturados y asesinados con una especie de muerte ejemplificadora. Eso fue lo que se buscó al dejar en el monte las cabezas empaladas y los cadáveres de mujeres empaladas con los pechos cortados. Naturalmente, los que escaparon lo hicieron con ese miedo absoluto que los obligó a mimetizarse en poblaciones lejanas y trabajar en otros campos de cosecha o en los obrajes negando constantemente haber sido sobrevivientes, haber estado en la Reducción del Indio o en Napalpí.

--¿Cuál fue su aporte en el Juicio por la Verdad?

--El Juicio por la Verdad, también por la moral, se llevó a cabo este año. El Estado fue condenado. A partir del juicio se le exige al Estado la difusión de lo ocurrido y una reivindicación histórica. En el juicio aporté la investigación que volqué en Crímenes en sangre, uno de los argumentos más fuertes de lo ocurrido. También presenté un arma máuser 1909, provisto a los ciudadanos por el Ejército Argentino, en este caso a mi abuelo, entonces gerente de una desmotadora de Quitilipi. Brindé la versión de un victimario y la versión de Melitona Enrique, sobreviviente de la masacre. Mi abuelo Carlos Ferro fue uno de esos jóvenes que recibió una carabina para defender la ciudad. Me contó que dormían en los techos esperando a los malones que, por supuesto, nunca llegaron.

--¿Cómo fue el encuentro que mantuvo, en 2007, con Melitona Enrique?

--El encuentro fue muy especial. Hubo silencios que me llegaron al corazón. Melitona habló en Qom y sus hijos hicieron la traducción. Me contó lo que ella había vivido ese 19 de julio y cómo escapó con sus tíos. A su madre la mataron ese día y a su padre dos días después, en una de las tantas persecuciones que se dieron tras la matanza. Melitona Enrique, para mí, sigue siendo la última sobreviviente, y digo para mí porque ahora tenemos conocimiento de que hay otros, pero que en la época de la masacre tenían dos o tres años y lógicamente sus testimonios son bastante vagos. En 1924 Melitona tenía 21 años. Fue muy consciente de lo que pasó y también consciente de lo que fue sobrevivir durante los primeros años con el miedo, el silencio y la desculturización. Siempre tuvo miedo a los uniformados y a las autoridades blancas. Ese miedo nunca se le fue; Melitona murió con ese miedo. Tuve la suerte de que ella me brindara el testimonio en la Semana Santa de 2007. Su testimonio fue fundamental y ha cambiado la historia oficial que decía que la Masacre de Napalpí fue una represión de un malón, la represión a la sublevación de los aborígenes de Napalpí, de la Reducción de Napalpí. Falso. Eso fue lo que se escribió en nombre del entonces gobierno provincial de Fernando Centeno y del gobierno nacional, durante la gestión del radical Marceo Torcuato de Alvear, que estuvo muy comprometido con la evolución y la explotación del algodón, en una coyuntura internacional que también jugó un papel preponderante.

--¿Por qué?

--En ese momento la industria textil inglesa se estaba quedando sin la materia prima fundamental porque se habían perdido las cosechas de Estados Unidos y había problemas con la India. Entonces estos gobernantes creían que era la oportunidad para que la Argentina se convirtiera en el país importador número uno, el proveedor número uno, de algodón. La producción textil era una de las líderes del capitalismo de principio del siglo veinte y la manejaba Inglaterra. Los proveedores esenciales de algodón eran la India y Estados Unidos, que desde fines del siglo diecinueve entraron en serios problemas y no podían cumplir con la creciente demanda de algodón. Inglaterra salió a buscar proveedores sustitutos y lanzaron una campaña de promoción de siembra del algodón en el norte argentino que involucró al gobierno de Alvear, incluso el consulado inglés se había convertido en una virtual desmotadora para verificar la calidad de la fibra que se obtuviera del algodón argentino. En el país se vivió “la fiebre del oro blanco” y su cosecha era prioridad. El escollo de la exportación desde un país tan alejado era el costo del transporte que debía suplirse con la mano de obra barata. En ese contexto se produjo la matanza.

--¿Por qué cree que la Masacre de Napalpí no tuvo la difusión que mereció?

--Napalpí nunca tuvo la visibilización que tenía que tener, por eso una de las condiciones que le puso la Justicia al Estado nacional es que sume a los planes de estudios de todos los estamentos --primario, secundario, terciario y universitario--, la versión correcta, que fue una masacre en favor de la explotación del algodón, que en ese momento era incipiente. Napalpí concentra el dolor que sufren los pueblos avasallados por la hiperproducción de un capitalismo que no tiene en cuenta al ser humano, que no tiene en cuenta la multiculturalidad, que no tiene en cuenta la convivencia entre seres humanos de distintas razas. Napalpí expresa la bestialidad que a veces tenemos los seres humanos cuando abrazamos causas sin tener conciencia de lo que significa la vida. Napalpí representa el horror, la muerte y la deshumanización.