La pobreza alcanzó al 43,1 y la indigencia al 8,1 por ciento de la población urbana en el tercer trimestre de 2022. La indigencia se redujo en un poco menos de un punto porcentual con respecto al año pasado, incluso por debajo de la época previa a la pandemia. La pobreza, en cambio, aumentó casi un punto porcentual con respecto al 2021. Sin los programas de ayuda social del Estado, la indigencia hubiera alcanzado al 20 por ciento de los y las argentinas y la pobreza al 50 por ciento.

"¿Quiénes son estos nuevos pobres?", se preguntan y responden los investigadores del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, un instituto con más de veinte años de historia en la medición de estos indicadores , "Las clases trabajadoras de sectores medios y populares, vulnerables a las crisis, a la falta de trabajo y a la inflación. Mientras tanto, los pobres estructurales logran protegerse reproduciendo una economía informal de subsistencia, que no los saca de la pobreza, pero al menos la alivia". 

Son 18,5 millones de argentinos pobres y 3,5 millones de indigentes. Si bien tanto la pobreza - personas cuyos ingresos cubren la canasta alimentaria pero no otros gastos básicos en vivienda, salud, vestimenta y educación- como la indigencia por ingresos - quienes no llegan a cubrir siquiera los gastos de alimentación - concentran sus efectos en niños, residentes del conurbano bonaerense y trabajadores más precarizados, los primeros diez meses del 2022 muestran una tendencia distinta.

La pobreza está sobrerrepresentada en niños de hasta 17 años (el 61,6 por ciento son pobres), pero el porcentaje en este rango etáreo bajó con respecto al 2021, tendencia que se revirtió respecto a lo que se venía observando hasta 2020. Sin embargo, aún se encuentra quince puntos por encima del 2015. Los dos grupos más afectados por el crecimiento de la pobreza este año son los de entre 18 y 29 años, y los mayores de 60. La tendencia es similar al analizar la indigencia, que si bien está sobrerrepresentada en los niños, bajó de 14,9 a 13,1 por ciento entre 2021 y 2022.

En el análisis por región urbana el 50,5 por ciento de los pobres se encuentran en el conurbano bonaerense. Un dato relevante es que esta cifra disminuyó seis puntos y medio con respecto al 2020 alcanzando niveles similares a la prepandemia - que eran de por sí muy elevados-. En la Ciudad de Buenos Aires la pobreza bajó de 13,6 a 12,7 por ciento entre los dos años analizados, pero aun tres puntos por encima que en los niveles prepandemia. Las tasas de indigencia mostraron una reducción significativa en ambas regiones, pasando de 11,2 a 10,3 en el conurbano y de 2,9 a 1,5 por ciento en la Ciudad.

Finalmente, tanto las tasas de pobreza como indigencia afectan muy poco- menos de 1 por ciento- a los sectores medios profesionales, mucho a los trabajadores marginales  (el 70,5 por ciento de los pobres y 19,8 por ciento de los indigentes forman parte del estrato socio-ocupacional que también mejoraron respecto al 2020) y cada vez más a los sectores medios no profesionales. El descenso social de la clase media se observa en el crecimiento de pobres dentro de esa clase: en 2015, solo el 9,4 por ciento de los trabajadores se sectores medios no profesionales eran pobres,  guarismo que se duplicó a 18,2 en 2022. 

Multidimensionales

Además de la pobreza e indigencia medida por el nivel de ingreso, la UCA calcula la pobreza multidimensional, que hace referencia a las personas que son pobres por ingresos y a la vez tienen al menos una privación no monetaria, relacionada a déficits en alimentación, servicios básicos, vivienda digna, medio ambiente, educación o empleo. La pobreza multidimensional aumentó en el último año, al pasar del 37,8 al 39,2 por ciento de la población en el tercer trimestre de 2022. Son diez puntos porcentuales más que en 2010.

Si bien a nivel agregado no se presentan cambios en relación a la proporción de carencias en hogares ni en población, sí hay modificaciones relevantes en el análisis particular de la evolución de distintas dimensiones. Hubo una mejora en aspectos vinculados a la inversión pública en infraestructura urbana y vivienda, a la vez que un deterioro en dimensiones más fuertemente asociadas con las oportunidades de empleo y la capacidad de consumo de los hogares.

El acceso a servicios básicos se ubica como la dimensión que tuvo mejoras más relevantes, explicada principalmente a partir de la fuerte inversión pública que se hace visible particularmente en algunos momentos (2010/2014, 2016/2018 y 2021/2022) y se expresa en la mejora en los indicadores acceso a red de agua corriente y acceso a red cloacal. Este proceso, junto al esfuerzo volcado a la autoconstrucción, impactaron positivamente sobre el acceso a una vivienda digna que bajó de 28,8 a 21,2 por ciento de los hogares desde 2010. 

La dimensión acceso a un medioambiente saludable también mostró, aunque en menor medida, una evolución positiva asociada a mejoras en el hábitat urbano, particularmente vinculadas al descenso de hogares cuyas viviendas se encuentran en las cercanías de fábricas o espejos de agua contaminada.

La dimensión alimentación y salud presenta en cambio una dinámica desfavorable, particularmente expresada en una tendencia ascendente desde 2016 con un salto importante en 2019 y un estancamiento posterior en niveles elevados de déficit. "Los efectos de la crisis impactaron sobre los costos de la atención médica, medicamentos y de los alimentos en particular. En este último caso los registros muestran que en últimos años los incrementos de los precios de los alimentos tendieron a ser superiores a las variaciones generales, explicando una tendencia sostenida de incremento de los niveles de inseguridad alimentaria severa y moderada", asegura el informe de la UCA. Finalmente también se observa un deterioro en las oportunidades de acceso al empleo y la seguridad social.

Estado presente

El paquete de ayuda social que el Estado destinó para transferir ingresos y/o alimentos a los hogares evitó que la cantidad de indigentes fuera 20 por ciento- en vez del 8 por ciento registrado- de la población argentina. Este efecto inmediato de las transferencias de ingreso sobre la pobreza es menor que el registrado sobre la indigencia, que hubiese alcanzado al 50 en vez del 43 por ciento de la población de acuerdo a estimaciones de la UCA.

La asistencia pública tuvo un papel activo en contener las situaciones de deterioro. Durante 2022, el 40 por ciento de los hogares recibió alguna asistencia social (el 50 por ciento de la población urbana ha sido asistida por alguno de los programas o complementos implementados). "Todos estos indicadores son la fiebre del termómetro, la manifestación de problemas estructurales. Evidentemente no hubo falta de asistencia e inversión publica, el principal problema es que no hay generación de trabajo", explica el jefe del Observatorio, Agustin Salvia, a modo de resumen.