Se impone la búsqueda del tesoro en la ausencia del gran banquete de las fiestas carnívoras.

Si tu trauma es querer controlar la cantidad de sillas en las mesas de diciembre, no te salva ni el libro “El hombre que calculaba”. Una obra mágica para los románticos de la matemática.

Por ello, cuando uno se deja llevar por una alianza superior, es interesante la reflexión que te deja el hombre de Lisboa: “Estoy sin alegría pero contento”.

Lo que anuncia Pessoa no me detiene en la Plaza del Comercio de su ciudad, sino en la popular Avenida Provincias Unidas en San Justo. Aquella vidriera sabe lo que necesita diciembre y le mete pila a todo.

Pero lo que parece madera no deja de ser cartón, y suena a poco para recibir el menjunje de decisiones y constelaciones familiares. Mas aún, en un mes donde se precipita todo como lava volcánica. Hay que pensar en un diciembre componedor, y así el desafío calma la erupción.

No obstante la calle caliente aún no entiende como la población duerme la siesta.

Son los embates de una época híbrida con una extraña versión de la felicidad.

En la posverdad de las pantallas hay distracción y es imbatible la abundancia de felicidad ficticia.

No se puede ser feliz, ni siquiera virtualmente, cuando el de al lado no tiene mesa, ni juguetes para sus hijos.

Luego del foco del consumo en el Gran Buenos Aires, me mando por adentro para evitar el tráfico en Avenida de los Corrales. Hago una escala previa para el arribo al falso Miami de zona norte, en la estación de peaje. Se siente desde la cabina una ráfaga de aire acondicionado que alivia. De repente, desde el “no lugar”, se escapa por la ventanilla, como una brisa, la voz del gran León Gieco. Me aferro a aquel estribillo con la navidad de Luis y veo la violencia en la panamericana, con autos voladores.

Toda la velocidad de diciembre está adentro de una red bíblica contemporánea.

En el evangelio, las redes siempre hacen hincapié en la fe del trabajo y hoy las redes exigen un debate. Mientras tanto, capricornio nos corre el eje y quedamos atrapados en la guerra entre el bocón, que vive frustrado, y el falso gurú que determina un diciembre caótico.

Lo llamativo es el idilio por la tragedia, que nos excita a soñar en romper todo.

Por ello, puede ser una salida, conectar sin fibra óptica a la sabiduría milenaria que no es millennials.

El horóscopo chino siempre atento al conurbano bonaerense, ofrece verdades. Son las predicciones navideñas de las esquinas, las que pueden llegar a ser una ingenuidad bien administrada para charlar con quien nos toque en la silla de enfrente, en la Nochebuena.

Se saluda afectuosamente y los deseos de prosperidad, en la desigualdad social, arman el diseño de un mensaje contradictorio.

A pesar de los dolores, en este clima de erupción, la sensación de inestabilidad conturba, y la puede predecir únicamente la sabiduría china, cuando falta la mayonesa para una ensalada rusa.

El protagonista que no tiene Nochebuena, pero guarda un profundo afán de notoriedad en estas fiestas, es el chancho de metal que huye de las vísperas. Toda predicción saludable para él es que supone un diciembre lleno de frutas secas.

Esta escena es comparable con todo argentino que presume de candidato a Presidente de la Nación, después de ganar las elecciones de una sociedad de fomento.

En ese atajo, la rata ve una oportunidad y sostiene en su política que hay que usar siempre al otro en su propio beneficio. Por eso se ofrece para ser un posible plato de Navidad.

La rata, en el horóscopo, tiene determinación para alimentar el año nuevo y el clima de supervivencia en estas fechas. Con esa ofrenda puede revalidar las esperanzas perdidas de ganar la notoriedad que necesita para ser líder del horóscopo en el Gran Buenos Aires.

El problema en la General Paz siempre es el gallo, líder de un territorio que se entromete para encender los focos de conflicto.

Vislumbra una acción que va a correr el eje de las necesidades. Arrastra el ala y se pone en posición de ataque.

Todo pareciera construir un diciembre entrelazado. El 18, día de la final, coincide casualmente con el aniversario de un hecho con relieve, en la historia argentina. En 1975 se funda la asamblea permanente por los Derechos Humanos. Uno de los organismos señeros en el país. La APDH es creada tres meses antes del golpe militar. Entre sus fundadores figuran Raúl Alfonsín, Alfredo Bravo, Alicia Moreau de Justo, Jaime de Nevares, Raúl Aragón y Carlos Gattinoni. Como si fuera un mes que nadie puede domar, también ese mismo día se fundó el Partido homónimo de Gral. San Martín, en la provincia de Buenos Aires. No obstante en los shoppings, como si fuera una especie de estallido bajo tierra, hay un clima inédito.

Es la primera vez que se juega un mundial en atmósfera de vitel toné y ni el conejo de las predicciones chinas se salva de la ansiedad de papá Noel, porque ha perdido el horizonte. Diciembre y la copa del mundo construyen el colmo del consumo, y la exclusión que se siente en el magma de las calles de barro, construyen ermitas con el pibe de oro.

Todo este escenario hace pensar en el mes de diciembre como la final. El último partido que define las mejores decisiones, los aciertos y quien será titular para el año que viene. Lo que queda en el banco de suplentes se transforma en experiencia para el año próximo.