“Lo único que nos están salvando son los árboles”. La frase de Abel Mendoza, presidente de la Unión Autónoma de Comunidades Originarias del Pilcomayo (UACOP) en Santa Victoria Este (en el departamento Rivadavia), impone una lógica que parece ignorada aun por las políticas públicas integrales de cuidado del ambiente ante el cambio climático.

“La estación de Rivadavia, ubicada cerca de la frontera con Bolivia y Paraguay, registró 46 °C de temperatura máxima durante el 7 de diciembre, convirtiendo la región en una de las más calurosas del mundo durante ese día”, afirma el informe publicado por el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), titulado: “El cambio climático hizo que la reciente ola de calor en Argentina fuera 60 veces más probable”.

Esto se basa en un análisis realizado por World Weather Attribution (WWA), que apunta a la incidencia del cambio climático, la que generó una ola de calor récord en el norte de la Argentina a principios de diciembre.

Tras el análisis se concluyó que “la reciente ola de calor ocurrida en Argentina durante comienzos de diciembre sea 60 veces más probable y mucho más caliente a causa del cambio climático”.

Para cuantificar el efecto del cambio climático en las altas temperaturas en el norte de la Argentina y Paraguay, los científicos analizaron datos meteorológicos y simulaciones de modelos para comparar el clima actual, 1,2 °C más caliente que en 1850.

El análisis de atribución, como se los conoce a estos estudios, se centró en la temperatura máxima diaria para el período más caluroso de una semana, del 4 al 10 de diciembre de 2022.

Los resultados mostraron que el cambio climático causado por la persona humana hizo que un evento como la ola de calor registrada en el país, sea aproximadamente 60 veces más probable que ocurra y 1.4 ° C más caliente. Además, se determinó que ahora se puede esperar un evento similar aproximadamente una vez cada 20 años, con un 5 por ciento de posibilidades de ocurrir cada año, “pero que sin los efectos de las emisiones humanas de gases de efecto invernadero, habría sido un evento extremadamente inusual”, indica el informe.

“A menos que se reduzcan las emisiones de carbono, el cambio climático continuará favoreciendo la ocurrencia de temperaturas récord a fines de la primavera y principios del verano, en una época del año en que las personas no están preparadas para lidiar con el calor extremo", indicó el científico del Instituto Argentino de Investigación de la Nieve, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA), y autor de este trabajo, Juan Rivera.

“Las olas de calor son asesinos silenciosos. Debe recordarse que las causas de los impactos que vemos son el resultado de condiciones preexistentes de vulnerabilidad. Los desastres sólo manifiestan estas condiciones preexistentes. Los desastres no son naturales y pueden evitarse. Para reducir estos impactos en el futuro, debemos abordar la reducción del riesgo de desastres de inmediato para las poblaciones más vulnerables”, explicó por su parte Emmanuel Raju, profesor asociado de la sección de Salud Global del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Copenhague.

Efectos en carne propia

Antolín Soraire es un pequeño productor de Los Blancos, uno de los parajes más alejados de Rivadavia Banda Norte. Al ser consultado por Salta/12 contó: “el calor me liquidó las colmenas pese a que ponía agua cerca. Hacía entre 48 y 50 grados” en la zona donde tiene su puesto.

La caída de agua, que se constituía antes en un alivio, se presentó a finales de la semana pasada con viento y granizo que dejó casas destechadas y hasta edificios municipales con problemas. “Los árboles que estaban solos fueron arrancados de raíz”, detalló el productor. No es menor el señalamiento que hizo a los desmontes en la zona del Chaco salteño, que impiden la retención de la humedad de los suelos. “Trabajamos para que se eviten los desmontes. Pero nos dicen usurpadores pese a que mi papá y yo nacimos en esta tierra”, añadió al hacer referencia a los conflictos territoriales que existen con titulares registrales que fueron a la Justicia para pedir su desalojo.

Lucía Ruiz, campesina referente de la ruta 81 en el departamento Rivadavia, afirmó que sufre la aparición de granos en la piel y “siento en la cara como si me estuvieran quemando las llamas”. El calor provocó la muerte de las gallinas, y la sequía, provocada también por el cambio climático (que algunos expertos aún hoy ponen en duda), deja con poca o nada de agua para los animales, justo cuando más la necesitan. "Los animales se pusieron muy flacos”, describió Lucía. La vaina de algarroba, de la que se alimentan las vacas, “está seca”, y ante la falta de comida para engordar el ganado porcino, en estas fiestas bajó la venta de lechones.

María Tolaba, técnica de la Secretaría de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (SAFCI), trabaja en la zona de Rivadavia. Describió que según los relatos de quienes se dedican a la pequeña producción hay un marcado aumento en las horas de trabajo dado que por el calor, se sale de noche hasta la madrugada. Y es que desde las 10 a las 17 ya no se puede campear por el calor.

Hubo algunos proyectos paliativos para responder a la sequía como sectores de tierras en los que se implantaron pasturas, pero sin agua no hay pasto y la crisis envuelve al sector. Ante ello, próximamente la provincia prometió (siempre como política paliativa) repartir los granos decomisados entre los pequeños productores.

Rayos UV más altos

El responsable del Sistema de Alerta de la Cuenca del Pilcomayo, Luis María de la Cruz, puso el acento en los valores máximos de los rayos ultra violeta (UV), que contaban hace unos años con un valor máximo de 10, y actualmente llegan en ocasiones a sobrepasar el valor de 15. “Son súper peligrosos y se recomienda no estar al aire libre”, alertó.

Añadió que el desecamiento “es global”, y a nivel sistémico de la región chaqueña, el Chaco paraguayo “es el más deforestado”. La falta de agua es un problema recurrente, y las lluvias son cada vez más intensas pero distanciadas. Y el agua se pierde por falta de escurrimiento o por su evaporación.

Mientras, la crecida de los ríos en la zona promete que toda esta combinación de factores termine por afectar nuevamente a las poblaciones más vulnerables de Rivadavia que son, en definitiva, las que terminan por perder lo que pudieron reconstruir después de la última crecida.