No sé si le pasará a usted, lectore, pero, pasadas ya casi dos semanas, sigo mirando una y otra vez los penales (sobre todo, el de Montiel), y no me alcanza con que el licenciado A. me haya llamado a mi propio celu para decirme que sí, que no es una fantasía, ni un delirio, sueño, lapsus ni nada. Aunque por momentos yo no pueda creerlo, ¡somos campeones reales, imaginarios y simbólicos! (mal que le pese a Lacan, que como saben, era francés).

Tampoco puedo parar de ver los festejos en todos los lugares del mundo: aquellos en los que nos quieren (por Messi, por Diego, por Gardel, por Evita) y aquellos, tal vez más numerosos, que se regodean con la derrota de Francia (real, actual) e incluso con la de Inglaterra (hace ya 36 años), por haber sido colonia de alguno de los dos.

Pero, pensando en cómo “Todos fuimos Montiel el domingo 18 a las 16.10” (¡qué título para una peli policial!), no pude dejar de evocar a mi abuela materna, la bobe Dina, para quien "Montiel" no era Gonzalo, el futbolista, sino Sarita Montiel, la cantante española, a la que ella parodiaba canturreando, en su apenas aprendido castellano, “compremé usté este ramito / que no vale más que un real / compremé usté este ramito / pa' lucirlo en el ojal”. Quienes quieran escuchar la versión original, no la de mi bobe, acá la tienen:

Y como estamos sobre fin de año, con reuniones de familia tipo, tipa, tipe, unimembre, ampliada, pluscuamperfecta, virtual o “comosea”, se me ocurrió evocar una de mi propia familia, no de fin de año, sino de Día de la Independencia, ese día inolvidable en que nevó en Buenos Aires: el 9 de julio de 2007. Sí, nevó en Buenos Aires, y no fue por culpa del recién asumido Maurífice gobernador; pero tampoco gracias a él, aclaremos.

Hubo una gran reunión familiar en casa de mi mamá (Z'L) –de quien justo hoy se cumplen cinco años de que se fue a cocinar knishes arriba–, y éramos 12, de tres generaciones, incluidos primos, sobrines y novios/as diversos/as. Faltaba poco para las elecciones presidenciales y, entre empanada y empanada y empanada y empanada (nadie comía menos de media docena), se armó la discusión política. Tremenda. Contundente. Encima, afuera nevaba, así que había que estar calentitos. Como siempre, con muchos gritos pero cero agresión, sin cruzar jamás el límite del respeto. Siempre con argumentos certeramente discutibles.

En determinado momento hice valer mi autoridad de hijo de la dueña de casa (mi familia siempre fue matriarcal) y propuse que parásemos de discutir, porque se iban a enfriar las 120 empanadas siguientes, y que, simplemente, dijéramos por quién iba a votar cada uno.

El rango de edades iba de los 15 a los 86 (el de 15 en verdad aún no votaba, pero ahí sí). Para sorpresa general, y con argumentos a veces contrapuestos, todos, todas y todes íbamos a votar por Cristina. ¡Sí, así como lo escribo! ¡Todos votábamos por Cristina, pero cada uno por sus propios motivos!

Mi familia nunca fue peronista, aunque sí fue, siempre, “antigorila”, desde la tía Anita (que hoy, con sus 93, si le ofrecen un volante del PRO responde: “Che, yo seré rubia, pero pienso”), hasta, qué sé yo, hasta todos. No pude dejar de preguntarme qué tendría el relleno de las empanadas. ¿O acaso nos visitaba una nevada nacional y popular, al revés de la de El Eternauta? Y otra vez fue la bobe la que vino, desde donde estuviera, con la respuesta por boca de la tía Anita, que nos contó, emocionada, algo que tampoco yo puedo contar sin emocionarme. Hace hoy más de setenta años, mi tía le dijo a su mamá, mi bobe, que el gobierno peronista de aquel entonces había establecido que la universidad fuera pública y gratuita. Mi bobe –que nunca fue peronista y que apenas pudo terminar la primaria (en la Rusia zarista había “cupo” para los judíos que quisieran hacer el Gymnasium, el secundario)–, dijo, atinada y sencilla como siempre: “No existe ninguna medida que pueda tomar ningún gobierno del mundo mejor que esa”.

Y para finalizar el año, o mejor aún, para empezar el 2023 con un buen baile, le sugerimos al lector tres videos de RS + (Rudy-Sanz), para que cada cual elija su ritmo

Una zamba: “Zambita de los vulgares” 

Una cumbia: “La gloriosa Scaloneta campeona”

Y. estreno total, un chamamé; “Chamamé pára Mbappé”

¡Feliz 2023, lector!