Una de las cosas que más fascinan a lxs niñxs (y a lxs adultxs también) es la velocidad con la que sus cuerpos van mutando y cambiando de piel, estirándose de un día para el otro: bebés indefensos se transforman en personas capaces de valerse por sí mismas  como un rayo atraviesa una nube y es inquietante, divertido y por momentos, desconcertante (sobre todo el crecimiento de los pies y la altura, medidas que se ponen a prueba en juegos con carpas y baños de inmersión). Tan tan grande, una de las novedades de Limonero, de la portuguesa Catarina Sobral, indaga en ese vertiginoso devenir para un hipopótamo llamado Samuel que se despierta un día y se siente un gigante en una familia donde todos lo son. En el relato hay mucha abundancia, incluso en las ilustraciones que ocupan grandes espacios de las páginas y requieren varias visualizaciones para entender qué es esa pata, dónde está ese juguete, dónde los ojos, qué es adentro y qué afuera de esa casa común y corriente donde Samuel se descubre enorme (y come quince tazones de brócoli que lo hacen seguir creciendo). La carrera de la autora ya era conocida en nuestro país por Achimpa y Mi abuelo, también editados por Limonero, editorial pequeña e independiente que la viene siguiendo como autora e ilustradora de sus cuentos, pero lo cierto es que Sobral ya es conocida en todo el mundo: sus dibujos son muy particulares y hermosos, algo del trazo es informal e imperfecto como el de un niñx con lápiz en mano. Dice ella sobre Tan tan grande: “Es una metáfora del crecimiento. Cuando Samuel se despierta una mañana, lo que cambió es que se convirtió en un gigantesco hipopótamo, pero él y toda su familia ya lo eran. ¿Entonces? Las personas interpretan esto de dos maneras: o Samuel creció, o toda la familia se convirtió en hipopótamo y antes vaya a saber lo que eran”, explica sobre la recepción de la historia, que abre esa segunda línea misteriosa y atractiva para lxs niñxs, quienes se terminan preguntando si esos que acompañan a Samuel no serían personas como sus padres y madres que terminan convirtiéndose en animales de gran escala. Porque qué es el crecimiento sino un proceso de extrañamiento con el propio cuerpo pero también con el de los otros, que de repente empiezan a volverse más chiquitos para los ojos infantiles. Una interpretación de esta cronista incluye a los cuerpos gordos, esos que son tan difíciles de aceptar para el mundo pero que también existen y que, cuando niñxs, sufren bullying y alarmas invasivas de adultxs indignadxs. Desde Portugal, Sobral agrega “Me interesa hacer libros no estereotipados en la ilustración, en la línea narrativa y en los temas. Ahora estoy empezando otro sobre sustentabilidad y terminando mi primer corto de animación, que se va a llamar Razón entre dos volúmenes” cuenta y del intercambio con Las12 surge hacer algo sobre estereotipos de género. Esperaremos ansiosxs.

La otra novedad viene de Suiza y se llama Me han dicho que la luna. También indaga en tamaños y variedades, pero a través de ese imán blanco y cambiante que marca mareas y embarazos y que vuelve locxs a los chicxs. De las canciones que se le dedican a la atracción que ejerce con el mar, los peces y el carácter, más todas las palabras que contienen la palabra luna, los dobles sentidos, mitos y delirios, como que “los japoneses ven un conejo en la luna” se trata este cuento delicioso. Martin Jarrie ilustra los pequeños y preciosos pequeños textos de Conce Codina, en su título original On m´a dit que la lune. 

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