Sobretodo, sombrero y bastón. Un frío atardecer de otoño. Por las playas desierta de Bournemouth, dos ancianos caminantes se detienen a mirar los restos de gaviotas muertas que descansan en la arena. El más bajo es Frederick George Abberline, un inspector de Scotland Yard que en 1888 fue asignado a la investigación de los asesinatos cometidos en el barrio de Whitechapel. La otra figura responde al nombre de Robert Lees, y es toda una celebridad por su trabajo como vidente de la Reina, pero también por asegurar en su momento que había resuelto el caso de Jack el Destripador –como se dio a llamar el caso– utilizando sus poderes. Alan Moore se permite –en las primeras páginas de esa obra maestra titulada From Hell– imaginar las charlas otoñales que Abberline y Lees pudieron haber entablado hacia el final de su vida. Sobre política, la guerra, y sobre las visiones de Lees. “Las fingí”, dice de pronto el viejo vidente en una pausa de su caminata. “¿De qué está hablando?”, pregunta Abberline. “De mis visiones. Todas. Eso es lo más gracioso: que las fingí, pero igual se cumplieron”, confiesa Lees antes de que ambos se pongan a cubierto de la destemplada noche.

Actualmente notoriamente desencantado por la masificación de los universos de superhéroes, y dedicado a la literatura (en los últimos años publicó una novela y un volumen de cuentos), Moore supo ser un fanático de las historietas desde chico: “Era como el raquitismo: si eras pobre, leías historietas”. Luego de probarse en trabajos de todo tipo, su primer intento en el comic fue a fines de los ‘70, dibujando para un semanario inglés de rock llamado Sounds. Pronto pasó a dedicarse sólo al guión, y durante los ‘80 fue responsable de varios éxitos dentro de la historieta inglesa, como V for Vendetta, hasta que su reputación cruzó el charco y comenzó a trabajar para las grandes editoriales norteamericanas. Para ellas escribió primero Swamp Thing (descrita por el propio Moore como “ciencia-ficción con personaje fantástico y cuestiones ambientales”) y luego llegó el turno de Watchmen, cuyo éxito lo condujo hacia una encrucijada: “Sentí que estaba llegando a un límite en lo que más adelante entendería como escritura racional”. Se reinventó como creador durante los ’90 dedicándose a escribir From Hell, cuya idea original nació de su interés por realizar a una historieta sobre el asesinato. “No podía pensar en uno con tantas ramificaciones como para permitirme hablar de la clase de cosas de las que quería hablar. Por entonces, en 1988, se cumplía el centenario de Jack el Destripador”. Aunque le parecía un personaje muy trillado, finalmente terminó leyendo todo el material que existía sobre el asunto, y el resultado no fue una historia sobre el personaje, sino sobre el mito que lo rodea.

En el apéndice que cierra From Hell recorre todas las fuentes de su obra. Se sabe que, así como los norteamericanos tienen sus especialistas sobre el asesinato de Kennedy, los británicos tienen los suyos sobre Jack. Moore no deja a ninguno afuera en un irónico recorrido por todas las teorías, por descabelladas que sean. Desde el cuento “The Lodger” (publicado en 1911 y adaptado por Alfred Hitchcock en 1926) hasta disparates que aseguran que Jack se llamaba en realidad Olga, y era una inmigrante rusa cuya hermana era prostituta y había muerto en un aborto. También señala al condenado a muerte que murió ahorcado en 1892, gritando “¡Yo soy Jack!” y todo juego del teléfono descompuesto de revelaciones contadas de padres a hijos, o de esposos a esposas. El centro de todas las teorías parecía ser el mismo: que un crimen tan bestial como el de Mary Kelly (el último de la serie) tiene que haber tenido una motivación concreta. Algo debía haber hecho Mary para merecer semejante fin.

Sacó especial partido de Jack the Ripper: The Final Solution, escrito en 1976 por un tal Stephen Knight, periodista del East London Advertiser. El libro fue el primero en involucrar a los masones en el caso y su trama fue adaptada al cine en el film Murder by Decree (1979, con Christopher Plummer en el papel de Sherlock Holmes y James Mason como su Watson). Si bien las revelaciones del libro de Knight funcionan como la confesa columna vertebral de From Hell, la obra va más allá en su meticuloso recorrido de la época, como en los sorprendentes capítulos donde se recorren los secretos de la arquitectura masónica del Londres victoriano con el cochero de Jack y aquel que analiza la carnicería sobre el cuerpo de la última víctima del Destripador.

From Hell arranca con un affaire del príncipe Albert que resulta un peligro para la corona británica, capaz de todo para escaparle al escándalo. Y luego de que la contundente resolución del affaire convoque a un peligroso chantaje, entrará en escena Jack, en realidad un masón que desvaría, pero dentro de su propia lógica. Y Moore procede a someterlo a visiones del futuro siglo veinte en medio de la euforia de sus asesinatos. “El pasado es acero y dolor, sangre y fuego, pero no veo en ustedes la mínima chispa. ¡Conózcanse a ustedes mismos!”, llega a aúllar el Jack de Moore ante los fantasmas del futuro de oficinistas actuales.

Suele decirse que con Jack nació el siglo veinte. Eso es lo que más se preocupan por dar cuenta Moore y Campbell en su historieta: el doloroso nacimiento del nuevo siglo a partir de las injustas condiciones de vida del anterior, más que la esquiva identidad de Jack. “El asesinato, en el más estricto sentido forense, nunca es soluble”, escribe Alan Moore en el apéndice de From Hell. “Sin embargo, nuestras ficciones detectivescas aseguran lo contrario. Los crímenes se resuelven aislando un asesino, un motivo y un arma. Utilizando este método, la Segunda Guerra Mundial se resolvería así: Hitler, la economía alemana y los tanques. Aunque de esta manera reduciríamos sus complejos eventos. La mejor parte de cualquier asesinato es el campo de la teoría y la fascinación que engendra. Y la verdad es que este trabajo nunca fue sobre el asesino o sobre sus víctimas. Es sobre nosotros, sobre cómo danzan nuestras mentes en torno a un asesino sin rostro, que sólo refleja nuestra sociedad y nuestra histeria.”

Alan Moore

> El prólogo a la edición de From Hell 

UNA FUERZA DESCOMUNAL

Por Alan Moore

Creo firmemente que, si se puede diseccionar algo con la suficiente profundidad –con incisiones precisas, persistentes y metódicas– entonces se podrá revelar no solo el funcionamiento interno de ese algo sino, también, el significado que se oculta tras dicho funcionamiento. El personaje histórico cuya vida supone el núcleo de From Hell compartía esta convicción, aunque quizás llevara sus consecuencias a términos mucho más extremos que los míos. Por mi parte, lo que me obsesiona es abrir y examinar el cadáver aún caliente de la mismísima historia. Y, en los momentos en los que analizo el asunto con mayor frialdad, sospecho que esta era también su mayor preocupación, aunque la persiguiera con fines muy distintos.

From Hell es la autopsia de un hecho histórico, usando la ficción como escalpelo. Todos los personajes que pueblan esta historia existieron de verdad. Las motivaciones que les he atribuido y las palabras que he puesto en sus bocas están basadas, en la medida de lo posible, en una rigurosa documentación histórica. Hasta donde sé, ninguno de los acontecimientos expuestos en esta narración contradice los hechos confirmados, y no se ha ignorado ningún dato pertinente. Teóricamente, los sucesos detallados en From Hell “podrían” haberse desarrollado tal y como son descritos en el libro.

Pero esto no es historia. Es ficción. Aunque el asunto entraña en sí mismo un notable enigma de carácter histórico, mi propósito es quitarle el énfasis al “¿quién lo hizo?” para transladarlo al “¿qué ocurrió?”. En esta obra señalamos a una figura histórica relativamente desconocida como sospechoso (alguien a quien, por otra parte, otros escritores también han apuntado), pero esto supone una conveniencia de cara a la ficción: es más, hasta cierto punto, no nos preocupa si fue él quien lo hizo o no. Estamos más interesados en intentar examinar en detalle la anatomía de un acontecimiento humano de gran magnitud.

Este fenómeno, este apocalipsis en miniatura, rozó las vidas de personajes tan disímiles como Buffalo Bill Cody o John Merrick, popularmente conocido como El Hombre Elefante. Tuvo lugar durante la que posiblemente haya sido la década más ominosa de la breve historia de la humanidad. Y, personalmente, me pareció que tiempos tan legendarios y actores tan míticos no podían ser confinados a un meticuloso libro de texto, lleno de datos históricos. Precisaban un componente melodramático y mitológico. El componente que aporta la ficción.

Naturalmente, conviene recordar que toda historia es, hasta cierto punto, ficción: que la verdad no puede ser enunciada con propiedad una vez que los cuerpos se han enfriado. El bando vencedor decide quiénes fueron los héroes y quiénes los villanos; y, dado que la historia está escrita por aquellos que sobrevivieron, a menudo sus sesgos también perviven junto a ellos.

Con esto no quiero menospreciar la importancia de la historia tradicional: resulta vital, tanto para nuestro continuo bienestar como para el de nuestra cultura, que entendamos los hechos que dieron forma a ese mundo que, a su vez, nos da forma a nosotros. Desafortunadamente, la historia es vista generalmente como una provincia árida y polvorienta: accesible únicamente mediante volúmenes igual de polvorientos. Con solo pensar en la historia, a la gente le dan ataques de alergia, y la terapia de aversión que llevan a cabo la mayor parte de los sistemas escolares ha hecho de nuestro pasado histórico un objeto que nos repugna. Aunque sus vaivenes puedan alterar sus vidas o borrarlas del mapa por completo, a las personas corrientes no les interesa la historia.

Afortundamente, From Hell es también una historia de terror, género este que goza de mayor popularidad. De hecho, es una historia de terror sobre cinco seres humanos tocados por una entidad mítica de una fuerza tan descomunal que los acaba destruyendo sin remedio. Es una historia de terror sobre los aciagos patrones que existen en el tiempo, en los quehaceres humanos, e incluso en las piedras de esas ciudades en las que se desarrollan nuestras vidas. Es, en definitiva, una historia de terror asentada sobre las raíces del siglo XX: una que podría ser cierta... aun si nunca llegó a suceder.

No hay ejecución alguna en el clímax de From Hell. El veredicto queda abierto, los libros de la historia en silencio, y el nudo de la horca vacío. Todo lo que hemos sido capaces de deducir está registrado en dieciséis capítulos. Es una ficción, un mosaico de trazos y apuntes, un mensaje cifrado de otra época. Es una nota, apenas legible, y de un significado terrible.

Desde el infierno.