Desde Barcelona

UNO Cuando Richard "Rick" Avedon era un niño se vio obligado a llevar anteojos con cristales muy gruesos de esos que, inmediata e inevitablemente, hacen que pierdas ganándote el poco original pero muy descriptivo apodo de "Cuatro Ojos". ¿Que respondía entonces el pequeño Avedon a sus inmensos y poco compañeros compañeritos? Algo así: "De acuerdo. Pero como tengo cuatro ojos eso significa que siempre veré el doble que ustedes".

Muchos años después, ya convertido en una estrella mundial y maestro del uso de la cámara fotográfica como telescópico microscopio o microscópico telescópico, el francés Henri Carter-Bresson --seguramente el fotógrafo más grande de su tiempo-- le decía a Avedon que "tus ojos observan con tanta agudeza y curiosidad y capacidad de maravilla y de maravillar a los rostros de las personas que fotografías que, de inmediato, se convierten en habitantes de un mundo de Avedon".

Por estos días --se entera Rodríguez-- dos grandes exposiciones en el Metropolitan de New York y en el Palazzo Reale de Milán de sus clicks y de sus flashes conmemoran su centenario y vuelven a revelar al líquido y fluido e influyente hombre que fue una cámara y un mundo.

DOS Y ejemplo entre muchos de lo anterior y de cómo, según Cartier-Bresson, el mundo real se avedoniza a imagen y semejanza de Avedon. A mirar, a ver: el ídolo de juventud de Richard Avedon es Fred Astaire; Richard Avedon fotografía a Fred Astaire; Fred Astaire acaba interpretando al fotógrafo de modas Dick Avery (personaje inspirado directamente en la persona de Richard Avedon) en el film Funny Face de Stanley Donen; el consultor creativo y asesor personal de Fred Astaire para enseñarle cómo hacer de fotógrafo es Richard Avedon quien, además, diseña los créditos de apertura de la película con un collage de sus fotos.

A veces todo hace click, se dice Rodríguez.

TRES Y el año pasado hubo en Barcelona otra retrospectiva de Avedon (una de esas muestras que son como fantasma nómade e itinerante casa embrujada al mismo tiempo). Y allí Rodríguez se compró Avedon: Something Personal, firmada por Norma Stevens (su mano derecha y fixer todo terreno y fundadora y directora durante cinco años de la Richard Avedon Foundation) y el cronista Steve M. L. Aronson. Y su índice onomástico es algo así como la portada de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band (y por supuesto que Avedon fotografió varias veces a los Beatles, juntos o por separado) luego de tragarse un frasco completo de anfetaminas para caballos. Están todos y está todo. La vida de Avedon --quien fue, vio y reveló y odiaba las cámaras porque "se interponen entre mis ojos y lo que veo"-- es algo así como una historia político-social-artística-etc. desde la mitad del siglo XX hasta principios del tercer milenio. Lo que, claro, no resulta en una vida fácil de mantener quieta para la cámara de autores. Así, lo que sí se le puede reprochar al movedizo Something Personal es que, movido, no se decide por un único estilo. En el libro se sobreimprimen los modos de una biografía clásica desde afuera, las espasmódicas idas y vueltas en el tiempo de una memoir, y las diferentes voces de una de esas biografías orales/corales y así desfilan por el libro los testimonios de Calvin Klein, David Remnick, Twyla Tharp, Mikhail Baryshnikov, Bruce Weber, Cindy Crawford, Donatella Versace, Jann Wenner e Isabella Rossellini entre otros y otras que se quedaron quietos para que Avedon más tarde nos conmueva con ellos. Y una cosa es fotografiar a Avedon y otra ponerlo por escrito. No es fácil diseñar un centerfold que cuente las relaciones incestuosas con su hermana trágica y primera musa Louise y su prima Margie, sus sismos a lo largo y ancho de varios matrimonios, y la sorpresa para todos de su affaire homosexual de más de una década con Mike Nichols, director de El graduado. Así que para ser fiel a su figura no queda otra que redactarlo en movimiento.

CUATRO Aunque tanta ida y vuelta y ahora me ves y ahora no me ves no sea suficiente para ocultar el conflicto central en la vida de Avedon extendiéndose desde la primera hasta la página 700 de Something Personal: el tránsito de alguien en permanente conflicto con su obra mientras salta de Vogue a Rolling Stone y de ahí a Vanity Fair y luego a The New Yorker... Alguien que sufrió placenteramente a lo largo de toda su carrera un permanente tira y afloja, un conflicto à la Jekyll & Hyde, un duelo nunca del todo batido y dirimido entre lo histérico y lo histórico.

Así, de un lado la faceta fashion y dionisíaca en la que siempre fue considerado no sólo un precursor sino también un revolucionario creador de imágenes icónicas. Y del otro, sus trabajos apolíneos y más allá de toda temporada como los rostros curtidos y anónimos hasta que él los vuelve célebres en In the American West, o la serie de agonizantes retratos de su conflictivo padre, o su Portraits of Power en los que, de algún modo, descubre el corrupto retrato detrás de los Dorian Gray de la clase gobernante de los Estados Unidos.

Sí: Avedon quiere ser artista celebrado por lo suyo y no le interesa ser, apenas, celebratorio del arte de los demás. Y, de acuerdo, está muy bien lo de la boa rodeando a la Kinski o lo de los jeans marca Clavin Klein apretando a la Shields. Grandes cuerpos pero, a la hora de la verdad, Avedon prefería ser recordado por el rostro sin piernas largas ("los rostros son los archivos de nuestra experiencia", decía) de esa granjera pecosa del Medio Oeste cuyos pantalones no eran de marca y que, seguro, en más de una ocasión le hizo bang-bang a una cascabelera serpiente.

CINCO Avedon explicó que si alguna vez firmaba sus memorias éstas se titularían Here Lies Richard Avedon: Aquí yace Richard Avedon. Y el fotógrafo llegó a diseñar su lecho de muerte y a fotografiarlo y su foto aparece en Something Personal. Pero no se cumplió su voluntad y Avedon se derrumbó en 2004 cámara en mano y lejos de casa y dormitorio desenfocado un derrame cerebral en Texas.

Antes, conversando con Norma Stevens, Avedon le confió la misión de que asumiese el trabajo de escribir su vida. "El mejor retrato es siempre la verdad. No seas amable conmigo. No quiero un tributo, quiero un retrato. Haz de mí un Avedon", le pidió y le ordenó mientras (tal vez haya sido el fotógrafo que más se fotografió a sí mismo) se sacaba otro Avedon para así, revelándose, poder seguir velándose.

Antes de Something Personal, Avedon se (des)ordenó en un libro enorme de 1993 al que tituló An Auto-Biography pero que en realidad --fotos y nada más que fotos del pecho martirizado de Warhol o de la mirada zombi de Marilyn o de la sonrisa torcida del (des)peinado atómico de Dylan o de las arrugas de Beckett o del cuello de Audrey Hepburn o de los anteojos de rayos X de Kissinger-- era su automirada sobre lo visto y revelado. Allí, apenas, frases sueltas que acababan configurando un credo estético y espiritual en el que "el momento en que una emoción o un hecho es transformado en una fotografía ya no es un hecho sino una opinión. No existe cosa como la inexactitud en una fotografía. Todas las fotos son precisas. Ninguna de ellas es verdad".

 

Allí --posando y posándose en Barcelona y en New York y en Milán y en todas partes-- yace.