“Serás desatendido, eso está claro. Serás confundido / con tu cuerpo, tu voz amaestrada para sonar dulce, / inofensiva. Pero tú eres tú eres tú eres tú: / El hombre solitario que vive entre dos mundos, / aquel que se mira en el espejo y solo ve su paradoja”, se lee en uno de los hermosos poemas del escritor, guionista y fotógrafo cubano transgénero Chely Lima (La Habana ,1957) que el domingo 21, en Miami, murió a los 66 años por complicaciones cardiovasculares relacionadas con una enfermedad autoinmune. 

A Lima le cabe el calificativo de prolífico. Escribió obras de teatro y guiones para radio, televisión y cine, publicó libros de cuentos y novelas para adultos, jóvenes y niños (en 1998 ganó el Premio Juan Rulfo en la categoría de literatura infantil por El cerdito que amaba el ballet). Su primer libro y el último fueron de poesía: Tiempo nuestro y una antología al inglés con traducción de Margaret Randall, respectivamente. “Yo era un chiquito solitario y lleno de conflictos, con secretos que no tenía a quién confiarle, así que me refugié en lo que estaba a mano, que eran libros principalmente, por más que también veía mucha televisión le dijo al periodista Alejandro Langape–. Y el mundo impreso acabó pareciéndome más legítimo que el que me rodeaba. Podría decir que aprendí a enmascararme y sobrevivir a partir de los libros”.

En 1979, Lima conoció al amor de su vida, el escritor y guionista Alberto Serret, con el que escribió cuentos policiales y de ciencia ficción, obras de teatro y guiones para series y telenovelas. “La nuestra fue una unión entre hombres bastante peculiar, porque nos aprovechamos de que la gente pensaba que yo era mujer para saltarnos las barreras que nos habrían puesto de otro modo –reveló–. Y compartimos todo, absolutamente todo: cama y mesa, vida personal y trabajo, amigos y relaciones íntimas. Todo. Fuimos amantes desaforados y hermanos y cómplices”. Viajaron a Ecuador en 1990 y ya no regresaron a Cuba. Tras la muerte de Serret en 2000, Lima siguió trabajando en Quito y, en 2003, se mudó a Buenos Aires, donde vivió tres años. Luego, viajó a San Francisco (donde descubrió su pasión por la fotografía) y desde 2008 trabajaba en Miami. “A diferencia de otros autores cubanos que tienen una activa vida cultural en Miami, que van a presentaciones y salen en la tele, que están atentos a becas y esas cosas, Lima era distinto: prefería el silencio, la lectura y escribir buenos libros”, cuenta el escritor argentino residente en Miami Hernán Vera Álvarez.

“Fue una de las voces más singulares de la generación de escritores cubanos que comenzó a publicar a inicios de la década de 1980 –dice el escritor y periodista cubano Antonio Orlando Rodríguez–. Irrumpió en la literatura de la isla a los veinte años, como un meteoro, y le aportó experiencias, conflictos y personajes a menudo muy alejados de los promovidos por la cultura oficial. Sus textos de aquellos tiempos hallaron una resonancia especial entre los lectores de su generación, quienes descubrieron en sus creaciones el reflejo de sus ideas, inquietudes y deseos ocultos.

Escribió poesía, novelas, cuentos realistas y de ciencia ficción, narrativa para niñxs, guiones de cine y de televisión y hasta un libreto para una ópera rock, y en cada uno de esos géneros entregó obras de gran originalidad, fineza y espíritu transgresor. Libros suyos como los poemarios Terriblemente iluminados, Rock sucio y Discurso de la amante o las narraciones Triángulos mágicos y Memorias del tiempo circular, entre otros, hablan de un escritor en constante búsqueda, eternamente insatisfecho”.

Rodríguez destaca que Lima dejó inéditas dos novelas que reflejan su visión acerca de la sexualidad y el género, además de sus experiencias como migrante en Ecuador, la Argentina y Estados Unidos. “En realidad, fue como un iceberg: incluso quienes estuvimos cerca de él durante largos años apenas pudimos entrever una pequeña parte de su imaginación, su creatividad y su inmenso talento literario –concluye-. Era un sobreviviente que estuvo al borde de la muerte varias veces; en esta ocasión, no pudo ganar la partida”. La literatura y la comunidad LGBT de América Latina están de duelo.