val flores (así, con minúsculas, como ella misma se nombra) es teórica, escritora, profesora, lesbiana masculina y activista de la disidencia sexual. Vivió la mayor parte de su vida en Neuquén, donde desarrolló la impronta de su escritura y activismo. Publicó varios libros y actualmente coordina talleres de escritura.

flores escribe escapando a las normas y los espacios comunes, narra desde los márgenes. El calor abrasador del verano puede ser un momento ideal para sumergirse en la lectura de estos libros que brindan una bocanada de aire fresco para volver a los modos de sabernos feministas y cuir. Una poética que se hace carne en el cuerpo y un ensayo teórico que no busca moderar la crueldad de la norma sexual y racial, pero sí logra reciclar modos de hacer más vivible el desierto en el que no encontramos una sombra que nos ampare.

En palabras de la propia autora: "Labiar el desierto y La borra de la afonía son corazonadas poéticas a partir de la experiencia sensible de extrañar la lengua con la que nos hacemos cuerpo y pensamiento, pero con una disonancia temporal como faena de escritura”, asegura flores en comunicación con Las12 y agrega: “Ambos libros son ensayos erráticos y eróticos de una sensibilidad torcida, trances psicográficos arrastrados por una disposición afectiva al desgobierno ficcional, dando lugar a que las cosas sucedan de otro modo en el texto, hurgando en esas hendiduras viscerales que abren al acontecimiento no programable de la poesía, sopleteando la lectura como desquicio imaginativo.”

Producción erótica

En relación a cómo surgieron estas obras y sus procesos de producción emparejados asegura: "La borra de la afonía fue una composición súbita, desde el caos silente de atravesar la experiencia somática de la afonía y el deseo de dejar caer la voz como un largo poema de piecitas con las que se inventan diferentes direcciones de lectura, un poema hecho de poemas, como esos gruñidos y quejidos que una balbucea cuando le falla la voz. Como dije en una entrevista, La borra de la afonía es un montaje desde una verbis erótica en caos vocal y asincronía bucal.”

Como si fuera un contínuum, la fuerza poética arrolladora de La borra de la afonía la llevó a terminar Labiar el desierto, que se trata de un proyecto de más largo aliento, y lo define como "un conjunto de fragmentos en prosa que intentan liberar a la escritura de la obligación convencional del entendimiento”. Para val flores Labiar el desierto: “convoca una historia, invoca una lengua, colectiviza una herida, atesora tropismos, chupa el éxtasis, cita un territorio, que forjaron la imaginación de este “barroco del desierto” como entonación feminista y cuir que signa mi hacer teórico, activista y afectivo.”

Tal como nos tiene acostumbradxs en sus textos, flores hace preguntas incómodas y necesarias, Labiar el desierto no es la excepción: “¿podremos atestiguar una poética feminista para aminorar la melancolía del barrote, ese guiño siempre dispuesto a la punición y al encierro? ¿el acto de escribir desde los feminismos cuir dramatiza la insolencia pagana de estropear la mesa familiar con la lengua sediciosa? ¿será el poema una forma de no ser gobernador por la lengua del estado?”

En La borra de la afonía la escritora que privilegia las minúsculas para desguazar las normas de la lengua colonial, recurre a aquellas palabras que se fugan de lo establecido y nos humedecen el cuerpo al leerlas. “los nervios no pueden narrar el acertijo de tu gemido, que se vuelve patria mojada de lo indecible”, dice esa lengua lesbiana y de voz quebrada que nos invita a conocer sus vísceras y deseos. Un poema que también se fuga de los renglones convencionales y arroja fragmentos descentralizados y desordenados.

“El largo poema que leemos en La borra de la afonía comienza como un rayo que parte al cielo con su trueno silencioso. No fue un estruendo/ no hubo explosión ni polvo ni humo. A partir de ahí esa lengua lesbiana intenta hacerse lugar, ese ruidito de grieta va surcando el cuerpo de la poeta y del poema. Nuestros ojos lectores caminan desorbitados por la hoja como atravesando las ruinas de un derrumbe, de un lado y del otro buscamos anclar significados, pero naufragamos en el insistente intento inevitable de decir con una lengua rota. Somos voyeurs del texto que se arma y se desarma”, reflexiona la escritora Anshi Moran en el epílogo de La borra de la afonía.

Ambos libros contienen una poética erótica que nos tienta a recrear las escenas que describe, una escritura que se vuelve deseosa de ser actuada. “monta los dedos con la destreza de una amazona en plena batalla, en pleno placer, coleccionando prolija y con celosía sus aguas profundas como cuadros enigmáticos que retratan cada tregua entre el trueno y el relámpago. un patrimonio sexual amasado con el follaje de escritura infatigables para improvisar una artesanía bocavulvar arrastrada por la diáspora del descalabro”, una narración libre de mayúsculas que nos libera de toda regla y egocentrismos.