La deuda es uno de los principales puntos de tensión para la economía global en 2023 y en los países emergentes parece ser un punto crítico. Latinoamérica no queda afuera de esta situación y la semana pasada el Banco Interamericano de Desarrollo publicó un informe en el que consideró “alarmantes los niveles de endeudamiento en América latina y el Caribe”.

El documento del organismo lleva el título Lidiar con la deuda, presenta datos duros del estado de situación de los pasivos en la región y plantea que el exceso de endeudamiento está agotando el crecimiento regional. “El incremento de la deuda permitió capear la pandemia, pero ahora está ahogando a las economías y puede transformarse en una amenaza para el crecimiento”.

El nivel de pasivos soberanos (o sea, de los Estados) aumentó al 71 por ciento del Producto Interno Bruto durante la pandemia, una tasa que se ubica por encima de lo que el BID considera razonable. Asegura que el ratio deuda contra PIB debería ubicarse en un rango del 46 al 55 por ciento.

Estas cifras ponen en una encrucijada a los hacedores de política económica en la región. Los programas de ajuste convencionales para conseguir superávit de las cuentas públicas y reducir la deuda chocan directamente contra los desafíos que plantea el mundo. El crecimiento global desacelera y los altos precios de la energía y los alimentos provocan presiones distributivas por la caída de ingresos de la población debido a la alta inflación.

América latina no es la única región en la que ganan dinamismo los debates sobre qué hacer con la deuda. La discusión es repetida en la mayoría de países emergentes e incluso está cada vez más marcada en los desarrollados. El portal Project Syndicate publicó recientemente una selección de opiniones de algunos de los economistas del establishment norteamericano.

El compilado se presentó a través de una publicación especial titulada con una pregunta provocativa: ¿Se viene una explosión de la deuda global?. Entre los economistas que presentaron su mirada figura Kenneth Rogoff, investigador en la Universidad de Harvard y ex economista jefe del FMI.

La perspectiva que plantea es que se avecina una ola de contagios financieros en 2023 en algunas de las principales potencias del mundo. “El hecho de que el mundo no experimentó una crisis financiera sistémica en 2022 fue un pequeño milagro, dado el aumento de la inflación y las tasas de interés, sin mencionar un aumento masivo del riesgo geopolítico”.

Uno de los casos que analizó Rogoff es el de la economía japonesa, con un nivel de deuda equivalente al 260 por ciento de su Producto Interno Bruto. “Japón, donde el banco central ha mantenido las tasas de interés en cero o negativas durante décadas, podría ser el país más vulnerable a nivel mundial”. 

Esto se explicaría porque “el aumento de las tasas de interés reales en todo el mundo, la fuerte depreciación del yen y las altas presiones inflacionarias llevarían a la economía japonesa a salir de su era cercana a cero”. Con una suba de las tasas, hacer sostenible la carga de la deuda se vuelve complejo si la economía no crece en forma consistene, un punto que parece estar descartado para los próximos años de Japón.